¡Buenos días y bienvenidos de nuevo a las clases goblinescas de Veseso! Tras una pequeña pausa (los goblins también tienen vacaciones) está de vuelta el taller del Gobbo, que tras enseñarnos algo sobre herramientas de preparación de minis va a pasar a construir un artefacto para su manipulación, la trincaminis.
¡Hola a todos, compis escalistas y ocasionales visitantes
del Blog!; parece que ya tocaba hacer el segundo episodio del taller del Gobbo,
y he de decir que creo que en esta ocasión le llega el turno a una herramienta
que será útil para todo el mundo, tanto para aquellos que pinten cientos de
miniaturas al año (¡malditos seáis todos vosotros!) como para los que nos
tiramos meses con una sola miniatura; me estoy refiriendo a la Trincaminis.
Bueno, yo llamo a este invento mío así, pero por ahí se leen
multitud de nombres distintos para cantidad de diversos diseños destinados al mismo
uso: Mango/ Handle/ Painting Handle/ Miniature holder…etc y como mi diseño es
taaaaaan adaptable y no tiene por qué ser una empuñadura (que se puede
reconfigurar para que, en efecto, lo sea), pues he decidido llamarlo así; ¿qué
pasa?.
A todo esto, seguro que habrá quien se esté preguntando lo
siguiente:
-¿Y para qué quiero yo un cachivache más para coger las
miniaturas mientras modelo sobre ellas o las pinto?-
Evidentemente, las minis se pueden coger como si tal cosa
con los dedos mientras trabajamos sobre ellas, pero es mucho más conveniente no
hacerlo por los siguientes motivos:
1.
No degradar la pintura que ya hemos
aplicado.
El estar haciendo contacto con frecuencia
sobre una superficie ya pintada dará como resultado la erosión de la propia
pintura por fricción y contacto (por mucho cuidado que se tenga).
2.
No engrasar la miniatura.
Hemos de tener en cuenta que la grasa que
exudamos por nuestros poros, incluso por la piel de nuestras manos, afecta
negativamente a la pintura con la que entra en contacto por los ácidos que
contiene, además de dificultar que las sucesivas capas (de pintura, barniz, o
lo que sea) que pongamos por encima de lo ya engrasado, tendrán menos agarre
sobre la superficie, ya que la grasa tiene cualidades antiadherentes (de hecho,
lo suyo es desengrasarlas antes de imprimarlas por los restos de desmoldeante
que puedan traer de fábrica).
3.
Encontrar un punto de agarre sólido.
Puede parecer una chuminada, pero es mucho
más fácil pintar si sabes que manipulando la trincaminis (o la empuñadura/
handle de turno) no vas a partir una lanza, o se te va a escurrir la miniatura que
si te dedicas a hacer malabarismos con la mini mientras le vas dando vueltas y
vueltas con la punta de los dedos como puedes con una sola mano.
4.
La propia trincaminis te servirá de “peana
ampliada” para dejarla con seguridad donde sea, permitiéndote coger y dejar
la mini cuando quieras sin tener siquiera que tocar la misma.
-Ya… ¿y por qué debería escoger la trincaminis en lugar de
un modelo comercial al uso?... ¡¡¡NO QUIERO PERDER EL TIEMPO EN HACER ALGO QUE
PUEDO COMPRAR!!!-
Bueno, en tal caso, deja que te explique por qué creo,
sinceramente, que la trincaminis es mejor que CUALQUIER empuñadura comercial
que puedas adquirir:
1.
Los modelos comerciales tienen sistemas de
sujeción de lo más diversos; imantados, por rosca mecánica, por masilla
adhesiva, por goma elástica… etc, y todos ellos, con la excepción del de rosca
mecánica, podrían dejar caer la miniatura con relativa facilidad con un poco de
presión horizontal. La trincaminis, en cambio, puede sujetar cualquier peana
con la firmeza que queráis y sin marcar la propia peana (de hecho, sería más
fácil conseguir despegar la mini de la peana que separar accidentalmente el
conjunto de miniatura-peana de la trincaminis), aunque he de reconocer que el
sistema de la rosca mecánica es bastante eficaz y fiable, si bien es cierto que
podría aflojarse con el uso.
2.
En los modelos comerciales la empuñadura suele
ser integral (no se les puede quitar), por lo que se hace difícil guardar
cierto número de ellos en un cajón o caja, y con la trincaminis, dado que es
modular, puedes usarla con o sin empuñadura, y guardar por separado la
empuñadura de la propia trincaminis.
3.
La trincaminis ni mancha (a diferencia de los
modelos comerciales que usan masilla adhesiva) ni marca las peanas.
4.
Dado que te la puedes hacer tú con materiales
reciclados, la trincaminis ES PRÁCTICAMENTE GRATIS, lo que permite que puedas
tener todas las que quieras, al punto de poder pintar un regimiento de, por
ejemplo, 20 miniaturas, cada una con su propia trincaminis, sin necesidad de
estar cambiando de miniatura en la empuñadura comercial si haces pintados
secuenciales en serie (primero toda la piel, después todo el metal, después
todo el cuero… etc), si bien es cierto que podrías comprarte 20 empuñaduras
comerciales distintas… pero el precio de cada una suele estar entre los 6 y los
23 euros la unidad, así que…
5.
La trincaminis SE PUEDE HACER PARA CUALQUIER
TAMAÑO Y TIPO DE PEANA
6.
¡Y además reciclas!, ¿qué más se puede pedir?.
Bien, explicado ya todo lo anterior, diré que la idea de la
trincaminis es la “lógica” evolución de un utensilio muy usado en el modelismo
para fijar las miniaturas: el corcho. En mi caso, además de haber modelado
alguna figura clavando el alma de alambre a corchos (seguro que en la White
Dwarf visteis “Greens” de los modelistas de Workshop clavados a corchos),
también usé este sistema para pintar alguna miniatura, perforando la planta del
pie de la miniatura, pegándole el correspondiente alambre y clavando este en el
corcho (muy eficaz y recomendable). Tras esta experiencia, viendo lo cómodo que
era trabajar así, me pregunté: ¿cómo podría sujetar la peana directamente al
corcho con total firmeza a la vez que pudiese extraer la misma del corcho con
facilidad?.
-¡Pero Gobbo!, ¿cómo se hace eso?-
Lo primero, necesitaremos reunir la siguiente lista de
materiales y herramientas:
1-Un montonazo de corchos de botellas de vino,
intentando que todos sean del mismo tipo, calibre y altura (seguro que si
os acercáis a un bar y les pedís que os vayan guardando los corchos, no les
importa).
2-Una sufridera de madera (una tablilla o taco de
madera que podamos usar para cortar el corcho con el cúter sobre ella sin tener
que preocuparnos por si la marcamos… realmente podríais hacerlo sobre cualquier
superficie, pero vaya, Veseso no se hace responsable de que vuestra pareja os
“azezine” si os da por acuchillar la mesa del comedor… ¡avisados quedáis!)
3-Cúter con un filo no muy maltratado…
4-Alambre galvanizado (con 1 mm de grosor estará
bien).
5-Cortaalambres (Si tenéis los alicates, no harán
falta).
6-Alicates o Tenaza chata ancha con canal de agarre para
alambre.
7-Tenazas de punta redonda (podéis hacerlo con los
alicates si su boca no es muy ancha… pero la herramienta ideal es la tenaza de
punta redonda).
8-Lima o Limatón.
9-Marcador (rotulador, permanente…).
10-Tornillos de cabeza plana (Para corchos de vino de
tamaño estándar, con 20 mm de longitud como máximo será suficiente, intentando
que la rosca tenga la mayor altura posible, a fin de asegurarnos que pueda
“morder” el corcho cuanto más, mejor).
11-Destornillador acorde a la cabeza de los tornillos
que vayamos a usar.
12-Tapones de plástico de botella (uno por
trincaminis que vayamos a hacer).
13-Broca para metal o madera (preferiblemente para
metal) de un calibre entre 1 y 2 mm inferior al diámetro de la cabeza de los
tornillos que vayamos a usar.
14-Taladro (realmente podríamos hacerlo sin él… pero
ahorraréis un montón de tiempo y tampoco es plan jugar a Robinson Crusoe si
tenéis acceso a alguno).
Teniendo reunidos todos los materiales y herramientas, vamos
a hacer varias trincaminis para peanas cuadradas de 20x20 mm o redondas de 20mm
de diámetro (que se hacen igual) y lo vamos a hacer por pasos para asegurarme
que no me olvido de nada.
1-
Tomamos uno de los corchos, lo colocamos “de
pie” sobre la sufridera de madera, y con ayuda del cúter, le cortamos una
“loncha” longitudinal como a un tercio.
2-
Repetimos la operación con otro corcho nuevo,
descartando sendas “lonchas” que obtuvimos en el proceso y enfrentamos los
corchos; con estos cortes lo que conseguimos es, por un lado, el ganar más
anchura en el corcho al aunar ambos fragmentos, y por otro, hacerlo con un buen
asiento entre ambos cuerpos.
3-
Cortamos 4 alambres con una longitud tal, que,
colocándolos sobre el corcho, cada extremo pueda sobresalir del corcho unos 5mm
por lado.
4-
Sujetando cada alambre con las tenazas chatas
anchas, o con el alicate, le vamos sacando punta a cada extremo de los 4
alambres usando la lima o limatón.
5-
Dejamos a un lado los alambres, tomamos de nuevo
los trozos de corcho que cortamos en pasos anteriores, y con ayuda del
marcador/ permanente, “dividimos” con marcas el lateral de los corchos en 4
partes iguales, y el conjunto, por la mitad.
6-
Juntamos ambas piezas de corcho, tratando que
estén lo mejor asentadas y enfrentadas entre sí que podamos, y usando las
marcas que dibujamos previamente sobre los corchos a modo de referencia, y
empezando por un extremo de los corchos, atravesamos los corchos con uno de los
alambres usando el alicate o las tenazas chatas anchas para hacerlo con la mayor
seguridad posible. Dado que el corcho no es un material homogéneo, sino que
alterna constantemente en su interior diversos grados de dureza y resistencia a
la presión y perforación, lo más probable es que el alambre no salga
exactamente por donde teníamos previsto, pero mejor no alarmarnos ni
obcecarnos, si el error fuese muy grande, siempre podemos extraer el alambre,
enderezarlo, e intentarlo de nuevo, de igual modo, no tiene por qué ser
perfecto; mientras consigamos una mínima simetría y homogeneidad en el
perforado, debería ser suficiente.
7-
Tomando ahora las tenazas de punta redonda,
redoblamos uno de los extremos del alambre como si fuese un garfio.
8-
Ahora mordemos con firmeza el otro extremo del
alambre (el que aún debería estar recto) con las tenazas chatas anchas o el
alicate y tiramos en dirección contraria al extremo que dejamos con forma de
garfio, haciendo que el garfio se hunda profundamente en el corcho y que el
extremo recto sobresalga más a consecuencia de esta acción.
9-
Tomando las tenazas de punta redonda, doblamos
ahora el extremo que sobresale del alambre, dejando de nuevo esa forma de
gancho.
10- Apoyando
el corcho y el garfio QUE HABÍAMOS HUNDIDO PRIMERO EN EL CORCHO en la sufridera
de madera, presionamos el garfio que nos queda “al aire” con las tenazas o
alicate, favoreciendo que este se doble en la dirección de la punta del garfio,
haciendo que se hunda en el corcho. Es importante que durante esta acción, el
lado contrario del alambre (que ya estaba hundido en este) esté bien apoyado,
ya que de lo contrario, al ejercer una presión opuesta, lo sacaríamos de su
lugar.
11- Repetimos
la operación con los 3 alambres restantes.
12- Ahora,
volvemos a apoyar los corchos (que deberían estar firmemente alambrados entre
sí) sobre la sufridera y los cortamos por la mitad.
13- Ahora
cogemos nuestra peana de 20x20mm y la presentamos sobre cada una de nuestras 2
nuevas mitades, empleando el marcador/ permanente para dibujar su silueta.
14- Ahora
proyectamos con el marcador dicha silueta hacia abajo del corcho 1 o 2 mm menos
que la altura que tenga nuestra peana.
15- Con
el marcador, trazamos un ángulo de 45º (aproximadamente) hacia el interior y
hacia arriba partiendo de cada vértice de la base proyectada anteriormente.
16- Ahora,
procederemos a retirar, con la ayuda del cúter, el área que hemos delimitado.
17- Bien,
como veis, ya tendríamos la base de lo que sería la propia trincaminis, pues es
en ese hueco tallado, donde podremos encajar, cual ficha, nuestra peana. Es
posible que tengamos que hacer algún ajuste en este punto si vemos que la peana
entra demasiado forzada (claramente, habrá que retirar algo más de corcho), y
es en este punto, donde veremos cuán prieto queremos el encaje.
En sí, podríamos decir que la trincaminis ya sería
plenamente funcional, pero si le dedicamos unos pocos pasos más, será aún más
útil.
A fin de brindarle más apoyo y estabilidad cuando queramos
que repose (con o sin miniatura “trincada”) sobre una superficie, vamos a
ponerle una “peana” especial.
18- Primero,
nos aseguramos que los tornillos que hemos escogido no sean más altos que los
corchos que hemos preparado, ya que, de lo contrario, ¡Buen negocio habríamos
hecho!
19- Presentamos
los corchos DENTRO del tapón de botella que usaremos a modo de peana, y con el
permanente, marcaremos, aproximadamente, dónde quedaría el centro de uno de los
corchos de la trincaminis, en el tapón, y perforamos el tapón con la broca que
comentamos anteriormente en el apartado de materiales y herramientas, usando la
sufridera como apoyo.
-¡Pero Veseso!, ¡ello hará que el tornillo
no quede en el centro del tapón!-
¡Correcto!; si pusiésemos el tornillo en el
centro del tapón, cuando fuésemos a roscarlo dentro de los corchos, este iría
presionando ambos corchos en direcciones opuestas, separándolos entre sí y
arruinando todo nuestro trabajo previo. Por ello, debemos marcar el tapón
aproximadamente por donde vaya a reposar el centro de uno de los corchos, para
que una vez hayamos hecho el agujero en el tapón para posteriormente roscar el
tornillo, este se introduzca dentro de uno de los corchos, no entre ambos.
20- Ahora
simplemente toca roscar, con la ayuda del destornillador, el tornillo en la
trincaminis, uniendo tapón y corchos, ¡pero aguarda!, porque antes, es momento
de decidir la “configuración” de nuestra trincaminis:
Si queréis usarla como yo la uso, tomándola
por el tapón entre el índice y el pulgar de la mano izquierda mientras pintáis
o modeláis, entonces os recomiendo que rosquéis el tornillo con el tapón de
botella ENSEÑANDO LA ROSCA DE PLÁSTICO HACIA ARRIBA, COMO SI FUESE UN CUENCO,
ya que de este modo, podréis bajar todo lo posible el centro de gravedad de la
trincaminis, y si la mini que trinquéis en ella no es muy alta, incluso podréis
guardar la trincaminis (con mini trincada y todo) dentro de un cajón como yo
hago, o dentro de una caja bien cerrada para que no se le deposite polvo en su
superficie cuando no estáis pintando. Sería igualmente aconsejable que rosquéis
el tornillo hasta que la presión haga que la superficie del tapón se combe
ligeramente hacia arriba (esto es, quedando ligeramente convexo); esto es para
que consigamos que el volumen extra que nos dejaría la cabeza del tornillo
quede hundida hacia el corcho, a fin que el tapón apoye totalmente sobre la
superficie donde dejemos la trincaminis y no “baile”. Como recomendación
adicional si decidís probar esta configuración, a veces los tapones de botella
escurren un poco, pero esto es fácilmente corregible “anillando” el propio
tapón por fuera con una de esas gomas con las que se hacen los haces de los espárragos,
sujetando el tapón por ahí, ya que de este modo ganaréis mucha más adherencia.
No obstante, si os gusta o estáis
acostumbrados a empuñar un artilugio industrial que sujete la miniatura
mientras pintáis, en tal caso os recomiendo que rosquéis el tornillo con el
tapón OCULTANDO LA ROSCA DE PLÁSTICO, ya que de este modo, podréis roscar el
tapón de botella en una botella, que a su vez podréis usar como empuñadura;
aquí tendréis un porrón de opciones distintas, desde las botellas pequeñas que
cubrirán suficientemente con su función de empuñadura, hasta las de 1 o 2
Litros, que os permitirán realzar la mini asentando la botella directamente en
la mesa, o incluso las garrafas de 5 u 8 L, que os permitirán aprovechar la
angostura que precede al cuello y boca de la garrafa para apoyar la base de la
mano que sujeta el pincel, ganando mucha precisión con ello, empleándolo como
apoyo a la vez que la garrafa encuentra un asiento firme reposando sobre la
mesa.
El truco de la goma de los espárragos es igualmente
empleable en las botellas (quizá no así en las garrafas, pero dudo que ahí sea
realmente necesario), y como última recomendación, quizá sea buena idea meterle
tierra a la botella/ garrafa antes de roscarle la trincaminis, ya que así,
ganaréis en estabilidad (tanto cuando la empuñéis como cuando la dejéis reposar
sobre alguna superficie.
-Ya Veseso, todo eso está muy bien, pero el caso es que yo
uso peanas más grandes que de 20mm… ¡Y encima son redondas y ovaladas!-
Tranquilidad, ¡Todo está previsto!
Lo que aquí veis es el trípode de un lanzapinchoz montado
sobre una peana redonda de 50mm, trincado a su vez en una trincaminis de 5
corchos. Realmente, lo único que hay que hacer es ir cortando y enfrentando
tapones hasta que consigamos sobrepasar mínimamente (unos 5mm por cada extremo)
la peana en cuestión a fin de permitir tener a los corchos la suficiente
mordida sobre la peana, por lo que en verdad, no hay límite o restricción de
formas y tamaños de peana para las trincaminis, de hecho, si os fijáis, en
ocasiones, como en este caso en concreto, puede ser tal la superficie obtenida
de juntar corchos que puede no ser necesario ni el ponerle el tapón de botella
a modo de base; ¡si tienes suficiente corcho y alambre, “tó eztá zoluzionáo”!
Llegando ya al final del artículo, espero que esta locura
que os he presentado, fruto sin duda de los hongos y setas que a los gobbos
tanto nos gustan, os haya resultado útil, bien tomada tal cual, o bien adaptada
y mejorada para vuestro uso particular (y si se da tal cosa, no me seáis como
los taponcetes con mala leche y barba guardándooslo para vosotros;
¡Compartidlo!).
En fin, de momento se despide de vosotros, pero con mucho “Afekto”, vuestro compi el Gobbo. ¡Nos vemos!
PD: Javielasur, diste en el clavo adivinando lo que podía
ser la trincaminis, jéje
Veseso, el Gobbo Errante, en Cuenca, a 16-02-2.025
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