domingo, 23 de febrero de 2025

El taller del Gobbo. Capítulo 2: La trincaminis

  ¡Buenos días y bienvenidos de nuevo a las clases goblinescas de Veseso! Tras una pequeña pausa (los goblins también tienen vacaciones) está de vuelta el taller del Gobbo, que tras enseñarnos algo sobre herramientas de preparación de minis va a pasar a construir un artefacto para su manipulación, la trincaminis.



¡Hola a todos, compis escalistas y ocasionales visitantes del Blog!; parece que ya tocaba hacer el segundo episodio del taller del Gobbo, y he de decir que creo que en esta ocasión le llega el turno a una herramienta que será útil para todo el mundo, tanto para aquellos que pinten cientos de miniaturas al año (¡malditos seáis todos vosotros!) como para los que nos tiramos meses con una sola miniatura; me estoy refiriendo a la Trincaminis.



Bueno, yo llamo a este invento mío así, pero por ahí se leen multitud de nombres distintos para cantidad de diversos diseños destinados al mismo uso: Mango/ Handle/ Painting Handle/ Miniature holder…etc y como mi diseño es taaaaaan adaptable y no tiene por qué ser una empuñadura (que se puede reconfigurar para que, en efecto, lo sea), pues he decidido llamarlo así; ¿qué pasa?.



A todo esto, seguro que habrá quien se esté preguntando lo siguiente:

-¿Y para qué quiero yo un cachivache más para coger las miniaturas mientras modelo sobre ellas o las pinto?-

Evidentemente, las minis se pueden coger como si tal cosa con los dedos mientras trabajamos sobre ellas, pero es mucho más conveniente no hacerlo por los siguientes motivos:

1.      No degradar la pintura que ya hemos aplicado.

El estar haciendo contacto con frecuencia sobre una superficie ya pintada dará como resultado la erosión de la propia pintura por fricción y contacto (por mucho cuidado que se tenga).

2.      No engrasar la miniatura.

Hemos de tener en cuenta que la grasa que exudamos por nuestros poros, incluso por la piel de nuestras manos, afecta negativamente a la pintura con la que entra en contacto por los ácidos que contiene, además de dificultar que las sucesivas capas (de pintura, barniz, o lo que sea) que pongamos por encima de lo ya engrasado, tendrán menos agarre sobre la superficie, ya que la grasa tiene cualidades antiadherentes (de hecho, lo suyo es desengrasarlas antes de imprimarlas por los restos de desmoldeante que puedan traer de fábrica).

3.      Encontrar un punto de agarre sólido.

Puede parecer una chuminada, pero es mucho más fácil pintar si sabes que manipulando la trincaminis (o la empuñadura/ handle de turno) no vas a partir una lanza, o se te va a escurrir la miniatura que si te dedicas a hacer malabarismos con la mini mientras le vas dando vueltas y vueltas con la punta de los dedos como puedes con una sola mano.

4.      La propia trincaminis te servirá de “peana ampliada” para dejarla con seguridad donde sea, permitiéndote coger y dejar la mini cuando quieras sin tener siquiera que tocar la misma.

-Ya… ¿y por qué debería escoger la trincaminis en lugar de un modelo comercial al uso?... ¡¡¡NO QUIERO PERDER EL TIEMPO EN HACER ALGO QUE PUEDO COMPRAR!!!-

Bueno, en tal caso, deja que te explique por qué creo, sinceramente, que la trincaminis es mejor que CUALQUIER empuñadura comercial que puedas adquirir:

1.      Los modelos comerciales tienen sistemas de sujeción de lo más diversos; imantados, por rosca mecánica, por masilla adhesiva, por goma elástica… etc, y todos ellos, con la excepción del de rosca mecánica, podrían dejar caer la miniatura con relativa facilidad con un poco de presión horizontal. La trincaminis, en cambio, puede sujetar cualquier peana con la firmeza que queráis y sin marcar la propia peana (de hecho, sería más fácil conseguir despegar la mini de la peana que separar accidentalmente el conjunto de miniatura-peana de la trincaminis), aunque he de reconocer que el sistema de la rosca mecánica es bastante eficaz y fiable, si bien es cierto que podría aflojarse con el uso.

2.      En los modelos comerciales la empuñadura suele ser integral (no se les puede quitar), por lo que se hace difícil guardar cierto número de ellos en un cajón o caja, y con la trincaminis, dado que es modular, puedes usarla con o sin empuñadura, y guardar por separado la empuñadura de la propia trincaminis.

3.      La trincaminis ni mancha (a diferencia de los modelos comerciales que usan masilla adhesiva) ni marca las peanas.

4.      Dado que te la puedes hacer tú con materiales reciclados, la trincaminis ES PRÁCTICAMENTE GRATIS, lo que permite que puedas tener todas las que quieras, al punto de poder pintar un regimiento de, por ejemplo, 20 miniaturas, cada una con su propia trincaminis, sin necesidad de estar cambiando de miniatura en la empuñadura comercial si haces pintados secuenciales en serie (primero toda la piel, después todo el metal, después todo el cuero… etc), si bien es cierto que podrías comprarte 20 empuñaduras comerciales distintas… pero el precio de cada una suele estar entre los 6 y los 23 euros la unidad, así que…

5.      La trincaminis SE PUEDE HACER PARA CUALQUIER TAMAÑO Y TIPO DE PEANA

6.      ¡Y además reciclas!, ¿qué más se puede pedir?.  

Bien, explicado ya todo lo anterior, diré que la idea de la trincaminis es la “lógica” evolución de un utensilio muy usado en el modelismo para fijar las miniaturas: el corcho. En mi caso, además de haber modelado alguna figura clavando el alma de alambre a corchos (seguro que en la White Dwarf visteis “Greens” de los modelistas de Workshop clavados a corchos), también usé este sistema para pintar alguna miniatura, perforando la planta del pie de la miniatura, pegándole el correspondiente alambre y clavando este en el corcho (muy eficaz y recomendable). Tras esta experiencia, viendo lo cómodo que era trabajar así, me pregunté: ¿cómo podría sujetar la peana directamente al corcho con total firmeza a la vez que pudiese extraer la misma del corcho con facilidad?.



-¡Pero Gobbo!, ¿cómo se hace eso?-

Lo primero, necesitaremos reunir la siguiente lista de materiales y herramientas:

1-Un montonazo de corchos de botellas de vino, intentando que todos sean del mismo tipo, calibre y altura (seguro que si os acercáis a un bar y les pedís que os vayan guardando los corchos, no les importa).

2-Una sufridera de madera (una tablilla o taco de madera que podamos usar para cortar el corcho con el cúter sobre ella sin tener que preocuparnos por si la marcamos… realmente podríais hacerlo sobre cualquier superficie, pero vaya, Veseso no se hace responsable de que vuestra pareja os “azezine” si os da por acuchillar la mesa del comedor… ¡avisados quedáis!)

3-Cúter con un filo no muy maltratado…

4-Alambre galvanizado (con 1 mm de grosor estará bien).

5-Cortaalambres (Si tenéis los alicates, no harán falta).

6-Alicates o Tenaza chata ancha con canal de agarre para alambre.

7-Tenazas de punta redonda (podéis hacerlo con los alicates si su boca no es muy ancha… pero la herramienta ideal es la tenaza de punta redonda).

8-Lima o Limatón.

9-Marcador (rotulador, permanente…).

10-Tornillos de cabeza plana (Para corchos de vino de tamaño estándar, con 20 mm de longitud como máximo será suficiente, intentando que la rosca tenga la mayor altura posible, a fin de asegurarnos que pueda “morder” el corcho cuanto más, mejor).

11-Destornillador acorde a la cabeza de los tornillos que vayamos a usar.

12-Tapones de plástico de botella (uno por trincaminis que vayamos a hacer).

13-Broca para metal o madera (preferiblemente para metal) de un calibre entre 1 y 2 mm inferior al diámetro de la cabeza de los tornillos que vayamos a usar.

14-Taladro (realmente podríamos hacerlo sin él… pero ahorraréis un montón de tiempo y tampoco es plan jugar a Robinson Crusoe si tenéis acceso a alguno).



Teniendo reunidos todos los materiales y herramientas, vamos a hacer varias trincaminis para peanas cuadradas de 20x20 mm o redondas de 20mm de diámetro (que se hacen igual) y lo vamos a hacer por pasos para asegurarme que no me olvido de nada.

1-     Tomamos uno de los corchos, lo colocamos “de pie” sobre la sufridera de madera, y con ayuda del cúter, le cortamos una “loncha” longitudinal como a un tercio.





2-     Repetimos la operación con otro corcho nuevo, descartando sendas “lonchas” que obtuvimos en el proceso y enfrentamos los corchos; con estos cortes lo que conseguimos es, por un lado, el ganar más anchura en el corcho al aunar ambos fragmentos, y por otro, hacerlo con un buen asiento entre ambos cuerpos.




3-     Cortamos 4 alambres con una longitud tal, que, colocándolos sobre el corcho, cada extremo pueda sobresalir del corcho unos 5mm por lado.



4-     Sujetando cada alambre con las tenazas chatas anchas, o con el alicate, le vamos sacando punta a cada extremo de los 4 alambres usando la lima o limatón.





5-     Dejamos a un lado los alambres, tomamos de nuevo los trozos de corcho que cortamos en pasos anteriores, y con ayuda del marcador/ permanente, “dividimos” con marcas el lateral de los corchos en 4 partes iguales, y el conjunto, por la mitad.




6-     Juntamos ambas piezas de corcho, tratando que estén lo mejor asentadas y enfrentadas entre sí que podamos, y usando las marcas que dibujamos previamente sobre los corchos a modo de referencia, y empezando por un extremo de los corchos, atravesamos los corchos con uno de los alambres usando el alicate o las tenazas chatas anchas para hacerlo con la mayor seguridad posible. Dado que el corcho no es un material homogéneo, sino que alterna constantemente en su interior diversos grados de dureza y resistencia a la presión y perforación, lo más probable es que el alambre no salga exactamente por donde teníamos previsto, pero mejor no alarmarnos ni obcecarnos, si el error fuese muy grande, siempre podemos extraer el alambre, enderezarlo, e intentarlo de nuevo, de igual modo, no tiene por qué ser perfecto; mientras consigamos una mínima simetría y homogeneidad en el perforado, debería ser suficiente.




7-     Tomando ahora las tenazas de punta redonda, redoblamos uno de los extremos del alambre como si fuese un garfio.



8-     Ahora mordemos con firmeza el otro extremo del alambre (el que aún debería estar recto) con las tenazas chatas anchas o el alicate y tiramos en dirección contraria al extremo que dejamos con forma de garfio, haciendo que el garfio se hunda profundamente en el corcho y que el extremo recto sobresalga más a consecuencia de esta acción.





9-     Tomando las tenazas de punta redonda, doblamos ahora el extremo que sobresale del alambre, dejando de nuevo esa forma de gancho.



10-  Apoyando el corcho y el garfio QUE HABÍAMOS HUNDIDO PRIMERO EN EL CORCHO en la sufridera de madera, presionamos el garfio que nos queda “al aire” con las tenazas o alicate, favoreciendo que este se doble en la dirección de la punta del garfio, haciendo que se hunda en el corcho. Es importante que durante esta acción, el lado contrario del alambre (que ya estaba hundido en este) esté bien apoyado, ya que de lo contrario, al ejercer una presión opuesta, lo sacaríamos de su lugar.





11-  Repetimos la operación con los 3 alambres restantes.




12-  Ahora, volvemos a apoyar los corchos (que deberían estar firmemente alambrados entre sí) sobre la sufridera y los cortamos por la mitad.



13-  Ahora cogemos nuestra peana de 20x20mm y la presentamos sobre cada una de nuestras 2 nuevas mitades, empleando el marcador/ permanente para dibujar su silueta.




14-  Ahora proyectamos con el marcador dicha silueta hacia abajo del corcho 1 o 2 mm menos que la altura que tenga nuestra peana.

 




 

15-  Con el marcador, trazamos un ángulo de 45º (aproximadamente) hacia el interior y hacia arriba partiendo de cada vértice de la base proyectada anteriormente.



16-  Ahora, procederemos a retirar, con la ayuda del cúter, el área que hemos delimitado.





17-  Bien, como veis, ya tendríamos la base de lo que sería la propia trincaminis, pues es en ese hueco tallado, donde podremos encajar, cual ficha, nuestra peana. Es posible que tengamos que hacer algún ajuste en este punto si vemos que la peana entra demasiado forzada (claramente, habrá que retirar algo más de corcho), y es en este punto, donde veremos cuán prieto queremos el encaje.





En sí, podríamos decir que la trincaminis ya sería plenamente funcional, pero si le dedicamos unos pocos pasos más, será aún más útil.

A fin de brindarle más apoyo y estabilidad cuando queramos que repose (con o sin miniatura “trincada”) sobre una superficie, vamos a ponerle una “peana” especial.

18-  Primero, nos aseguramos que los tornillos que hemos escogido no sean más altos que los corchos que hemos preparado, ya que, de lo contrario, ¡Buen negocio habríamos hecho!



19-  Presentamos los corchos DENTRO del tapón de botella que usaremos a modo de peana, y con el permanente, marcaremos, aproximadamente, dónde quedaría el centro de uno de los corchos de la trincaminis, en el tapón, y perforamos el tapón con la broca que comentamos anteriormente en el apartado de materiales y herramientas, usando la sufridera como apoyo.

 

-¡Pero Veseso!, ¡ello hará que el tornillo no quede en el centro del tapón!-

 

¡Correcto!; si pusiésemos el tornillo en el centro del tapón, cuando fuésemos a roscarlo dentro de los corchos, este iría presionando ambos corchos en direcciones opuestas, separándolos entre sí y arruinando todo nuestro trabajo previo. Por ello, debemos marcar el tapón aproximadamente por donde vaya a reposar el centro de uno de los corchos, para que una vez hayamos hecho el agujero en el tapón para posteriormente roscar el tornillo, este se introduzca dentro de uno de los corchos, no entre ambos.




20-  Ahora simplemente toca roscar, con la ayuda del destornillador, el tornillo en la trincaminis, uniendo tapón y corchos, ¡pero aguarda!, porque antes, es momento de decidir la “configuración” de nuestra trincaminis:

 

Si queréis usarla como yo la uso, tomándola por el tapón entre el índice y el pulgar de la mano izquierda mientras pintáis o modeláis, entonces os recomiendo que rosquéis el tornillo con el tapón de botella ENSEÑANDO LA ROSCA DE PLÁSTICO HACIA ARRIBA, COMO SI FUESE UN CUENCO, ya que de este modo, podréis bajar todo lo posible el centro de gravedad de la trincaminis, y si la mini que trinquéis en ella no es muy alta, incluso podréis guardar la trincaminis (con mini trincada y todo) dentro de un cajón como yo hago, o dentro de una caja bien cerrada para que no se le deposite polvo en su superficie cuando no estáis pintando. Sería igualmente aconsejable que rosquéis el tornillo hasta que la presión haga que la superficie del tapón se combe ligeramente hacia arriba (esto es, quedando ligeramente convexo); esto es para que consigamos que el volumen extra que nos dejaría la cabeza del tornillo quede hundida hacia el corcho, a fin que el tapón apoye totalmente sobre la superficie donde dejemos la trincaminis y no “baile”. Como recomendación adicional si decidís probar esta configuración, a veces los tapones de botella escurren un poco, pero esto es fácilmente corregible “anillando” el propio tapón por fuera con una de esas gomas con las que se hacen los haces de los espárragos, sujetando el tapón por ahí, ya que de este modo ganaréis mucha más adherencia.

 




 

No obstante, si os gusta o estáis acostumbrados a empuñar un artilugio industrial que sujete la miniatura mientras pintáis, en tal caso os recomiendo que rosquéis el tornillo con el tapón OCULTANDO LA ROSCA DE PLÁSTICO, ya que de este modo, podréis roscar el tapón de botella en una botella, que a su vez podréis usar como empuñadura; aquí tendréis un porrón de opciones distintas, desde las botellas pequeñas que cubrirán suficientemente con su función de empuñadura, hasta las de 1 o 2 Litros, que os permitirán realzar la mini asentando la botella directamente en la mesa, o incluso las garrafas de 5 u 8 L, que os permitirán aprovechar la angostura que precede al cuello y boca de la garrafa para apoyar la base de la mano que sujeta el pincel, ganando mucha precisión con ello, empleándolo como apoyo a la vez que la garrafa encuentra un asiento firme reposando sobre la mesa.

El truco de la goma de los espárragos es igualmente empleable en las botellas (quizá no así en las garrafas, pero dudo que ahí sea realmente necesario), y como última recomendación, quizá sea buena idea meterle tierra a la botella/ garrafa antes de roscarle la trincaminis, ya que así, ganaréis en estabilidad (tanto cuando la empuñéis como cuando la dejéis reposar sobre alguna superficie.

-Ya Veseso, todo eso está muy bien, pero el caso es que yo uso peanas más grandes que de 20mm… ¡Y encima son redondas y ovaladas!-

Tranquilidad, ¡Todo está previsto!




Lo que aquí veis es el trípode de un lanzapinchoz montado sobre una peana redonda de 50mm, trincado a su vez en una trincaminis de 5 corchos. Realmente, lo único que hay que hacer es ir cortando y enfrentando tapones hasta que consigamos sobrepasar mínimamente (unos 5mm por cada extremo) la peana en cuestión a fin de permitir tener a los corchos la suficiente mordida sobre la peana, por lo que en verdad, no hay límite o restricción de formas y tamaños de peana para las trincaminis, de hecho, si os fijáis, en ocasiones, como en este caso en concreto, puede ser tal la superficie obtenida de juntar corchos que puede no ser necesario ni el ponerle el tapón de botella a modo de base; ¡si tienes suficiente corcho y alambre, “tó eztá zoluzionáo”!

Llegando ya al final del artículo, espero que esta locura que os he presentado, fruto sin duda de los hongos y setas que a los gobbos tanto nos gustan, os haya resultado útil, bien tomada tal cual, o bien adaptada y mejorada para vuestro uso particular (y si se da tal cosa, no me seáis como los taponcetes con mala leche y barba guardándooslo para vosotros; ¡Compartidlo!).

En fin, de momento se despide de vosotros, pero con mucho “Afekto”, vuestro compi el Gobbo. ¡Nos vemos!

PD: Javielasur, diste en el clavo adivinando lo que podía ser la trincaminis, jéje

 

Veseso, el Gobbo Errante, en Cuenca, a 16-02-2.025

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