Muy buenas pobres ignorantes. Quizás creíais saber lo que pasó "al final" del trasfondo de Warhammer Fantasy, pero hay cosas que nunca se contaron. Por suerte, eso lo podemos arreglar hoy. Nuestro compañero Enric, al que ya leéis asiduamente en la Escalada de los lectores, ha decidido acompañar mi crónica del Corredores de Sombras 2019 con la suya propia, y hoy abriremos su serie (esta sería la parte 0) con el trasfondo de su lista. Jugó Culto de Slaanesh, la lista alternativa de Elfos Oscuros (con Caos), y la verdad es que me gusta mucho como la justificó. Disfrutad.
Cómo una druchii salvó al Viejo Mundo...
Desnuda de cintura para arriba, y cubierta de
extraños símbolos y tatuajes que cubrían la mayor parte de su esbelto cuerpo, Drukhira
subió los últimos peldaños que quedaban en el castillo de popa. Salió al
exterior de la fortaleza de la majestuosa Arca Negra, y escuchó el sonido de
las olas, estrellándose contra el casco de la ciudad-nave. Se encontraba en lo
alto de la fortaleza principal del inmenso navío, a muchos pies por encima de
las extrañas plazas, cubiertas y torres que convergían justo debajo de ella, y
saludó a la multitud que se mezclaba y retozaba mientras la aclamaban. Esa
horda de ambiciosos Druchiis, de estúpidos bárbaros, y de crueles Demonios eran
su tripulación, su ejército y sus fieles seguidores, y la adoraban.
Pese a saber que era peligroso entregarse al
placer, se regocijó unos instantes con la satisfacción de ser reverenciada ¿Tan
malo era dejarse llevar un poco por la vanidad? La habían llamado traidora y
asesina… pero jamás por el calificativo que se merecía: heroína. Nadie se lo
reconocería jamás, nadie nunca lo sabría, pero juntas, Drukhira y su hermana
Driath habían salvado el Mundo.
Ambas habían sido, hasta hacía pocas décadas,
grandes Hechiceras del Templo de Ghrond. Desde pequeñas, habían sido reclutadas
y entrenadas por la misma Morathi, que vio en ellas grandes dotes para la
hechicería oscura y la videncia. Ambas hermanas tenían una poderosa capacidad:
en cuanto las dos tenían el mismo sueño, este significaba siempre algún
presagio. Muchas veces se trataba de eventos de poca importancia, o confusos,
pero algunas veces podían ver claramente lo que el destino les tenía preparado…
y actuar en consecuencia.
Una de estas visiones es la que había
empezado todo aquello. Las dos hermanas tuvieron el mismo sueño: el Caos, con ejércitos como nunca se había
visto antes, arrasaban el Viejo Mundo acabando con todo. A su vez, las hordas
de Slaanesh y Khorne entraban en Naggaroth, obligando al rey Malekith a emigrar
a Ulthuan y hacerse con el Trono del Rey Fénix. Su madre, Morathi, manipulaba
al príncipe Asur Tyrion para que se hiciera con la Hacedora de Viudas, y
encadenaba una guerra de catastróficas consecuencias que terminaban en el
hundimiento de Ulthuan. Al final, todo aquello carecía de importancia, puesto
que finalmente, el Viejo Mundo caía ante las Hordas del Caos, y con él el
planeta entero, desapareciendo en la nada en El Fin de los Tiempos…
Ambas hermanas habían despertado
aterrorizadas, y respirando copiosamente. Decidieron contar parte de su sueño a
la Reina Morathi, que ya estaba maquinando sus planes para la Espada de Khaine.
Tras reflexionar que si seguía adelante con el plan ella misma, Naggaroth, y
después todos los mortales perecerían, Morathi decidió actuar y cambiar el
futuro, abandonando sus secretos planes para el príncipe Tyrion. Muy
inteligentemente, reactivó las defensas del norte para detener las hordas de
Khorne y a su vez, hizo un pacto con las tribus de Slaanesh, postulándose ella
misma como su favorita y ganándose a sus adeptos. Con ello, Naggaroth y la
propia Morathi estaban a salvo. Sin embargo, Morathi ignoró completamente las
advertencias referentes al Viejo Mundo. Ella pensaba mirar solo por sí misma.
Con sus hordas de fieles de Slaanesh, se dirigió al sur, a saquear Lustria,
mientras generaba el caos en Naggarond con sus cultistas, consiguiendo más
poder político y evitando que su hijo Malekith se centrara en Ulthuan.
Aunque no volvieron a soñar con Druchiis y
Asur, las dos hermanas siguieron teniendo los mismos sueños sobre la
destrucción del Viejo Mundo. La caída del Imperio y demás reinos humanos les
traía sin cuidado, pero parecía que un hecho iba vinculado con el otro. Los
intentos de Drukhira de crear un ejército en ayuda del Imperio fueron desastrosos:
ningún Druchii lucharía junto con humanos, enanos, y sobretodo altos elfos… por
mucho dinero que les ofrecieran. Fue Driath la que tuvo la idea: si iban a impedir
la destrucción del mundo, debían hacerlo sutilmente, enmascarando el objetivo
final, y consiguiendo beneficios a corto plazo que satisficieran a los de su
raza. Salvar las razas mortales sería por tanto una consecuencia casual de sus
actos, no un objetivo que mostrar.
Se dirigieron al norte, para debilitar la
invasión del Caos desde dentro. Allí, manipularon y sedujeron a las distintas tribus
de Slaanesh tal como había hecho Morathi, y las dirigieron en contra de sus
enemigos naturales: las hordas de los demás Dioses del Caos. Con la ayuda de
las superiores tropas élficas y de la magia Oscura, las tribus acababan con sus
primitivos vecinos sin oposición, uniendo más y más miembros a la creciente
horda.
Las hermanas actuaban únicamente donde sabían
que podían obtener grandes beneficios y riquezas. Los elfos oscuros combatientes
en su ejército volvían a Naggaroth cargados de esclavos y objetos mágicos,
totalmente seguros de que las hermanas utilizaban la fe en Slaanesh únicamente
como excusa para manipular a los estúpidos bárbaros, mientras que estos
adoraban a sus nuevas Sacerdotisas, extendiendo el poder de su dios Slaanesh,
convencidos de que las hermanas utilizaban el oro y las baratijas para
manipular a los narcisistas elfos, que uno a uno iban uniéndose a su lasciva fe.
Ambos grupos tenían parte de razón. Ambos estaban siendo utilizados. En una
complicada red de mentiras y engaños y un cuidadoso equilibrio entre ellas, las
hermanas consiguieron lo que parecía imposible: unir a demonios, adoradores del
Caos y elfos oscuros, para salvar el Mundo.
Entregarse al Dios del Placer y obtener sus
beneficios no supuso un problema moral para las hermanas, que ya habían
coqueteado sin pudor con las sectas de Ghrond por pura diversión. El temor que
sentían al principio, que Slaanesh reprobara sus planes de rebelión ante los
demás Dioses del Caos, se fue disipando, al ver que este aceptaba sus
victorias, y dotaba a sus tropas y sus propios cuerpos de cada vez más
bendiciones. Por lo visto, el Dios Oscuro prefería vencer a sus hermanos y
reírse de ellos que acabar con el Viejo Mundo con su ayuda… o más probablemente,
este contaba con sus propios videntes, y no le agradaba el futuro que le
esperaba tras El Fin de los Tiempos que habían soñado.
El pago por todo aquel Plan no fue únicamente
en oro. El verdadero sacrificio fue el cambio que esta entrega al Dios del
Placer obró en ellas: arrogancia, hedonismo, un sentimiento de superioridad
constante… nunca supieron hasta qué punto esas sensaciones eran suyas, y cuanto
era una manipulación en sus mentes, a medida que caían en las redes de
Slaanesh. Drukhira se dio cuenta de estas debilidades, y el autocontrol se
convirtió en su mayor obsesión. Driath, sin embargo, hizo lo contrario:
recreándose en esas sensaciones, fue ambicionando cada vez más, y adquiriendo
más dones, que Slaanesh le concedía cuantas más victorias y fieles les
acompañaban. Lo que empezó con pequeñas mejoras como facciones más atractivas,
pupilas dilatadas y una piel blanca como el alabastro, se convirtió en una
obsesión por el poder y la inmortalidad, con “ascender” a lo más alto… y
cambió. Vaya si cambió. El poderoso Ser demoníaco en que se había convertido
ahora su hermana ya no era mortal, y Drukhira empezaba a dudar que todavía compartieran
el mismo objetivo.
Drukhira volvió a concentrarse en la multitud
que se congregaba. Brevemente, sintió un atisbo de tristeza por la pérdida de
su hermana, y una expresión de dolor asomó a sus ojos. Rápidamente fue
enmascarada por la sonrisa cruel que la caracterizaba. No podía permitirse
mostrar debilidad. Sin más demora, recitó unas plegarias, y dio la orden a los
marineros de partir. Abandonaban el norte para nunca volver.
El sentimiento de arrogancia volvió a ella: el
esfuerzo y el sacrificio realizados habían dado resultado: en el norte habían
vencido, y se estaban volviendo extremadamente ricas, adoradas, y poderosas. En
cuanto a sus verdaderos objetivos, el éxito había sido también rotundo: debido
a toda aquella conquista y dominio en nombre de Slaanesh, las tribus de los
demás Dioses del Caos se habían congregado para enfrentarse a ellas, o para
rematar a otras debilitadas tribus, y había empezado una lucha interna en gran
parte de los Desiertos Occidentales. En lugar de reunir una horda cohesionada y
causar El Fin de los Tiempos tal como aparecía en sus visiones, Archaon tuvo
que enfrentarse al hecho de que una parte de los Desiertos del Caos estaba
enfrascada en sus propias luchas. Cuando Archaon llegó por fin a Middenheim, lo
hizo con un menor número de tropas que en sus sueños, y más tarde de lo esperado.
Allí fue contenido por las tropas del Imperio, y derrotado por un aliado
inesperado: Grimgor Pielhierro.
Nunca nadie sabría la verdad, pero una
Druchii había salvado el mundo del Fin de los Tiempos, y la etapa, que sería
conocida como la Tormenta del Caos, llegaba a su fin.
Los sueños de Drukhira no habían acabado
aquí, por desgracia. Parecía que una serie de eventos estaban ligados a
desencadenar la destrucción del Viejo Mundo: los skavens invadiendo Estalia,
Nurgle ocupando Marienburgo, una batalla en una abadía de Bretonia para
recuperar un libro de Nagash, el Clan Pestilens en Lustria… Quedaba mucho por
hacer. Afortunadamente, gracias a las visiones no tendrían que enfrentarse
directamente en esas batallas. Podrían aparecer en el momento preciso, cuando
el vencedor estuviera agotado… y aprovecharse del desgaste de ambos bandos.
Ambas hermanas, Drukhira, la Elfa Oscura; y
Draith, la recién ascendida Guardiana de los Secretos, se miraron, y sonrieron.
Con su nueva Arca Negra, la Ciudadela del Placer, era hora de que el Culto de
Slaanesh se dirigiera al sur a saquear nuevas tierras. Dudaba mucho que los
humanos, enanos y demás razas que esclavizarían por el camino se sintieran
agradecidos, pensó, pero a veces hacen falta pequeños sacrificios para lograr
grandes cosas.
Enhorabuena por el trasfondo, Enric!!
ResponderEliminarMe ha encantado! Cómo unir las historias de El Fin de los Tiempos, La Tormenta del Caos junto a mi lista alternativa favorita y la evolución de los dos personajes.
Deseando leer cómo te fue en el torneo!
muy inspirador, enhorabuena
ResponderEliminarDisfruté muchísimo leyendo este trasfondo cuando me lo mandó Enric por un motivo simple. Va más allá de mirar el trasfondo de warhammer de forma maniqueísta e infantil, de "estos son los buenos y estos los malos". Me gusta mucho que haya motivaciones más allá de la superficie, porque es lo que hace las historias buenas.
ResponderEliminarMuy bueno el trasfondo de la lista, ¡Felicidades!
ResponderEliminarGenial la paradoja de las dos realidades. Felicidades y gracias por compartirlo.
ResponderEliminarMucha calidad, conocimiento y gusto a la hora de escribier el relato. Enhorabuena!
ResponderEliminarCoincido con todos, muy bueno ese trasfondo. Y efectivamente la zona de "son los buenos/malos pero no" pocas veces se usa y aquí esta muy bien hilada. Felicidades!!
ResponderEliminarUaa, muchas gracias a todos por la cálida respuesta :) y si, la idea (aparte de convertir el.fin de los tiempos en un sueño) es mostrar a los elfos oscuros como son: pragmáticos, egoistas, crueles.... Pero distintos al caos o otros malvados típicos. Si os gustan, seguiré enviando los trasfondos que escriba :)
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