¡Buenos días gente!
Como esperamos que ya sepáis, en las Freak Wars del próximo 14 y 15 de Septiembre haremos unas partidas "demo" de Manuscritos de Nuth, es decir Warhammer 6a Edición usando también las minis desde 3a a 8a edición.
Altos Elfos y Elfos Silvanos vs Caos y Orcos y Goblins |
ENCUENTRO INTERRUMPIDO
El joven Eithann trataba de contener su furia. El ejército asur había tenido que marchar para establecer su posición a tiempo y no sería buena idea lanzarse al combate de forma poco precavida. Las tropas élficas se habían reunido cerca del altar sobre el nexo de Sólinnor, que por suerte habían alcanzado a tiempo, algo que dudaba cuando comenzaron a vislumbrar las columnas de humo en el horizonte. A escasa distancia las infectas hordas caóticas habían hecho suya la antigua aldea, no dejando piedra sobre piedra, y por los informes de los exploradores que habían logrado regresar, solo se habían detenido ahí para realizar sus horrendos rituales.
Las órdenes de su padre habían sido claras, posicionarse y mantener la posición a ultranza, sin caer en las provocaciones de los siervos del mal, pero parecía que no tendría que contener su temperamento mucho más, pues sus enemigos se estaban reuniendo. Mientras empezaba a dar las primeras instrucciones, una enorme criatura alada se elevó desde las colinas más allá del río. Un escalofrío templó repentinamente los ánimos del elfo. ¿Ya habían llegado? Comenzó a oírse cierto estruendo, y las laderas más alejadas comenzaron a cubrirse de nuevos enemigos. Los desorganizados y brutales pielesverdes se dirigían directamente a cruzar el río, y Eithann esperaba realmente que su padre no se hubiera equivocado. Contener aquellos dos ejércitos convertidos en una auténtica horda podía resultar una tarea titánica incluso para una raza tan curtida en la guerra como los altos elfos.
Eithann comenzó a enardecer a las tropas con su discurso, tratando de ahogar el ruido de demonios, humanos corruptos, brutales orcos y viles goblin, que se iba sumando de forma preocupante. Pero una nota clara y potente cortó sus palabras y ocultó completamente aquel desagradable sonido de fondo. Era el sonido de un cuerno, que traía la esperanza. Desde la otra ribera, una andanada de flechas salió silbando de entre los árboles, dirigida a los temerarios pielesverdes que iban en cabeza. Segundos después la linde del bosque mostraba un nuevo contendiente dispuesto a la gloria. Los elfos del bosque habían llegado a tiempo.
La seguridad invadió a Eithann. Era hora de presentar batalla.
EJÉRCITOS
Caos, Legión de Castigo
En un palacio de ángulos imposibles y colores
iridiscentes que harían enloquecer a cualquier ser vivo residía Rmeb'ur el
príncipe demonio encargado de abrir fracturas en el mundo mortal para castigar
a los enemigos del Caos. La sala en la que se encontraba, igual de inimaginable
que el resto del palacio, estaba vacía excepto por su trono, el cual era
completamente cóncavo apartado hacia delante y con un reposaespaldas invertido.
O eso era lo que creía ver el alto elfo al que el príncipe estaba torturando con
irreales visiones de putrefacción y placer. Rmeb'ur se estaba divirtiendo.
Con cada nueva ilusión que el demonio
introducía en la cabeza del elfo éste se contorsionaba más espasmódicamente.
Rmeb'ur reía y disfrutaba. Nada de lo que le dijera aquella hormiga podía
hacerle salir del éxtasis de sus actos. Gritaba, se convulsionaba, volvía a
gritar. Rmeb'ur gozaba. Pero su momento de gozo se vio interrumpido.
-¿Quién osa molestarme? - dijo el demonio
mientras la espina dorsal del alto elfo se quebraba.
-Soy yo, Kilgo, tu fiel servidor, mi señor-
dijo una figura humana.
-No me idolatres, Kilgo. Tú sirves a Slaanesh y
no sé por qué motivo te ha enviado a mi palacio. Así que déjame en paz, quiero
divertirme con el siguiente "juguete"- le respondió.
-Gran demonio. El motivo por el que fui
enviado aquí fue para traerte esos presentes en carne para que lo sacrificaras
a los dioses. Me costó mucho capturarlos vivos, murieron buenos guerreros de mi
hueste por traértelos- le recriminó.
Rmeb'ur soltó una sonora carcajada antes de
parar y mirar a los ojos del paladín de Slaanesh.
-Escoria, no eres tú quien me tiene que decir
que hago con los "juguetes". Soy yo el que decide. Si tus secuaces
murieron es porque los dioses ya no los necesitaban más. Ahora tráeme a la
elfa, me apetece deleitarme con su carne. -
Kilgo agachó la cabeza y fue en busca de la
chica, que miraba con ojos aterrados a su compañero muerto en el suelo.
Cuando Rmeb'ur fue a agarrar con la mano a la
joven elfa, ésta lanzó un hechizo con la intención de asestar una puñalada
mágica en el pecho del demonio. Pero según se lanzó el hechizo quedó dispersado
al momento y la elfa se encontró con las manos aferradas al suelo.
En ese momento un mago del Caos apareció con
el báculo en alto doblegando a la maga.
-Señor, notaba que emanaba cierto tipo de
magia del grupo de rehenes, pero no podía identificar quién era el mago. Ahora
sé que es una maga y además poderosa. - dijo el hechicero.
-¡¿Como osas, puta?! - dijo mientras la soltaba
una bofetada. - Tu letanía iba a ser servirme de alimento, pero ahora mis
planes han cambiado. Serás la elegida para recibir la más preciada de mis
torturas-.
El demonio empezó a introducir en la mente de
la maga todo tipo de lascivas visiones y sangrientos sueños. Al hacerlo Rmeb'ur
iba sacando poco a poco los recuerdos de la elfa y mostrándolos a todos los
allí presentes. Mientras la elfa iba quedando extasiada por por las visiones su
cuerpo y su cerebro se iba convirtiendo poco a poco en una masa irreconocible
de pústulas infecciosas.
Uno de los recuerdos de la elfa se mostró al
demonio en todo su esplendor. Una ciudad perfecta, blanca, medida en perfección
y lo que más gustó a Rmeb'ur una ciudad que la joven añoraba. Y un pensamiento
pasó por su cabeza. Y rió y rió mientras frenaba su ímpetu por dañar a la joven
y los ojos del demonio brillaban.
-Preparar las huestes cuanto antes. Tenemos
que arrasar la ciudad que añora esta pequeña, pero no sin antes mostrar al
señor de la ciudad en lo que se ha convertido su hija-.
Una vez presentado el ejército, es hora de conocer la lista:
- Príncipe Demonio (Caos Absoluto)
- Hechicero del Caos
- Paladín Legendario de Slaanesh
- 25 Bárbaros
- 5 Jinetes Bárbaros
- 5 Mastines
- 5 Mastines
- 5 Caballeros del Caos
- 20 Guerreros del Caos
- 3 Reyes de Plaga Pútridos
- 10 Furias
- 20 Portadores de Plaga
- 5 Diablillas Montadas
- 3 Revientacráneos de Khorne
- 2 Engendros del Caos
- 2 Engendros del Caos
Orcos y Goblins, Whaaagh de Venganza
Kasimiro estaba tumbado en el suelo, contemplando con hastío como su lugarteniente resolvía el problema de disciplina. Normalmente cuando en un clan orco surgía una disputa, se desencadenaba una pelea, alguien recibía una paliza y el problema se resolvía. Pero aquello no era un clan, era un Whaaagh, y aglutinaba a muchos clanes. Así que para acallar las protestas de los clanes menores por ser siempre los que recibían la paliza, y de paso dejar que Kordo se sintiera importante, el Whaaagh tenía una manera más civilizada de resolver las cosas. Lo que otras razas llamaban audiencias vaya. En el centro del campamento pielverde, junto al tótem en honor a Morko y Gorko, Kasimiro se colocaba junto al trono de huesos de Kordo, este escuchaba con atención (con toda la atención que un orco sabe prestar) la solicitud, a continuación se producía una pelea y alguien recibía una paliza. Civilizado. Pero a veces el motivo de la queja tenía sentido, y entonces era cuando Kasimiro prestaba atención, en ocasiones emitía un sonoro rugido que hacía esconderse hasta el último goblin del campamento (los snotlings no se molestaban, eran una comida demasiado insignificante para temer a Kasimiro), intercambiaba sus impresiones con Kordo a través del vínculo mental que los unía, y quizás nadie se llevara una paliza.
Kasimiro era lo que los seres que necesitaban ponerle nombre a todo llamaban una serpiente alada o wyvern, y uno bastante inteligente, en su propia opinión. Las serpientes aladas son criaturas draconianas, de menor envergadura y sin la capacidad de escupir fuego, lo cual había llevado desde que el mundo es mundo, a que la fama se la llevasen los dragones, relegando a las serpientes aladas a ser despreciadas por humanos, elfos, enanos y otros aperitivos. Por eso tampoco se habían molestado en comprobar que, al igual que sus congéneres mayores, las serpientes aladas son capaces de poseer una gran inteligencia, y no se habían vinculado jamás con ellas como hacían con los dragones. Simplemente las cazaban por su propensión a causar estragos. Otras razas, como los orcos, tenían más interés en las serpientes aladas, pero no eran demasiado sofisticados, y generalmente si no las cazaban, era para domarlas de forma brutal y utilizarlas en la guerra. Kasimiro había vivido una larga vida, y había enfrentado humanos, elfos, enanos, orcos, servidores del Caos y todo tipo de criaturas bípedas con malas intenciones hacia su ser. Pero a diferencia de otros encuentros entre orcos y wyverns, cuando Kordo se presentó ante Él, con su cacho de metal afilado en la mano, parecía de todo menos una amenaza. El orco negro resultaba de todo menos imponente, pero en vez de lanzarse al combate con un alarido, había mirado a Kasimiro a los ojos, con una frialdad impropia de su raza, y sin necesidad de mover un músculo siquiera de su rostro, Kasimiro lo había oído claramente.
-Zoy Kordo, el máz grande kaudillo que conozerán laz Tierraz Yermaz. Mi clan me ha dezterrado hazta que lleve una demoztrazión de mi fuerza, porque dizen que zoy débil. Yo zé que no puedo acabar contigo, pero zé que puedo controlar tu mente, igual que loz orejotaz y los zonrozaoz controlan zuz mazcotaz. Obedeze.
Inicialmente Kasimiro se sorprendió, jamás otra mente había contactado la suya, y era consciente que esos vínculos no se generan por azar. Pasado el momento de sorpresa, respondió de manera feroz.
-Nadie, orco, goblin, humano o bestia, se ha atrevido jamás a dirigirse a Mí así. Pero me diviertes orco. Bajaré mis barreras mentales y tú harás lo mismo. Si vences mi voluntad, te serviré. Si no lo haces, destruiré tu mente antes de destruir tu cuerpo.
Lo que sucedió en los instantes siguientes es difícil de comprender, pero ambos contrincantes se miraron fijamente mientras parecía que el tiempo se detenía. Pero repentinamente, el orco cayó al suelo jadeante, mientras la serpiente alada emitía algo parecido a una risa cruel, y se preparaba para acabar con su presa.
-¡Detente!¡Ezto no ez lo que dizen laz profezías!¡El Gran Kaudillo Kordo liberará a los verdez de la perzecuzión de las razaz antiguaz!¡La Venganza Verde!
En aquel momento algo encajó en el interior de la serpiente alada, y forzando la vencida mente del orco, exploró la profecía que lo había llevado allí. Sorprendido e interesado por lo que vió, no acabó con la cordura de aquella mole verde (para todo aquel de tamaño humanoide), sino que cerró el vínculo con él. Pero a diferencia de sus primos los dragones, no era Kasimiro el subyugado al orco, sino Kordo la prolongación de la voluntad de Kasimiro.
Desde entonces, Kordo y Kasimiro habían forjado aquel Whaaagh, pelea a pelea, batalla a batalla, clan a clan. El orco negro había seguido creciendo con cada victoria, y su nombre expandiéndose, y gracias a la inteligencia del wyvern, el belicoso carácter pielverde no le había llevado al desastre. Con el paso del tiempo, desde el más insignificante snotling, a los mejores guerreros orcos negros, se habían ido uniendo bajo sus órdenes, sin dejar de contar con tribus de goblins nocturnos, silvanos, u orcos salvajes. Kordo prometía acabar con los enemigos de los pielesverdes (incluso si eran otros pielesverdes), y cumplía su promesa, vengando cada ataque sufrido por el odio que el resto les tenía. Y Kasimiro tenía muchos siglos de persecuciones frescos en su mente, compartidos por orcos, goblins y snotlings por igual (las persecuciones, no los recuerdos). Así es como una serpiente alada había llegado a ser la mente que dirigía el mayor Whaaagh de la historia del Viejo Mundo.
Pero volvamos al instante en que Kasimiro se encontraba tumbado mientras Kordo resolvía las audiencias. Aquel día Gitmig estaba especialmente locuaz. El chamán goblin, profeta original que anunció la llegada de Kordo, solía tener una confianza superior en sí mismo de la habitual en esas pequeñas criaturas, probablemente por contar con la protección del kaudillo. Toda su verborrea, difícil de entender para cualquiera de los asistentes, se centraba en tratar de convencer a Grutmog, Azgart y Mologg de que su visión de la destrucción de una ciudad élfica no era fruto de las setas, y de que cooperar con demonios y bestias para ello no tenía nada de malo. Los tres jefes orcos, líderes de los clanes Pezuña Torzía, Kolmillo Roto y Roztro Tiznao, habían tenido ya experiencias con los traicioneros servidores de los poderes del Caos, y sí que le veían algunas pegas, ya que sería mucho más fácil atacar al vencedor de la batalla entre orejotas y caóticos. Entonces fue cuando Gitmig, en tono casi de súplica, trató de explicarles que los elfos de los bosques iban a meterse por medio, y perderían su oportunidad. Kordo iba a darle un mamporro a su chamán favorito, convencido por la unión demostrada por los tres jefes orcos, cuando Kasimiro decidió intervenir. Tenía cuentas pendientes con casi todo el mundo, pero solo oír mencionar a los comeflores le había convencido. Esos escurridizos larguiluchos se pasaban la vida escondidos, y a diferencia del resto de ejércitos en liza, podía pasar mucho tiempo hasta que tuviera otra oportunidad como esta. Al pequeño chamán goblin se le iluminaron los ojos rojos (los seis, lo cual nunca le había parecido a nadie algo llamativo) al ver como Kasimiro extendía las alas en toda su envergadura, sabiendo que había ganado la discusión.
-¿Enviamoz un emizario a loz invazores entonzes, mi zeñor? - preguntó el goblin con voz chillona, dirigiéndose al kaudillo mientras miraba con atención al verdadero señor del Whaaagh, Kasimiro, La Venganza Verde-.
Kasimiro era lo que los seres que necesitaban ponerle nombre a todo llamaban una serpiente alada o wyvern, y uno bastante inteligente, en su propia opinión. Las serpientes aladas son criaturas draconianas, de menor envergadura y sin la capacidad de escupir fuego, lo cual había llevado desde que el mundo es mundo, a que la fama se la llevasen los dragones, relegando a las serpientes aladas a ser despreciadas por humanos, elfos, enanos y otros aperitivos. Por eso tampoco se habían molestado en comprobar que, al igual que sus congéneres mayores, las serpientes aladas son capaces de poseer una gran inteligencia, y no se habían vinculado jamás con ellas como hacían con los dragones. Simplemente las cazaban por su propensión a causar estragos. Otras razas, como los orcos, tenían más interés en las serpientes aladas, pero no eran demasiado sofisticados, y generalmente si no las cazaban, era para domarlas de forma brutal y utilizarlas en la guerra. Kasimiro había vivido una larga vida, y había enfrentado humanos, elfos, enanos, orcos, servidores del Caos y todo tipo de criaturas bípedas con malas intenciones hacia su ser. Pero a diferencia de otros encuentros entre orcos y wyverns, cuando Kordo se presentó ante Él, con su cacho de metal afilado en la mano, parecía de todo menos una amenaza. El orco negro resultaba de todo menos imponente, pero en vez de lanzarse al combate con un alarido, había mirado a Kasimiro a los ojos, con una frialdad impropia de su raza, y sin necesidad de mover un músculo siquiera de su rostro, Kasimiro lo había oído claramente.
-Zoy Kordo, el máz grande kaudillo que conozerán laz Tierraz Yermaz. Mi clan me ha dezterrado hazta que lleve una demoztrazión de mi fuerza, porque dizen que zoy débil. Yo zé que no puedo acabar contigo, pero zé que puedo controlar tu mente, igual que loz orejotaz y los zonrozaoz controlan zuz mazcotaz. Obedeze.
Inicialmente Kasimiro se sorprendió, jamás otra mente había contactado la suya, y era consciente que esos vínculos no se generan por azar. Pasado el momento de sorpresa, respondió de manera feroz.
-Nadie, orco, goblin, humano o bestia, se ha atrevido jamás a dirigirse a Mí así. Pero me diviertes orco. Bajaré mis barreras mentales y tú harás lo mismo. Si vences mi voluntad, te serviré. Si no lo haces, destruiré tu mente antes de destruir tu cuerpo.
Lo que sucedió en los instantes siguientes es difícil de comprender, pero ambos contrincantes se miraron fijamente mientras parecía que el tiempo se detenía. Pero repentinamente, el orco cayó al suelo jadeante, mientras la serpiente alada emitía algo parecido a una risa cruel, y se preparaba para acabar con su presa.
-¡Detente!¡Ezto no ez lo que dizen laz profezías!¡El Gran Kaudillo Kordo liberará a los verdez de la perzecuzión de las razaz antiguaz!¡La Venganza Verde!
En aquel momento algo encajó en el interior de la serpiente alada, y forzando la vencida mente del orco, exploró la profecía que lo había llevado allí. Sorprendido e interesado por lo que vió, no acabó con la cordura de aquella mole verde (para todo aquel de tamaño humanoide), sino que cerró el vínculo con él. Pero a diferencia de sus primos los dragones, no era Kasimiro el subyugado al orco, sino Kordo la prolongación de la voluntad de Kasimiro.
Desde entonces, Kordo y Kasimiro habían forjado aquel Whaaagh, pelea a pelea, batalla a batalla, clan a clan. El orco negro había seguido creciendo con cada victoria, y su nombre expandiéndose, y gracias a la inteligencia del wyvern, el belicoso carácter pielverde no le había llevado al desastre. Con el paso del tiempo, desde el más insignificante snotling, a los mejores guerreros orcos negros, se habían ido uniendo bajo sus órdenes, sin dejar de contar con tribus de goblins nocturnos, silvanos, u orcos salvajes. Kordo prometía acabar con los enemigos de los pielesverdes (incluso si eran otros pielesverdes), y cumplía su promesa, vengando cada ataque sufrido por el odio que el resto les tenía. Y Kasimiro tenía muchos siglos de persecuciones frescos en su mente, compartidos por orcos, goblins y snotlings por igual (las persecuciones, no los recuerdos). Así es como una serpiente alada había llegado a ser la mente que dirigía el mayor Whaaagh de la historia del Viejo Mundo.
Pero volvamos al instante en que Kasimiro se encontraba tumbado mientras Kordo resolvía las audiencias. Aquel día Gitmig estaba especialmente locuaz. El chamán goblin, profeta original que anunció la llegada de Kordo, solía tener una confianza superior en sí mismo de la habitual en esas pequeñas criaturas, probablemente por contar con la protección del kaudillo. Toda su verborrea, difícil de entender para cualquiera de los asistentes, se centraba en tratar de convencer a Grutmog, Azgart y Mologg de que su visión de la destrucción de una ciudad élfica no era fruto de las setas, y de que cooperar con demonios y bestias para ello no tenía nada de malo. Los tres jefes orcos, líderes de los clanes Pezuña Torzía, Kolmillo Roto y Roztro Tiznao, habían tenido ya experiencias con los traicioneros servidores de los poderes del Caos, y sí que le veían algunas pegas, ya que sería mucho más fácil atacar al vencedor de la batalla entre orejotas y caóticos. Entonces fue cuando Gitmig, en tono casi de súplica, trató de explicarles que los elfos de los bosques iban a meterse por medio, y perderían su oportunidad. Kordo iba a darle un mamporro a su chamán favorito, convencido por la unión demostrada por los tres jefes orcos, cuando Kasimiro decidió intervenir. Tenía cuentas pendientes con casi todo el mundo, pero solo oír mencionar a los comeflores le había convencido. Esos escurridizos larguiluchos se pasaban la vida escondidos, y a diferencia del resto de ejércitos en liza, podía pasar mucho tiempo hasta que tuviera otra oportunidad como esta. Al pequeño chamán goblin se le iluminaron los ojos rojos (los seis, lo cual nunca le había parecido a nadie algo llamativo) al ver como Kasimiro extendía las alas en toda su envergadura, sabiendo que había ganado la discusión.
-¿Enviamoz un emizario a loz invazores entonzes, mi zeñor? - preguntó el goblin con voz chillona, dirigiéndose al kaudillo mientras miraba con atención al verdadero señor del Whaaagh, Kasimiro, La Venganza Verde-.
Una vez presentado el ejército, es hora de conocer la lista:
- Kaudillo orco negro en serpiente alada
- Chamán Goblin
- Gran Jefe Orco
- Gran Jefe Orco en Jabalí
- Gran Jefe Orco en Jabalí
- 10 Arkeroz Orcos
- 10 Arkeroz Orcos
- 20 Goblins Nocturnos
- 20 Goblins Nocturnos
- 20 Goblins Nocturnos
- 15 Guerreroz Orcos
- 5 Jinetes de Araña
- 5 Jinetes de Araña
- 5 Jinetes de Lobo
- 5 Jinetes de Lobo
- 4 Snotlings
- 20 Goblins Nocturnos
- 15 Guerreroz Orcos
- 5 Jinetes de Araña
- 5 Jinetes de Araña
- 5 Jinetes de Lobo
- 5 Jinetes de Lobo
- 4 Snotlings
- 5 Jinetes de Jabalí
- 5 Jinetes Salvajes de Jabalí
- Karro de Jabalíes
- Karro de Jabalíes
- 10 Orcos Negros
- Aracnarok
Elfos Silvanos, Señorío de Arroyo Salvaje
La flecha voló grácil, surcando el aire con una perfecta
parábola hasta que acertó en el cuello de una desprevenida liebre.
Tres elfos agazapados tras la alta hierba de cebada se
pusieron en pie. Su aspecto era tranquilo y los tres fueron caminando hacia la
presa caída. No se daban prisa, hoy no tenían obligaciones, aunque Oropher, uno
de ellos, era señor de aquella parte del bosque y bien sabía que aunque se
tuviera un día de caza uno no dejaba de ser nunca un señor del Bosque de Loren.
- Folëdas – empezó Oropher, - he de decir que estás
mejorando tu destreza con el arco. Hace apenas un año no hubieras asestado tan
certero disparo -.
- Estoy teniendo un buen maestro, hermano – contestó
Fodëlas. – Y eso que hemos decidido no salir a cazar venados. Sobre la
plataforma de mi carro soy aún mejor -.
- No te pierdas en la caza del venado, Fodëlas. Ya tenemos
que devolver muchos favores al bosque por las dádivas que nos da, no está bien
tensar mucho el frágil equilibrio que nos une a él realizando cazas
innecesarias -.
Una nueva enseñanza, pensó Fodëlas. ¡Cuán sabio era Oropher,
señor del Arroyo Salvaje!
Al llegar a la pieza que había sido abatida, Fodëlas se
agachó para recuperar su flecha y cobrar la presa cuando Laurierel, el tercero
de los elfos le puso la mano en el hombro evitando que alargara la mano hasta
la liebre y la saeta.
- Mira, hermano – dijo Laurierel, - has acertado en el
cuello del pobre animal pero sin embargo su sangre es negra como los cuervos
del invierno -.
El elfo quedó quieto y fue Oropher quien se agachó a tocar
el animal.
- Está frío y acabas de acertarle. Aquí hay algo que se
escapa a nuestro entendimiento. Cogedlo y llevadlo a parte del resto de presas.
Necesitamos a alguien que nos ayude a comprender este incidente -.
Los tres elfos empezaron a correr. Sus pies eran más veloces
de lo que cualquier mortal pudiera imaginar. En no más de media hora estaban en
las dependencias de Oropher con sus dos videntes inspeccionando la liebre. La
habían rajado encima de una mesa, escudriñaban en sus tripas e interpretaban
los presagios que se les mostraban. En un instante ambos abrieron los ojos de
par en par, se miraron y después miraron a su señor, que esperaba ansioso.
- ¿Y bien? – Dijo el señor del bosque. – Decidme que habéis
visto.
- Señor – empezó uno de ellos, - tendréis que partir de
viaje con vuestras huestes. Deberéis moveros por las raíces del mundo hasta
llegar a Telnaron, la ciudadela del sueño, donde residen nuestros primos de
Ulthuan desde hace milenios. Un mal se cierne sobre la misma y vos sois el
salvador del asentamiento -.
- Belenor. Deramiel. – Dijo Oropher mirando a los videntes.
– ¿Estáis seguros de lo que habéis visto? ¿En qué nos atañe lo que ocurra en
tan lejanas tierras? ¿No sería suficiente con mi sola presencia? -
Belenor se adelantó y miró directo a los ojos de su señor y
dijo.
- Si no vamos, señor, se perderá algo más que un
asentamiento. Y tú, Oropher, sabes mejor que nadie que además debes ser tú
quien vaya -.
La mirada de Belenor lo decía todo. El
vidente lo sabía. Su más guardado secreto había salido al descubierto por una
maldita liebre. Ese asentamiento no tendría ni que existir hoy en día, era la
ciudadela de la que procedían sus antepasados, donde su abuelo había sido el
noble que gobernaba desde el palacete antes de la Guerra de la Barba. Antes de
que su madre y su padre, heredero por naturaleza de ese puesto de honor entre
los Altos Elfos, escogieran una mejor vida en el Bosque de Loren. Y aunque
Oropher era también heredero de ese puesto de honor, no lo quería como tampoco
lo había querido su padre. Ahora le tocaba partir a una cita, una cita con su
propio destino.
Una vez presentado el ejército, es hora de conocer la lista:
- Biennacido cambiante
- Cantor de los Árboles
- Cantor de los Árboles
- Noble bailarin
- Noble en Carro Silvano
- 10 Dríades
- 10 Dríades
- 10 Guardias del Bosque
- 10 Guardias del Bosque
- 3 Arbóreos
- 9 Bailarines
- 3 Jinetes de Halcón
- Carro Silvano
- 5 Jinetes de Kurnous
- Carro Silvano
- 5 Jinetes de Kurnous
- 5 Arqueros de Scarloc
- Hombre Árbol
- 3 Zoat
Altos Elfos, Ciudadela de Telnaron
Mithsain desmontó y se retiró el yelmo que le identificaba como señor de la ciudadela, y que en tantas batallas le había protegido. Con un gesto despidió al sirviente que se aprestaba a tomar las riendas de su montura, como hacía siempre, pues Ithil era mucho más que una bestia, la única criatura de todos sus dominios que no le exigía absolutamente nada para profesarle una lealtad incondicional. Mithsain apreciaba la quietud y tranquilidad del Nido de Grifo, la atalaya más alta, aunque esa quietud fuera una prueba viviente de la antaño esplendorosa ciudad, donde las dependencias de águilas, grifos, fénix y dragones habían estado repletas. Sin molestarse en retirar su armadura resplandeciente, comenzó a acariciar los flancos de Ithil, mientras cavilaba. La criatura ronroneaba como un gatito, pese a ser capaz de partir en dos a un ogro sin demasiado esfuerzo.
Repentinamente, las puertas se abrieron y Eithann entró como un vendaval. El hijo de Mithsain siempre había sido impetuoso, pese a los esfuerzos de su padre por inculcarle el valor de una actitud impertérrita, acorde al noble linaje que corría por sus venas. Por otra parte, esa fiereza y vigor habían hecho que Eithann se convirtiera en un capitán de renombre para todos los soldados de la ciudad, al que seguirían incuestionablemente y con gusto a cualquier parte, una cualidad que el gobernante apreciaba. Eithann hablaba atropelladamente, y segundos después entraba por las puertas abiertas Maerïdon, jadeante, sujetándose la toga para no tropezar, y el gobernante dedujo que había tratado de seguir a su hijo a la carrera.
-Padre, ya vienen, rápido, hay que prepararse, debemos encender la pira, hay que fortalecer las murallas, ¿tendremos provisiones?¿Nuestras herrerías están preparadas? Envía los emisarios, no hay tiempo que perder, resistiremos, pero hay que actuar, la iniciativa es vital, explícaselo Maerïdon, rápido, justo lo que me has contado.
Mithsain observaba a su hijo con una calma absoluta, como si bebiera de sus palabras, pero como si cayeran en un pozo insondable, sin mostrar un solo atisbo de alarma. Maerïdon, recuperando el aliento, trató de dirigirse al señor de Telnaron con toda la dignidad posible.
-Mi señor, vuestro hijo está en lo cierto. Me encontraba estudiando los tomos arcanos cuando percibí una conciencia tratando de contactarme. Ya sabéis lo peligroso que puede resultar algo así, por lo que inmediatamente erigí mis defensas, puesto que los demonios acechan a los sensibles a los vientos de la magia. Pero esa conciencia se estrelló contra mis defensas, como un grito de auxilio, y me resultaba conocida. Mirhil, mi señor, trataba de advertirnos desde el puesto de avanzadilla, haciendo usos de sus capacidades como mago Canalizador de Magia. Se acerca un ejército enorme, el mal parece haberse fijado finalmente en Telnaron, los vientos de la magia se agitan y se unen, el Caos se acerca y...
Eithann se estaba poniendo rojo viendo como su padre no movía un músculo, e interrumpió al hechicero.
-¿A qué esperamos padre? ¡Somos los protectores de Telnaron! La ciudad te necesita, ¡convoca a todos los que puedan empuñar lanza, arco o espada!
Finalmente Mithsain abrió la boca, demostrando una absoluta calma, pero también una confianza total en tener la situación controlada.
-Eithann, cuando los señores de Telnaron nos abandonaron, fui yo quien se hizo cargo de cuidar esta ciudadela, y jamás he dejado de hacerlo. Soy consciente de que hay quienes murmuran que su desaparición fue obrada por mí, y quienes creen que debí partir en busca del legítimo señor de la ciudadela, pero siempre he buscado lo mejor para cada elfo que habita tras estas murallas. ¿De verdad crees que me fui a pasear con mi fiel Ithil cuando una sombra tan alargada se cernía sobre Telnaron?¿De veras crees que no he hecho nada desde que empezaron a desaparecer nuestras patrullas, incluida tu hermana mayor?
Eithann se había quedado de piedra, jamás había visto a su padre demostrar tal pasión desatada en sus palabras, y es que era como un caudaloso río desbocado, anegando todo alrededor, su voz iba proyectándose cada vez más. Eithann se dió cuenta de que Maerïdon, que siempre había confiado en su señor, estaba manteniendo un hechizo para que aquel discurso llegara a toda la ciudad.
-Eithann, finalmente lo he hecho, finalmente he encontrado al señor de Telnaron, pues las cosas no ocurren al azar, y regresa para defender la ciudadela en su hora más terrible. He volado más allá de nuestros confines, y he hallado a nuestros antiguos hermanos, que se aprestan a venir en nuestra ayuda. Me han advertido de la amenaza, me han advertido del destino de mi amada hija, y me han advertido de que el Caos ha encontrado salvajes aliados para atacarnos. Pero si nos encerramos en nuestras murallas, sucumbiremos como cobardes ratas, puesto que nos enfrentamos a un ejército creado expresamente para arrasarnos, y nuestros hermanos no podrán llegar a tiempo a ayudarnos. Por eso, Eithann, hoy convoco a todos los guerreros de Telnaron a tomar las armas y seguirme, detendremos al enemigo antes de que sea demasiado fuerte, en aquel lugar donde contemos con nuestros aliados, y utilizando en nuestro favor estas tierras, que siempre nos han han tratado bien, y a las que tanto amamos. Partiremos con el crepúsculo, que todos se preparen, porque mañana acabaremos con el mal que nos acecha, y tú portarás el estandarte de nuestra casa cuando Mithsain, de la casa de Bërinor, devuelva el Yelmo de Telnaron, y la ciudadela intacta, a su legítimo heredero.
Repentinamente, las puertas se abrieron y Eithann entró como un vendaval. El hijo de Mithsain siempre había sido impetuoso, pese a los esfuerzos de su padre por inculcarle el valor de una actitud impertérrita, acorde al noble linaje que corría por sus venas. Por otra parte, esa fiereza y vigor habían hecho que Eithann se convirtiera en un capitán de renombre para todos los soldados de la ciudad, al que seguirían incuestionablemente y con gusto a cualquier parte, una cualidad que el gobernante apreciaba. Eithann hablaba atropelladamente, y segundos después entraba por las puertas abiertas Maerïdon, jadeante, sujetándose la toga para no tropezar, y el gobernante dedujo que había tratado de seguir a su hijo a la carrera.
-Padre, ya vienen, rápido, hay que prepararse, debemos encender la pira, hay que fortalecer las murallas, ¿tendremos provisiones?¿Nuestras herrerías están preparadas? Envía los emisarios, no hay tiempo que perder, resistiremos, pero hay que actuar, la iniciativa es vital, explícaselo Maerïdon, rápido, justo lo que me has contado.
Mithsain observaba a su hijo con una calma absoluta, como si bebiera de sus palabras, pero como si cayeran en un pozo insondable, sin mostrar un solo atisbo de alarma. Maerïdon, recuperando el aliento, trató de dirigirse al señor de Telnaron con toda la dignidad posible.
-Mi señor, vuestro hijo está en lo cierto. Me encontraba estudiando los tomos arcanos cuando percibí una conciencia tratando de contactarme. Ya sabéis lo peligroso que puede resultar algo así, por lo que inmediatamente erigí mis defensas, puesto que los demonios acechan a los sensibles a los vientos de la magia. Pero esa conciencia se estrelló contra mis defensas, como un grito de auxilio, y me resultaba conocida. Mirhil, mi señor, trataba de advertirnos desde el puesto de avanzadilla, haciendo usos de sus capacidades como mago Canalizador de Magia. Se acerca un ejército enorme, el mal parece haberse fijado finalmente en Telnaron, los vientos de la magia se agitan y se unen, el Caos se acerca y...
Eithann se estaba poniendo rojo viendo como su padre no movía un músculo, e interrumpió al hechicero.
-¿A qué esperamos padre? ¡Somos los protectores de Telnaron! La ciudad te necesita, ¡convoca a todos los que puedan empuñar lanza, arco o espada!
Finalmente Mithsain abrió la boca, demostrando una absoluta calma, pero también una confianza total en tener la situación controlada.
-Eithann, cuando los señores de Telnaron nos abandonaron, fui yo quien se hizo cargo de cuidar esta ciudadela, y jamás he dejado de hacerlo. Soy consciente de que hay quienes murmuran que su desaparición fue obrada por mí, y quienes creen que debí partir en busca del legítimo señor de la ciudadela, pero siempre he buscado lo mejor para cada elfo que habita tras estas murallas. ¿De verdad crees que me fui a pasear con mi fiel Ithil cuando una sombra tan alargada se cernía sobre Telnaron?¿De veras crees que no he hecho nada desde que empezaron a desaparecer nuestras patrullas, incluida tu hermana mayor?
Eithann se había quedado de piedra, jamás había visto a su padre demostrar tal pasión desatada en sus palabras, y es que era como un caudaloso río desbocado, anegando todo alrededor, su voz iba proyectándose cada vez más. Eithann se dió cuenta de que Maerïdon, que siempre había confiado en su señor, estaba manteniendo un hechizo para que aquel discurso llegara a toda la ciudad.
-Eithann, finalmente lo he hecho, finalmente he encontrado al señor de Telnaron, pues las cosas no ocurren al azar, y regresa para defender la ciudadela en su hora más terrible. He volado más allá de nuestros confines, y he hallado a nuestros antiguos hermanos, que se aprestan a venir en nuestra ayuda. Me han advertido de la amenaza, me han advertido del destino de mi amada hija, y me han advertido de que el Caos ha encontrado salvajes aliados para atacarnos. Pero si nos encerramos en nuestras murallas, sucumbiremos como cobardes ratas, puesto que nos enfrentamos a un ejército creado expresamente para arrasarnos, y nuestros hermanos no podrán llegar a tiempo a ayudarnos. Por eso, Eithann, hoy convoco a todos los guerreros de Telnaron a tomar las armas y seguirme, detendremos al enemigo antes de que sea demasiado fuerte, en aquel lugar donde contemos con nuestros aliados, y utilizando en nuestro favor estas tierras, que siempre nos han han tratado bien, y a las que tanto amamos. Partiremos con el crepúsculo, que todos se preparen, porque mañana acabaremos con el mal que nos acecha, y tú portarás el estandarte de nuestra casa cuando Mithsain, de la casa de Bërinor, devuelva el Yelmo de Telnaron, y la ciudadela intacta, a su legítimo heredero.
Una vez presentado el ejército, es hora de conocer la lista:
- Príncipe Élfico en Grifo
- Noble Élfico
- Mago
- Mago
- 24 Lanceros
- 5 Yelmos Plateados
- 5 Yelmos Plateados
- 10 Arqueros
- Carro de Tiranoc
- Carro de Tiranoc
- 16 Leones Blancos de Cracia
- 24 Maestros de la Espada de Hoeth
- 5 Príncipes Dragón de Caledor
- 5 Príncipes Dragón de Caledor
- Fénix
- 2 Lanzavirotes Garra de Águila
- 2 Águilas Gigantes
- 2 Águilas Gigantes
¡Ya queda poco!
Genial trasfondo, de nuevo enhorabuena, maese Peto. Habéis montado dos partidas muy llamativas, espero con muchas ganas las fotos y cronicas del evento (así como un cierre trasfondistico a las historias, por pedir que no quede jaja)
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