¡Buenos días! Con lo de mañana no va a estar el horno para bollos, pero mientras los generales afilan sus armas, me parece buena idea dejaros por aquí el trasfondo que preparé para el III Torneo Panzerhammer al que asistí hace un par de semanas, así como la lista que jugué, hecha de forma temática, para este torneo a 1.999 puntos. Y para saber más, ayer hubo vídeo...
Mientras el sol se ponía sobre
las antiguamente blancas murallas de la Ciudad de los Verdugos, juegos de luces
y sombras danzaban entre los restos de sangre que recubrían el mármol, y
Kelenthria contemplaba con una mirada de satisfacción a sus subordinados
desfilar, atravesando la singular puerta de la ciudad con aire marcial.
Las corazas de oro bruñido de los
caballeros gélidos atraían todas las miradas de los ciudadanos elfos que veían
partir al contingente, aunque sin duda se podría encontrar entre la multitud a
más de un noble que esperaba que jamás volvieran de su misión, librándose así
de sus rivales políticos, que con frecuencia además compartían su mismo
apellido.
La Ciudad del Culto a Khaine
tenía mucho en común con el resto de ciudades de Naggaroth, pero también muchas
diferencias, porque pese a que la lealtad al Rey Malekith no se ponía en duda,
quien gobernaba la ciudad a su antojo era el Culto de Khaine, personificado en
Hellebron, la anciana Reina Bruja. Y las leyes que emanaban de su autoridad
religiosa eran únicas en el reino, puesto que mucho de lo que en cualquier
rincón de Naggaroth era permitido, e incluso incentivado, estaba prohibido en
Har Ganeth.
En ese momento se podía contemplar
con orgullo el paso de los verdugos, soldados rituales que empuñaban el
tradicional draich y que se encargaban de la última consecuencia de la ley
misma. Y precisamente el hecho de que alguien hubiera escapado a su audiencia
con los distinguidos avatares del dios Khaine era lo que originaba su misión.
Hacía unos días que se había descubierto el asesinato de Yldrëth Morwel en sus
aposentos, poderoso traficante de esclavos y uno de los más generosos donantes
de sacrificios al Templo, para gran desagrado de la señora de la ciudad. Por lo
que le habían comunicado a Kelenthria no había sido muy difícil encontrar a la
mano ejecutora y sonsacarle el resto de la información de forma extremadamente
concienzuda, pero para cuando la guardia había acudido a buscar al culpable
último de cometer un asesinato en Har Ganeth, el mercader Dagorëth Kiswel había
escapado de la ciudad, y aparentemente embarcado en un Arca Negra.
Nadie escapaba de la ley de
Hellebron, y el Templo se enorgullecía mucho de ello, así que por fin había
llegado su oportunidad de ganarse el favor de la Reina Bruja. A Kelenthria se
le había encomendado traer de vuelta al fugitivo para que conociera de primera
mano las consecuencias de sus actos, y se le había dado el mando de una pequeña
expedición. No eran muchos soldados, pero las tropas de Har Ganeth no eran como
las del resto de ciudades, eran verdaderos especialistas en complacer al Dios
de la Mano Ensangrentada.
En ese momento se percató
Kelenthria, con cierto disimulado disgusto, de que una sombra se había
manifestado a su lado. Encapuchado, el elfo no dijo una sola palabra. Se
trataba del asesino que el Templo había puesto a su servicio en aquella
expedición. Podía ser muy útil, pero la elfa era plenamente consciente de que
tendría su propia misión y que si no satisfacía las expectativas que la Reina
Bruja había puesto en ella, probablemente el asesino se ocuparía de que jamás
volviera a ver las murallas de la Tierra del Frío.
El desfile continuaba, y la gente
que lo contemplaba había retrocedido un par de pasos de forma casi
inconsciente. En contraste con las brillantes armaduras que acababan de
contemplar, ahora una multitud de semidesnudas elfas brujas saltaban y danzaban
mientras sus aullidos y cánticos alababan a Khaine. Kelenthria era consciente
de que su misión le iba a privar de asistir a la Noche de la Sangre, para la
que solo faltaban unas pocas semanas, y eso le dejaba un mal sabor de boca. Por
otro lado, estaba completamente segura de que el Templo esperaba que no
volviera de su viaje solo con Dagorëth apresado, así que tendría la ocasión de
aprovechar la travesía para “visitar” y “conocer” unos cuantos lugares y a sus
gentes, y darles a conocer al dios favorito de los elfos oscuros. Cruzó la
mirada con la única elfa bruja que no danzaba, la sacerdotisa tenía una mirada
homicida que le helaba la sangre a cualquiera, pero a Kelenthria le encantaba
alcanzar ese estado cuando entraba en batalla. Tenía grandes expectativas a
largo plazo, y había puesto muchas esperanzas en que esta misión le acercara a
sus objetivos. Pero, como mínimo, iba a disfrutar de ese viaje.
- Noble elfa oscura con alabarda, armadura pesada, capa de dragón marino, escudo y Sello de Ghrond
- Asesino con dos armas de mano, Caricia Mortal y Veneno Negro
- Sacerdotisa elfa bruja con Matahombres y Runa de Khaine
- 5 jinetes oscuros con lanza y músico
- 25 elfas brujas de Khaine con dos armas de mano, grupo de mando completo, Estandarte de la Sangre y Matahombres en la campeona
- 15 elfas brujas de Khaine con dos armas de mano, grupo de mando completo, Estandarte de Guerra y Poción Bruja en la campeona
- 20 verdugos con grupo de mando completo
- 10 caballeros gélidos con grupo de mando completo
- Caldero de sangre
Si señor, muy chulo. Breve y potente a la vez. A esta secta en concreto quiero tenerla en frente de una mesa en algun momento, aver de k pazta ezta hecha...o a ver en q pazta me convierte.
ResponderEliminar