Buenos días, probablemente ya no os acordéis, pero organicé una campaña narrativa de Warhammer Fantasy. La última ronda tenía aún más complicaciones que las anteriores, al implicar a más jugadores, pero uno de los grupos la pudo llevar a cabo hace unos meses. Me ha costado horrores retomar el hilo para cerrar este capítulo, pero es algo que me molestaba tener en la lista de pendientes. Por eso, os cuento que pasó en sexta ronda, y cierro el trasfondo...¡por fin!
Como siempre, al empezar, enlaces a lo publicado hasta hoy, que esta vez más que nunca puede hacer falta.
Presentación de la campaña
Presentando al grupo 1
Presentando al grupo 2
Escenario 1 y emparejamientos
Relato R1 Krag vs Fluxus
Desenlace R1 Grupo 1
Deselance R1 Grupo 2
Escenario 2 y emparejamientos
Relevo
Relevo 2
Desenlace R2 Grupo 1
Desenlace R2 Grupo 2
Escenario 3 y emparejamientos
Relato R2 Krag vs Björn
Desenlace R3 Grupo 1
Desenlace R3 Grupo 2
Relevo 3
Escenario 4 y emparejamientos
Desenlace R4 Grupo 1
Desenlace R4 Grupo 2
Relato R4 Brogg vs Fluxus
Escenario 5 y emparejamientos
Desenlace R5 Grupo 1
Desenlace R5 Grupo 2
Escenario final y emparejamientos
Presentando al grupo 1
Presentando al grupo 2
Escenario 1 y emparejamientos
Relato R1 Krag vs Fluxus
Desenlace R1 Grupo 1
Deselance R1 Grupo 2
Escenario 2 y emparejamientos
Relevo
Relevo 2
Desenlace R2 Grupo 1
Desenlace R2 Grupo 2
Escenario 3 y emparejamientos
Relato R2 Krag vs Björn
Desenlace R3 Grupo 1
Desenlace R3 Grupo 2
Relevo 3
Escenario 4 y emparejamientos
Desenlace R4 Grupo 1
Desenlace R4 Grupo 2
Relato R4 Brogg vs Fluxus
Escenario 5 y emparejamientos
Desenlace R5 Grupo 1
Desenlace R5 Grupo 2
Escenario final y emparejamientos
En este artículo las cosas cambian un poco. Primero os voy a contar muy brevemente que pasó en la partida que sí se jugó, y después voy a cerrar el hilo de trasfondo.
En este sexto escenario, la cosa se volvía un poco loca. Tres ejércitos de un grupo se enfrentaban a tres del otro, en un mapa mayor de lo habitual, plagado de pequeños obstáculos y con limitaciones a la línea de visión y al vuelo. Las tropas se encuentran sumidas en un ansia de sangre, encerradas en la cueva, incentivando los combates y los desafíos, y se obtienen puntos aniquilando enemigos, especialmente generales. Por si fuera poco las alteraciones mágicas producen derrumbamientos que diezman a las tropas que quedan. Los ejércitos se juegan todo en este último escenario, ya que no hay más beneficios ni perjuicios, la campaña acabará aquí.
La idea de este escenario era armar una buena bronca, juntar a los jugadores a pasar un buen día y a comentar la campaña, y sobre la mesa, generar situaciones épicas en que los combates sean trascendentales. Además, al ser por bandos, la coordinación era relevante.
En esta partida los dos grupos se mezclaban. En la batalla 1 jugaban los ganadores del escenario 5, y en la batalla 2, los derrotados.
Batalla 1 (victoria en ronda 5)
David(Bretonia)/Manu(Reyes Funerarios)/Robin(Altos Elfos)
VS
Federico (Reinos Ogros)/Luis(Elfos Silvanos)/Roberto(Enanos)
Batalla 2 (derrota en ronda 5)
Javi(Reinos Ogros)/Álvaro(Guerreros del Caos)/Alex(Imperio)
VS
Jorge(Orcos y Goblins)/Julio(Bestias del Caos)/Alejandro(Imperio)
En esta partida los dos grupos se mezclaban. En la batalla 1 jugaban los ganadores del escenario 5, y en la batalla 2, los derrotados.
Batalla 1 (victoria en ronda 5)
David(Bretonia)/Manu(Reyes Funerarios)/Robin(Altos Elfos)
VS
Federico (Reinos Ogros)/Luis(Elfos Silvanos)/Roberto(Enanos)
Batalla 2 (derrota en ronda 5)
Javi(Reinos Ogros)/Álvaro(Guerreros del Caos)/Alex(Imperio)
VS
Jorge(Orcos y Goblins)/Julio(Bestias del Caos)/Alejandro(Imperio)
Finalmente solo se ha celebrado la batalla 1, hace bastantes meses, pero si sigo dejando esto, se me va a olvidar del todo...
En esa batalla los jugadores optaron por situar en un flanco Bretonia contra Silvanos, y en el otro Altos Elfos contra Reinos Ogros, quedando como apoyo central los Reyes Funerarios y los Enanos, por tanto los dos jugadores menos móviles en el centro. El bando bretofunélfico pareció elegir mejor, puesto que los elfos silvanos no fueron capaces de aguantar el ímpetu bretoniano, que cruzó la mesa en un suspiro, mientras que los enanos por su resistencia natural, o los ogros aprovechando el miedo podían haber ralentizado más. Además, los ogros, la parte más débil a disparo del ejército, tuvieron enfrente una lluvia de presión asur, quedando rápidamente muy diezmados, además de sufrir la magia (creo que el matarife además se mató de una disfunción). Rober y sus enanos no pudieron llegar lo bastante rápido a ninguno de los dos lados, y el bando contrario aprovechó esto para concentrar esfuerzos, logrando una masacre en un escenario que le favorecía. Como conclusión, al desplegar separados (por motivos narrativos vaya), parece que la interacción entre jugadores fue escasa, algo de lo que aprender.
En esa batalla los jugadores optaron por situar en un flanco Bretonia contra Silvanos, y en el otro Altos Elfos contra Reinos Ogros, quedando como apoyo central los Reyes Funerarios y los Enanos, por tanto los dos jugadores menos móviles en el centro. El bando bretofunélfico pareció elegir mejor, puesto que los elfos silvanos no fueron capaces de aguantar el ímpetu bretoniano, que cruzó la mesa en un suspiro, mientras que los enanos por su resistencia natural, o los ogros aprovechando el miedo podían haber ralentizado más. Además, los ogros, la parte más débil a disparo del ejército, tuvieron enfrente una lluvia de presión asur, quedando rápidamente muy diezmados, además de sufrir la magia (creo que el matarife además se mató de una disfunción). Rober y sus enanos no pudieron llegar lo bastante rápido a ninguno de los dos lados, y el bando contrario aprovechó esto para concentrar esfuerzos, logrando una masacre en un escenario que le favorecía. Como conclusión, al desplegar separados (por motivos narrativos vaya), parece que la interacción entre jugadores fue escasa, algo de lo que aprender.
Narración ¿final?
El semblante del hechicero, dibujado por los reflejos rojos de los cristales de la caverna, aparentaba una concentración extrema, sabedor de que se avecinaba el punto álgido de su plan, de que finalmente todo encajaría. Aún con los ojos cerrados, una sonrisa cruel se dibujó en su rostro, ya con toda la energía recorriendo su vigoroso cuerpo, rejuvenecido, bendecido por fuerzas inimaginables para los temerosos mortales. Esas marionetas que había atraído a sus dominios sin ningún esfuerzo eran el ingrediente esencial de su ritual, y sus cadáveres serían los cimientos de lo que se avecinaba. Interrumpiendo su trance, escuchó atentamente, percibiendo como, entre los temblores que había provocado, se oían los primeros gritos, el entrechocar de metales e incluso explosiones de pólvora. El acto final debía comenzar, y sin ninguna prisa, el hechicero se dirigió hacia su estrado...
La doncella Marion se encontraba arrodillada, tratando de encontrar la luz de la Dama en aquella oscura caverna, buscando su bendición para los caballeros que la acompañaban, pero su concentración se interrumpía continuamente. Aquella niebla no era normal, alteraba sus sentidos, e incluso una devota como ella no lograba serenarse. El paladín Jules la miraba impaciente, con cara de ira contenida, mientras todos sus caballeros se encontraban montados. Habían divisado al enemigo al frente, y habían montado sin pensar dos veces, ¡ni siquiera habían realizado su tradicional rezo previo a la batalla!
Sin decir palabra, el paladín dejó escapar un resoplido de desaprobación, hizo girar su caballo, y ordenó la carga, abandonando a la doncella a su suerte. Había elfos de los bosques que exterminar, aquellos seres que desde sus florestas hostigaban el reino ahora estaban desprotegidos, y no dejaría escapar su oportunidad.
La doncella lo contempló con ojos aterrados. ¿Qué estaba ocurriendo? En ese momento divisó a sus antiguos enemigos apareciendo por uno de los túneles, francamente cerca de la doncella y los pocos campesinos que no disponían de monturas. Se trataba de aquellos cadáveres animados, aquellos huesos limpios por el paso del tiempo, capaces de tenerse en pie y de la más absoluta inhumanidad. Pero la enseña funeraria avanzó sin siquiera prestarles atención. Nada tenía sentido.
Brogg tenía un hambre de mil demonios, y no era el único, uno de sus ogros acabó de devorar de un bocado a medio gnoblar, que no había tenido tiempo ni de chillar. Situado en el lateral de sus tropas, se había dado cuenta de que aquellos barbudos y bajitos seres se encontraban a su alcance, y pese a que algo en el fondo de su mente le recordaba que esos enanos vendían cara su vida, y no eran precisamente un manjar, se encontraba a punto de dar la orden de atacarles, cuando otro de sus ogros agarró un gnoblar más...y el resto echaron a correr hacia delante. Sus tropas no se contenían, y salieron detrás, cuando entre la niebla pudieron divisar una brillante tropa de elfos. ¡Oh sí! Elfos, tenían poca carne pero eran frágiles y blandos, como devorar ciervos, y si algo les cuesta a los ogros es detenerse cuando se habían lanzado hacia delante. El aprendiz de matarife Grutg se llevó una mano a su bolsa a media carrera, entonando unos sonidos guturales antes de morder con fuerza el intestino de algún desgraciado. Brogg comenzó a sentir como las Grandes Fauces potenciaban su fuerza...cuando la tripa del matarife explotó cubriendo de visceras a todos a su alrededor. Nadie se detuvo. Los elfos estaban a su alcance...
Tyr Borrsson protestaba enérgicamente, con su naranja cresta destacando entre el resto, mientras balanceaba su hacha.
-¿Por qué no atacamos ya a los ogros? ¡Por Grimnir! ¡Sois una vergüenza para el clan!
-Contén tu lengua si no quieres que te la corte, le debes respeto a nuestro líder - sentenció la profunda voz de Oleif Svensson, secundada por su tropa de barbaslargas-.
Björn sentía suficiente cólera como para desterrar a aquel enano por su comportamiento, pero algo más le empujaba a hacer exactamente lo que decía. ¿Qué más daba que la niebla impidiera que la maquinaria de guerra enana hiciera su función? Solo tenían que valerse de su destreza guerrera, no necesitaban más. Las tropas enanas seguían avanzando, pero de momento la capacidad de contención de Björn había permitido que mantuvieran la formación. Entonces se dió cuenta de hacia donde se movían los ogros...había altos elfos allí delante. Esos estirados tenían en su libro tantos agravios como los pielesverdes y las ratas juntos.
-Olvidad a los ogros, atacaremos a los elfos. Ya nos ocuparemos de esas bestias después.
Tyr no entendía porqué tenía que hacer distinciones entre enemigos, pero al menos tendría una nueva oportunidad de completar su destino. Con el hacha al hombro, se lanzó hacia delante.
Los elfos habían oído a los ogros antes de divisarlos, pero sus arcos estaban más que preparados para recibirlos. Ni siquiera habían esperado la orden de Anurian para lanzar las primeras descargas, con su primo directamente enardeciéndolos.
Pero esta vez Anurian no se había molestado por ello, sentía la imperiosa necesidad de acabar con cada vida a su alrededor, y se daba cuenta de que sus tropas estaban haciendo un verdadero esfuerzo para mantener el frente estable, con la salvedad de sus yelmos plateados, que ya empezaban a maniobrar.
El mago no se sentía cómodo en su posición, los ogros se acercaban por el frente, seguidos de unos tozudos enanos, a los cuales deseaba fervientemente liberar del peso de sus cabezas, pero por su flanco una temible formación de no muertos se acercaba inexorablemente. Quería pensar que ante la presencia de los dos enemigos frontales, los esqueletos se pondrían de su parte, pero dudaba que en aquella maldita isla nadie fuera a darle una tregua. Comenzó la larga letanía que desencadenaría un poderoso hechizo contra los esqueletos, liberando su flanco, cuando un proyectil mágico de amarillento brillo salió despedido de la que parecía su líder...y fue a impactar en uno de los vociferantes ogros. Parecía que esos antinaturales seres habían elegido bando, y podría concentrar sus esfuerzos.
Ordenó liberar a los leones contra los pequeños seres goblinoides que precedían a los ogros, y cruzando una mirada con su primo, comenzó a conjurar los Vientos de la Magia, pese a que la continua lluvia de rocas desprendidas no invitara a ello.
Kishena estaba sorprendida por el comportamiento de todos aquellos enemigos, actuando sin precaución, dejándose llevar por la batalla. Aquella niebla era extraña, pero ella no notaba ningún efecto. Por suerte, su amplia experiencia en tiempos pasados le había permitido vislumbrar las intenciones del elfo, y adelantarse a acciones que pudiera lamentar. No le preocupaba su pericia mágica ni su capacidad de diezmar enemigos a distancia, si se ponía de su lado en la batalla, y tras acabar con los enemigos frontales, se encontraba a rango de usar su khopesh para acabar también con los asur.
Dirigiendo sus tropas con maestría, ordenó a su caballería apoyar la carga de aquellos seres felinos, mientras su enseña avanzaba con la tropa a pie, sabedora de que aquellos desprendimientos que segaban vidas, no podían impedir que sus sirvientes se alzaran para seguir combatiendo.
Lëmbril se encontraba absolutamente fuera de lugar. El cantor de los árboles no sentía el poder la vida a distancia alguna, y no podía emplear sus dones para ayudar a su causa. Reducido a un arquero más de la hueste de Oropher, trataba de localizar a los hechiceros enemigos para anular cualquier perjuicio mágico para sus congéneres. Al comenzar la batalla había perdido de vista al noble elfo, que sin pensarlo dos veces se había sumergido en la pelea con los caballeros humanos, y temía lo peor para los hijos de Athel Loren.
Con el valiente apoyo y sacrificio de algunos guerreros del bosque, Lëmbril trataba de mantener una hueste de caballeros en dificultades, de forma que no pudiera maniobrar entre los montones de rocas, y que su cerrada formación les hiciera poco a poco perder hombres a causa de la tormenta mágica.
Durante los últimos minutos los enanos a su espalda parecían apoyarles, disparando a los caballeros con sus arcabuces, por lo que tenía confianza en sus posibilidades, aunque temía que aquellos entorpecidos pegasos podían meterle en problemas. Entonces fue cuando aquella gran roca voló sobre su cabeza, aplastando a elfos y humanos por igual. Lëmbril se giró para emplear su arco contra el ingeniero de la catapulta causante de la pérdida de sus hermanos, cuando una andanada de fuego lo derribó. Lëmbril solo tuvo unos últimos instantes para darse cuenta de que la dotación de aquellas máquinas enanas tenía mucha menos confianza en la destreza de los asrai, y mucho menos interés en conservar sus preciosas vidas.
Alec lo había visto todo claramente, como los elfos se retiraban, como los bretonianos se rendían, y como aquel capitán de negra armadura había ejecutado a sangre fría a los humanos. La rabia nubló su visión, y supo que no era el único cuando el odio se retrató en la cara de Bungmark. Esa isla había sacado lo peor de todos, lucharían hermanos contra hermanos, y las tropas de Alec abrieron fuego contra Fluxus y sus hombres.
Solo las tropas de Kishena quedaban aún indemnes, pero para ellas reservaba un truco más. Utilizando sus recién adquiridas alas, el hechicero aterrizó directamente frente a ella.
-El mundo aún no lo sabe, pero su destino ya ha cambiado. Yo seré el Orden, y yo seré el Caos. La Vida, la Muerte, la Creación y la Destrucción. No habrá más guerras ni conflictos cuando sojuzgue a todas las razas. No habrá más poderosos ni plebeyos, pobres ni ricos, fuertes ni débiles, pues nadie podrá oponerse a mí. Ni siquiera los hombres rata en sus profundas madrigueras escaparán a mi alcance, y desde luego, mis viajes me han otorgado el conocimiento para lidiar hasta con fuerzas oscuras como la tuya.
Kishena no se amilanó ante la declaración. Para ella, era solo un invasor más, y avanzó con su khopesh preparado. Entonces el demonio alzó una de sus garras, y como si fuera un nigromante, los cadáveres de cada ejército se alzaban a su alrededor, mientras una sonrisa diabólica se dibujaba en aquel ser. Pero Kishena aún podía emplear a sus tropas para darle el tiempo de acabar con el demonio. Les ordenó formar un perímetro alrededor de los dos contendientes.
Pero no obedecieron. Kishena lo intentó de nuevo.
-No me has escuchado.
El demonio segó el aire con una de sus garras, y los propios guerreros funerarios se giraron para eliminar a Kishena. El demonio se dió la vuelta, mientras meditaba sobre por dónde comenzar su invasión de las tierras más allá de Mar.
...
La doncella Marion se encontraba arrodillada, tratando de encontrar la luz de la Dama en aquella oscura caverna, buscando su bendición para los caballeros que la acompañaban, pero su concentración se interrumpía continuamente. Aquella niebla no era normal, alteraba sus sentidos, e incluso una devota como ella no lograba serenarse. El paladín Jules la miraba impaciente, con cara de ira contenida, mientras todos sus caballeros se encontraban montados. Habían divisado al enemigo al frente, y habían montado sin pensar dos veces, ¡ni siquiera habían realizado su tradicional rezo previo a la batalla!
Sin decir palabra, el paladín dejó escapar un resoplido de desaprobación, hizo girar su caballo, y ordenó la carga, abandonando a la doncella a su suerte. Había elfos de los bosques que exterminar, aquellos seres que desde sus florestas hostigaban el reino ahora estaban desprotegidos, y no dejaría escapar su oportunidad.
La doncella lo contempló con ojos aterrados. ¿Qué estaba ocurriendo? En ese momento divisó a sus antiguos enemigos apareciendo por uno de los túneles, francamente cerca de la doncella y los pocos campesinos que no disponían de monturas. Se trataba de aquellos cadáveres animados, aquellos huesos limpios por el paso del tiempo, capaces de tenerse en pie y de la más absoluta inhumanidad. Pero la enseña funeraria avanzó sin siquiera prestarles atención. Nada tenía sentido.
...
Brogg tenía un hambre de mil demonios, y no era el único, uno de sus ogros acabó de devorar de un bocado a medio gnoblar, que no había tenido tiempo ni de chillar. Situado en el lateral de sus tropas, se había dado cuenta de que aquellos barbudos y bajitos seres se encontraban a su alcance, y pese a que algo en el fondo de su mente le recordaba que esos enanos vendían cara su vida, y no eran precisamente un manjar, se encontraba a punto de dar la orden de atacarles, cuando otro de sus ogros agarró un gnoblar más...y el resto echaron a correr hacia delante. Sus tropas no se contenían, y salieron detrás, cuando entre la niebla pudieron divisar una brillante tropa de elfos. ¡Oh sí! Elfos, tenían poca carne pero eran frágiles y blandos, como devorar ciervos, y si algo les cuesta a los ogros es detenerse cuando se habían lanzado hacia delante. El aprendiz de matarife Grutg se llevó una mano a su bolsa a media carrera, entonando unos sonidos guturales antes de morder con fuerza el intestino de algún desgraciado. Brogg comenzó a sentir como las Grandes Fauces potenciaban su fuerza...cuando la tripa del matarife explotó cubriendo de visceras a todos a su alrededor. Nadie se detuvo. Los elfos estaban a su alcance...
...
-¿Por qué no atacamos ya a los ogros? ¡Por Grimnir! ¡Sois una vergüenza para el clan!
-Contén tu lengua si no quieres que te la corte, le debes respeto a nuestro líder - sentenció la profunda voz de Oleif Svensson, secundada por su tropa de barbaslargas-.
Björn sentía suficiente cólera como para desterrar a aquel enano por su comportamiento, pero algo más le empujaba a hacer exactamente lo que decía. ¿Qué más daba que la niebla impidiera que la maquinaria de guerra enana hiciera su función? Solo tenían que valerse de su destreza guerrera, no necesitaban más. Las tropas enanas seguían avanzando, pero de momento la capacidad de contención de Björn había permitido que mantuvieran la formación. Entonces se dió cuenta de hacia donde se movían los ogros...había altos elfos allí delante. Esos estirados tenían en su libro tantos agravios como los pielesverdes y las ratas juntos.
-Olvidad a los ogros, atacaremos a los elfos. Ya nos ocuparemos de esas bestias después.
Tyr no entendía porqué tenía que hacer distinciones entre enemigos, pero al menos tendría una nueva oportunidad de completar su destino. Con el hacha al hombro, se lanzó hacia delante.
...
Pero esta vez Anurian no se había molestado por ello, sentía la imperiosa necesidad de acabar con cada vida a su alrededor, y se daba cuenta de que sus tropas estaban haciendo un verdadero esfuerzo para mantener el frente estable, con la salvedad de sus yelmos plateados, que ya empezaban a maniobrar.
El mago no se sentía cómodo en su posición, los ogros se acercaban por el frente, seguidos de unos tozudos enanos, a los cuales deseaba fervientemente liberar del peso de sus cabezas, pero por su flanco una temible formación de no muertos se acercaba inexorablemente. Quería pensar que ante la presencia de los dos enemigos frontales, los esqueletos se pondrían de su parte, pero dudaba que en aquella maldita isla nadie fuera a darle una tregua. Comenzó la larga letanía que desencadenaría un poderoso hechizo contra los esqueletos, liberando su flanco, cuando un proyectil mágico de amarillento brillo salió despedido de la que parecía su líder...y fue a impactar en uno de los vociferantes ogros. Parecía que esos antinaturales seres habían elegido bando, y podría concentrar sus esfuerzos.
Ordenó liberar a los leones contra los pequeños seres goblinoides que precedían a los ogros, y cruzando una mirada con su primo, comenzó a conjurar los Vientos de la Magia, pese a que la continua lluvia de rocas desprendidas no invitara a ello.
...
Dirigiendo sus tropas con maestría, ordenó a su caballería apoyar la carga de aquellos seres felinos, mientras su enseña avanzaba con la tropa a pie, sabedora de que aquellos desprendimientos que segaban vidas, no podían impedir que sus sirvientes se alzaran para seguir combatiendo.
...
Con el valiente apoyo y sacrificio de algunos guerreros del bosque, Lëmbril trataba de mantener una hueste de caballeros en dificultades, de forma que no pudiera maniobrar entre los montones de rocas, y que su cerrada formación les hiciera poco a poco perder hombres a causa de la tormenta mágica.
Durante los últimos minutos los enanos a su espalda parecían apoyarles, disparando a los caballeros con sus arcabuces, por lo que tenía confianza en sus posibilidades, aunque temía que aquellos entorpecidos pegasos podían meterle en problemas. Entonces fue cuando aquella gran roca voló sobre su cabeza, aplastando a elfos y humanos por igual. Lëmbril se giró para emplear su arco contra el ingeniero de la catapulta causante de la pérdida de sus hermanos, cuando una andanada de fuego lo derribó. Lëmbril solo tuvo unos últimos instantes para darse cuenta de que la dotación de aquellas máquinas enanas tenía mucha menos confianza en la destreza de los asrai, y mucho menos interés en conservar sus preciosas vidas.
...
Mientras Groth y
sus ogros penetraban en la caverna, pudieron percibir con claridad el sonido de
la batalla. Y si hay algo que haga olvidar rápidamente a la partida de guerra una
derrota, es la promesa de un nuevo enfrentamiento y un nuevo botín. Accediendo
por una galería, Groth se sorprendió de la inmensidad de la contienda, y los
gritos de dolor indicaban que se extendía mucho más allá de la vista. Cerca de
él, un extraño conjunto de elfos y esqueletos con ricos ropajes estaban
exterminando a unos pocos ogros, mientras unos lentos enanos se incorporaban a
la pelea. ¿Había otra tribu en la isla? Groth no tuvo mucho tiempo para pensar,
ya que el gigante que les acompañaba se dirigió excitado hacia la pelea. Y por
supuesto, el resto de los ogros le siguió sin pensar. Groth no quería perderse
lo mejor, así que se preparó para arremeter contra lo primero que encontrara,
no hacía distinciones.
...
¡Pelea!¡Pelea! Guff y sus chicoz seguían a Krag sin dudarlo, mientras el enorme orco negro y su jabalí salían disparados de un lateral de la cueva hacia el combate. ¿Qué combate?¿Contra quién? Qué más da...
Guff pudo ver a su derecha a los pequeñajos de Zliggit correteando también, con sus punzantes armas y maliciosa mirada. Sabía que les dejarían tirados a la primera de cambio, pero le daba cierta tranquilidad saber que algunos enemigos tendrían entretenimiento y le daría tiempo a rebanar más cabezas.
Sin previo aviso, Krag y sus orcos en jabalí giraron, atacando el flanco de los ogros que acababan de aparecer en las cercanías. Guff se quedó algo desconcertado, pero entonces escuchó los chillidos de excitación de los goblins. ¡Allí delante había tapones! Sin dudarlo y olvidando a su general, los orcos se unieron al combate, mientras los trolls estaban tan confusos que se quedaron sin saber qué hacer, hasta que los dos karros de lobos pasaron zumbando a su lado en dirección a la catapulta enana, rebanando una pata de troll por el camino. El troll se cayó, pero en breves instantes su pata se encontraba respuesta, y quizás el dolor los sacó de su indecisión, o quizás fue el caer de una roca justo a su lado...pero los trolls siguieron a los karros.
Fue entonces cuando, aprovechando que aquellos seres se alejaban, unas ágiles criaturas se lanzaron a degüello a por Mazcahuezoz, y entre los colmillos de los dientes de sable, la vida del chamán del clan llegó a su fin.
...
El hechicero se encontraba sobre la plataforma. Ni siquiera le hacía falta asomarse para saber lo que ocurría. Todo iba según lo previsto, los ejércitos se enfrentaban sin cuartel, la sangre regaba la caverna, la tormenta mágica iba en aumento y los estertores de muerte regalaban sus oídos. Un trozo de caverna cayó peligrosamente cerca de la cabeza del poderoso mago, pero una fuerza invisible la repelió. Entonces comenzó a recitar unas extrañas palabras, y a sus pies, pequeñas ráfagas de energía de distintos colores crepitaban. Predominaban el verde, el azul, el rojo y el púrpura, pero destellos amarillos, marrones, blancos, y negros no faltaban...
...
Flogus pudo percibir con claridad la presencia de las fuerzas del Caos en la caverna. Al acceder, había ponderado por unos instantes cual era el mejor plan de ataque, pero ahora, en el centro, algo le atraía sin remedio. El paladín acababa de ser consciente de que no era el único favorecido por los Dioses, y quizás por eso el Gran Padre Nurgle no le había ayudado en sus últimas batallas. Absolutamente colérico, Flogus se la dirigió hacia aquel rival, seguido de sus huestes, y destrozando con sus espadas gemelas a cuanto ser se interponía en su camino, comenzando por unos arqueros esqueleto a los que sorprendió por la espalda.
...
Los exploradores de Hogthor le habían prevenido de lo que estaba ocurriendo. En una parte de la caverna, elfos del bosque, enanos y caballeros humanos mantenían su propia batalla, mientras en el otro extremo a los enanos se les habían unido ogros, elfos, orcos, goblins e incluso esqueletos. Por no hablar de que había percibido con claridad a los hijos de Nurgle en el frente, y de que parecía que otros dos ejércitos se iban a incorporar a la batalla por la isla que se estaba librando. Consciente de que tenía la ventaja de la sorpresa, pero de que algo impelía a sus manadas a lanzarse al combate, liberó a los impresionantes garragor, al gigante y a los hombres lobo para que causaran destrozos en todos los combates próximos, dió orden a los hombres bestia de que cazaran a los hechiceros enemigos, y, escoltado por sus minotauros, interceptó a las huestes de Nurgle. Hogthor era un hijo del Caos Absoluto, y odiaba a todo aquel que renunciara a él.
Además, algo en el centro de la caverna potenciaba sus fuerzas, una unión de los Poderes, lo que le inspiró confianza para esperar que el paladín Flogus apareciera ante él, dispuesto a partir por la mitad a aquel humano confiado, ya que mientras Flogus aceptaba su desafío, los cazadores asaetearon sin piedad al hechicero que lo acompañaba. Y ni siquiera pareció darse cuenta. Sí, el destino de aquel paladín estaba entrelazado con el suyo.
...
Las ordenadas tropas de Alec le seguían ciegamente, pese a las penurias pasadas, y se sintieron reconfortadas al llegar a la cueva y divisar otra enseña imperial en las cercanías. Por fin un nuevo aliado. El sacerdote Bungmark comenzó a realizar una plegaria a Sigmar en agradecimiento, mientras el capitán ordenaba a sus destacamentos aproximarse a aquel estandarte de esperanza.
El capitán Fluxus se encontraba de un humor de perros, y eso era algo que Bengt Knut podía percibir igual que todos los hombres. Por fin habían alcanzado su destino, pero ante ellos se deplegaba un enorme campo de batalla, y no el merecido premio que esperaban. El capitán no pronunció una palabra, simplemente hizo una seña, y ondeando su enseña personal, las tropas se dirigieron ordenadamente hacia un pequeño grupo de humanos, de aspecto bretoniano, que parecía resistir el hostigamiento de algunos elfos silvestres. A lo lejos otra hueste imperial se acercaba, y eso puso en fuga a los elfos, dejando a la vista a los maltrechos campesinos, que bajaron sus arcos al percibir la salvación.
El capitán Fluxus rezongaba para sí, de forma ininteligible, y probablemente nadie pudiera darse cuenta de cómo maldecía por encontrarse después de todo eso, un competidor que pudiera disputarle el favor imperial por su empresa. Se acercó con paso tranquilo a la doncella, que hasta ese momento se había mantenido con los campesinos, manteniendo su moral y que ahora se acercaba a darle las gracias. Cuando solo estaba a un par de pasos de distancia, el capitán alzó su par de pistolas y acabó con su vida sin pensarlo. Los campesinos se quedaron un instante petrificados, pero antes de que pudieran alzar de nuevo sus arcos, las tropas estatales acabaron con ellos, sabedores de que ya no podía hacerse otra cosa. El mago Bengt Knut se anotó mentalmente otra de las fechorías de las que Fluxus tendría que dar cuenta...si salían de allí, por lo que hábilmente se situó en la zona menos expuesta, preparado para escabullirse a la menor oportunidad.
Alec lo había visto todo claramente, como los elfos se retiraban, como los bretonianos se rendían, y como aquel capitán de negra armadura había ejecutado a sangre fría a los humanos. La rabia nubló su visión, y supo que no era el único cuando el odio se retrató en la cara de Bungmark. Esa isla había sacado lo peor de todos, lucharían hermanos contra hermanos, y las tropas de Alec abrieron fuego contra Fluxus y sus hombres.
...
Hacía rato que Jules era consciente de su victoria sobre los elfos silvanos, ya que su impetuosa carga había segado muchas de sus vidas. Los guerreros élficos eran realmente diestros y ágiles, y estaban vendiendo cara cada una de sus vidas, pero Jules había logrado deshacerse de su líder, que tras perder su montura y tener que combatir a pie, también había perdido su agilidad cuando de forma fortuita uno de los caballos había golpeado con su pezuña la rodilla derecha del elfo. Desde entonces su duelo poco a poco se había ido decantando para el bretoniano, que una vez arrojada su lanza, había ido acumulando pequeñas heridas sobre el elfo mientras su armadura le prevenía de lo contrario. Finalmente, una estocada había segado la vida del noble silvano, pero los últimos bailarines aún presentaban batalla. Fue entonces cuando Jules notó desaparecer algo que siempre había estado ahí. La Dama le había abandonado en mitad de la batalla, y Jules fue consciente del destino que probablemente había alcanzado a la doncella Marion.
Instantes después, unos deformes seres de aspecto reptiliano, del tamaño de grandes bueyes y con una fuerza impresionante, alcanzaron a los caballeros en la refriega, empleando su fuerza bruta para hacer valer de poco la pesada armadura bretoniana. Jules empezó entonces a temer por el embate, y se batió en duelo con uno de aquellos seres. Pero el paladín estaba acostumbrado a luchar de forma agresiva, confiando en su armadura y en la Dama para su protección, y ninguna de las dos cosas estaba ya a su favor. Eso, sumado a su agotamiento, fue su fin, pues tras un par de golpes para tantear sus fuerzas, el zoat descargó su enorme maza en dirección a la cabeza de Jules, haciendo saltar la espada que trataba de bloquearlo, y convirtiendo el cráneo del humano en una pulpa sanguinolienta. Aquellos zoat caerían en la batalla, pero no sin antes diezmar muy severamente a los señores de Bretonia, mientras unos enormes jabalíes mutados derribaban a cuanto quedaba en pie con su atronadora carga.
...
Lo que antes eran débiles chisporroteos de energía, empezaba a tomar forma de vórtice alrededor del taumaturgo, con rayos que iban y venían con las muertes de los mejores guerreros. Incluso el tamaño del mago se estaba incrementando, inmerso ya en su ritual, mientras su piel se oscurecía.Y mientras tanto, los temblores iban en aumento, y la caverna parecía a punto de colapsar.
...
Brogg resistía fieramente junto a sus últimos escoltas el embate doble de funerarios y elfos, pero hacía tiempo que en la pelea todo aquel que se encontrara al alcance se consideraba un enemigo. Diversas razas se habían unido a la refriega, y Brogg no había dudado en despedazar a un matatrolls que se había lanzado con ansia a por él, o en descabezar a un aprendiz de matarife que parecía pertecener a otra tribu. Eso sí, quien peor parado había salido eran los guerreros elfos, cuyos cadáveres yacían a su alrededor.
El matón ogro siempre había confiado en su descomunal fuerza, pero existían otras fuerzas igual de descomunales, y cuando frente a sí tenía a uno de los magos elfos, cuya espada estaba completamente envuelta en llamas, perdió de vista a Anurian, que conjuró a sus pies un pozo negro que le atrapó, dejándole indefenso. El portador de la espada flamígera se carcajeó de forma malvada, mientras una manada de leones se abalanzaba sobre Brogg y aprovechaba para darse un festín con el mayor depredador del lugar. Lo que aquel mago no había tenido en cuenta, es que existen seres mucho más malvados y traicioneros, y todos ellos se encontraban en la misma cueva. Y no tuvo tiempo de aprenderlo, cuando una red cayó sobre su espada, y con la vista obstruida por el humo subsiguiente, unos ojillos rojos se presentaron frente a él mientras la daga de Zliggit le atravesaba el corazón.
-¡Muere orejotaz!
El propio Anurian no pudo hacer nada para impedir lo que acababa de ocurrir, más allá de conjurar una Muerte Rauda que acabó con la vida de los traicioneros goblins nocturnos. Esos seres cobardes y débiles siempre actuaban de forma inesperada.
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Hogthor y Flogus se encontraban frente a frente, mientras a su alrededor, los minotauros peleaban con bravura contra las fuerzas caóticas de Flogus, y diversos retales de otros ejércitos participaban en la batalla, desde un gigante de hueso, a unos sombríos asur, por no hablar de unos trolls que nadie tenía claro de dónde habían salido.
Pero todo esto a los dos generales no les preocupaba lo más mínimo, y se enzarzaron en su propio duelo por los poderes del Caos, conscientes de que un tercer foco crecía en aquella plataforma cercana. Tenían que salir ilesos del duelo para además enfrentarse a ella. Esto hubiera invitado a la cautela, pero incitados por la propia niebla, los dos portentos guerreros habían abandonado esa opción, y sus golpes y embates eran temerarios y brutales, tratando de acabar con la vida de su oponente de un solo golpe. Flogus, pese a su inferior tamaño, contaba con los dones de Nurgle, siendo tan duro como el minotauro, pero su estilo de lucha, más ágil y empleando armas dobles, le estaba permitiendo obtener una ventaja creciente contra el mastodonte. Hogthor era plenamente consciente, pero también sabía que mientras su oponente debía herirle innumerables veces, él solo necesitaba un golpe para vencer. El astuto minotauro entonces tendió su trampa, tratando de mostrarse cansado, y exponiendo su costado para que el paladín se lanzara por fin en un ataque final. Y eso hizo, de forma que Hogthor inició una finta sorprendente, preparado para acabar el duelo. Entonces fue cuando notó que todo se le escapaba, perdiendo toda su fuerza, y pensó que las armas del paladín debían estar envenenadas, pero no era así, ya que oponente se derrumbó ante él. El minotauro estaba confuso, cuando pudo vislumbrar al chamán del rebaño aún con los fatales zarcillos en su cayado...el traidor había empleado una Mano de la Muerte para acabar con ambos competidores de un plumazo.
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Krag extrajo su ensangrentada lanza del pisoteado cadáver de Groth, vociferando para proclamar su victoria. De poco había servido el dorado protegetripas del matón cuando los enormes orcos, a lomos de aún más enormes jabalíes, habían caído sobre los desorganizados ogros. Varios de los monstruosos seres habían sido derribados y rematados en ese primer contacto, y aunque Groth había sido el último en caer, nada había podido hacer en tal inferioridad numérica, con las lanzas de los orcos hostigando su maltrecho corpachón. Krag había acabado con él sin dudarlo, y ahora recorría con su mirada las proximidades, buscando un nuevo enemigo.
Fue entonces cuando se dió cuenta de porqué el resto de los orcos no le había seguido en su carga, puesto que un muro de escudos enanos repelía sin cesar a sus chicos, y a la vez a una lenta pero inacable marea de muertos vivientes. Krag se fijó en un enano en particular. Tenía cuenta que saldar, y ahora le daba la espalda. Lanzó su grito de batalla, y su ya reducida escolta de jinetes de jabalí le siguió. Si lograban atacar por la espalda a esos enanos, romperían su defensa, y podría seguir aumentando su colección de enemigos vencidos.
Pero Björn no era ningún barbilampiño. Desde el momento en que los primeros pielesverdes se arrojaron al combate, había procurado localizar a aquel que los lideraba, y al oír su bestial bramido, se había preparado para el contacto. Cuando los jabalíes había dado la señal. Los guerreros del clan empujaron el frente con su muro de escudos, ganando tiempo, mientras Oleif, Björn y los barbaslargas alzaban los escudos sobre sus cabezas, y disponían un nuevo muro en lo que antes era su espalda. Los enanos eran especialistas en la formación de tortuga, negando sus flancos y retaguardia, y fue tarde para Krag para frenar su carga. Derribaron algunos enanos, pero estos enemigos estaban mucho más preparados para ese tipo de situaciones que los ogros. Gruñendo por la oportunidad perdida, trató de abrirse paso hacia Björn, pero cuando por fin unos pocos pasos le separaban del señor del clan, este desparramó los intestinos del jabalí más cercano con su hacha rúnica, la soltó, y sacando su pistola, que había reservado para aquel momento, descerrajó un tiro que, a esa distancia, dejó irreconocible la cabeza del orco. Otro agravio saldado.
Fue entonces cuando se dió cuenta de porqué el resto de los orcos no le había seguido en su carga, puesto que un muro de escudos enanos repelía sin cesar a sus chicos, y a la vez a una lenta pero inacable marea de muertos vivientes. Krag se fijó en un enano en particular. Tenía cuenta que saldar, y ahora le daba la espalda. Lanzó su grito de batalla, y su ya reducida escolta de jinetes de jabalí le siguió. Si lograban atacar por la espalda a esos enanos, romperían su defensa, y podría seguir aumentando su colección de enemigos vencidos.
Pero Björn no era ningún barbilampiño. Desde el momento en que los primeros pielesverdes se arrojaron al combate, había procurado localizar a aquel que los lideraba, y al oír su bestial bramido, se había preparado para el contacto. Cuando los jabalíes había dado la señal. Los guerreros del clan empujaron el frente con su muro de escudos, ganando tiempo, mientras Oleif, Björn y los barbaslargas alzaban los escudos sobre sus cabezas, y disponían un nuevo muro en lo que antes era su espalda. Los enanos eran especialistas en la formación de tortuga, negando sus flancos y retaguardia, y fue tarde para Krag para frenar su carga. Derribaron algunos enanos, pero estos enemigos estaban mucho más preparados para ese tipo de situaciones que los ogros. Gruñendo por la oportunidad perdida, trató de abrirse paso hacia Björn, pero cuando por fin unos pocos pasos le separaban del señor del clan, este desparramó los intestinos del jabalí más cercano con su hacha rúnica, la soltó, y sacando su pistola, que había reservado para aquel momento, descerrajó un tiro que, a esa distancia, dejó irreconocible la cabeza del orco. Otro agravio saldado.
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Bengt Knut había logrado distanciarse del combate entre humanos con diferentes enseñas, donde ya era difícil distinguir amigo de enemigo. Antes había podido ver como el capitán Alec acusaba a Fluxus de comportamiento deshonroso, mientras este sonreía sin disimulo. Sin duda ese Alec merecía mucho más la lealtad de sus hombres, pero Bengt Knut dudaba que ninguno de los dos fuera a vivir para ver otro día. Con sigilo se había distanciado, aprovechando los restos de rocas, y ahora podía contemplar el panorama con claridad, de la masacre en curso. Él mismo había tenido que tomar parte, primero porque unos herreruelos se habían dirigido directos hacia él en cuanto se había separado del combate, aunque por suerte una tremenda pila de rocas había caído directamente sobre ellos, matando a varios y derribando al resto. Y después porque tres condenados elfos que acechaban en las sombras habían tratado de acabar con él, aunque por suerte en aquel momento al mago aún le quedaban una Bola de Fuego o dos que lanzar, y los había liquidado sin hacer mucho ruido (para ser un mago del saber del Fuego).
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Kishena y sus implacables guerreros remataban al gigante derribado. La incorporación de ese descomunal ser al tumulto había sido un verdadero problema, y había acaparado su atención durante un buen rato. Por suerte habían resistido el tiempo suficiente para que Anurian, aproximándose, pudiera cegar al monstruo con un fuerte destello, lo que les permitió derribarlo, y una vez en el suelo el gigante había perdido toda su ventaja. Pero no era el único que había perdido su ventaja, el mago elfo, al intervenir heroicamente, se había alejado de los pocos elfos que seguían a su lado, y Kishena vió clara su oportunidad. Con un grácil movimiento, del todo antinatural en un ser reanimado tras siglos bajo tierra, eliminó la amenaza del mago en aquella batalla, convirtiéndolo en otra vida más que veía su fin en aquella contienda.
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La batalla decaía, con la mayor parte de los contendientes muertos, y el hechicero había logrado reunir la energía necesaria. En aquel momento, su leal sirviente logró alcanzar la plataforma, indicándole al hechicero que había cumplido su misión, eliminando al resto de competidores caóticos que podían interferir en su ritual. El hechicero asintió hacia el chamán, que se encontraba arrodillado. Extendió su brazo, indicando que iba a concederle una bendición, pero cuando la cornamenta del chamán rozó los dedos del bárbaro, su vida y su alma fueron inmediatamente absorbidas, cayendo como una cáscara vacía.
El hechicero entonces comenzó a convulsionarse y a mutar, consumiendo con ello la gran masa de la mayoría de almas ya liberadas en aquella batalla. Una poderosa cornamenta emergió de la frente del hechicero, que ya había dejado de ser humano.
Entre sonoras risotadas, sabedor de que debido al peculiar entorno, en que aquella niebla nublaba los sentidos de los presentes, que ni siquiera habían tratado de impedir su ritual, el antaño hechicero lanzó el hechizo que completaría su transformación, absorbiendo el resto de las almas disponibles. Un enorme Manto de Desesperación se extendió por la caverna, seguido de un masivo vórtice de energía oscura, que como si de una mágica gravedad se tratara, arrancó las vidas de la mayoría de los supervivientes.
Aquellos sin especial resistencia a la magia cayeron sin siquiera entender lo que ocurría, incluyendo con ello a la mayoría de los humanos. El duelo entre los capitanes Fluxus y Alec quedó así sin conclusión, mientras Bungmark, protegido por su fe en Sigmar, era de los pocos en pie en todo su sector, mientras veía como todos a su alrededor morían de forma espontánea. Su fe se quebró en aquel instante ante tamaño acto, y se lanzó sin pensarlo dos veces hacia el origen de esa maldad.
No fue el único. La mayoría de los combates se habían detenido, con la excepción de aquellos en que trolls, pieldelobo o demonios tomaban parte. Aparte de ellos, solo algunos elfos y enanos, con Björn a la cabeza se mantenían en pie, además del grueso de las fuerzas de Kishena, que no tenían una vida que hubiera podido ser absorbida. Todos ellos se dirigieron hacia el centro de la cueva.
Mientras tanto, el hechicero completaba su transformación. A su enorme cornamenta, y la estatura de un ogro de gran tamaño, ahora se unían unas alas membranosas y unas garras afiladas, completando su ascensión, convirtiéndose en príncipe demonio. Por primera vez, el hechicero se tomó la molestia de ver los restos de la batalla, que confluían hacia él. Como un dios que contempla meros juguetes, el hechicero comprobó sus poderes ahora magnificados.
Los dioses del Caos estaban de su lado, y un potente Fuego Azul de la Metamorfosis fue su elección para acabar con la vida del sacerdote de Sigmar, que absolutamente solo corría entre las pilas de muertos. Todos los vientos de la Magia obedecían su voluntad, y sin siquiera esforzarse, combinó Aqshy y Azyr, y un Rayo Múltiple seguido de una Deflagración Infernal acabó con el resto de las fuerzas vivas.
El hechicero entonces comenzó a convulsionarse y a mutar, consumiendo con ello la gran masa de la mayoría de almas ya liberadas en aquella batalla. Una poderosa cornamenta emergió de la frente del hechicero, que ya había dejado de ser humano.
Entre sonoras risotadas, sabedor de que debido al peculiar entorno, en que aquella niebla nublaba los sentidos de los presentes, que ni siquiera habían tratado de impedir su ritual, el antaño hechicero lanzó el hechizo que completaría su transformación, absorbiendo el resto de las almas disponibles. Un enorme Manto de Desesperación se extendió por la caverna, seguido de un masivo vórtice de energía oscura, que como si de una mágica gravedad se tratara, arrancó las vidas de la mayoría de los supervivientes.
Aquellos sin especial resistencia a la magia cayeron sin siquiera entender lo que ocurría, incluyendo con ello a la mayoría de los humanos. El duelo entre los capitanes Fluxus y Alec quedó así sin conclusión, mientras Bungmark, protegido por su fe en Sigmar, era de los pocos en pie en todo su sector, mientras veía como todos a su alrededor morían de forma espontánea. Su fe se quebró en aquel instante ante tamaño acto, y se lanzó sin pensarlo dos veces hacia el origen de esa maldad.
No fue el único. La mayoría de los combates se habían detenido, con la excepción de aquellos en que trolls, pieldelobo o demonios tomaban parte. Aparte de ellos, solo algunos elfos y enanos, con Björn a la cabeza se mantenían en pie, además del grueso de las fuerzas de Kishena, que no tenían una vida que hubiera podido ser absorbida. Todos ellos se dirigieron hacia el centro de la cueva.
Mientras tanto, el hechicero completaba su transformación. A su enorme cornamenta, y la estatura de un ogro de gran tamaño, ahora se unían unas alas membranosas y unas garras afiladas, completando su ascensión, convirtiéndose en príncipe demonio. Por primera vez, el hechicero se tomó la molestia de ver los restos de la batalla, que confluían hacia él. Como un dios que contempla meros juguetes, el hechicero comprobó sus poderes ahora magnificados.
Los dioses del Caos estaban de su lado, y un potente Fuego Azul de la Metamorfosis fue su elección para acabar con la vida del sacerdote de Sigmar, que absolutamente solo corría entre las pilas de muertos. Todos los vientos de la Magia obedecían su voluntad, y sin siquiera esforzarse, combinó Aqshy y Azyr, y un Rayo Múltiple seguido de una Deflagración Infernal acabó con el resto de las fuerzas vivas.
-El mundo aún no lo sabe, pero su destino ya ha cambiado. Yo seré el Orden, y yo seré el Caos. La Vida, la Muerte, la Creación y la Destrucción. No habrá más guerras ni conflictos cuando sojuzgue a todas las razas. No habrá más poderosos ni plebeyos, pobres ni ricos, fuertes ni débiles, pues nadie podrá oponerse a mí. Ni siquiera los hombres rata en sus profundas madrigueras escaparán a mi alcance, y desde luego, mis viajes me han otorgado el conocimiento para lidiar hasta con fuerzas oscuras como la tuya.
Kishena no se amilanó ante la declaración. Para ella, era solo un invasor más, y avanzó con su khopesh preparado. Entonces el demonio alzó una de sus garras, y como si fuera un nigromante, los cadáveres de cada ejército se alzaban a su alrededor, mientras una sonrisa diabólica se dibujaba en aquel ser. Pero Kishena aún podía emplear a sus tropas para darle el tiempo de acabar con el demonio. Les ordenó formar un perímetro alrededor de los dos contendientes.
Pero no obedecieron. Kishena lo intentó de nuevo.
-No me has escuchado.
El demonio segó el aire con una de sus garras, y los propios guerreros funerarios se giraron para eliminar a Kishena. El demonio se dió la vuelta, mientras meditaba sobre por dónde comenzar su invasión de las tierras más allá de Mar.
...
Bengt Knut corría como alma que lleva el diablo. En cuanto había visto el masivo hechizo tomar forma, se había internado por una de las galerías sin la necesidad de ver el desenlace de aquel atroz conjuro. Fuera lo que fuera que ostentaba ese poder, estaba muy lejos del alcance del mago de batalla. Tendría que lograr volver a la playa evitando los peligros de la isla, esperando que nada le persiguiera. Tendría que conseguir encontrar alguna embarcación de cualquiera de los ejércitos que aún pudiera emplear...y lo bastante pequeña para hacerlo sin ayuda. Tendría que lograr cruzar el mar. Y eso era lo fácil. Después tendría que convencer a alguien con poder de lo que había visto, y de lo que probablemente se avecinaba. No, no iba a ser tarea fácil. Comparada con los siguientes días, la vida de Bengt había sido extremadamente fácil...
Espero que me perdonéis que no haya preparado un final más elegante, eran demasiados personajes a los que dar un final en demasiado poco tiempo, y el final de la campaña que tenía previsto originalmente era un poco diferente.
¡Qué pasada! Te ha quedado más que épico el relato, un cierre digno para una campaña muy chula. Lástima no haber podido jugar la batalla 2 para meter algunas anécdotas reales.
ResponderEliminarY todo un detalle el reaprovechar a los secundarios que hice para los informes, me ha hecho ilusión jajaja
PD: no creo que Zliggit haya muerto realmente, ese goblin tiene una suerte increíble... Y me gusta demasiado escribirle como para no volver a sacarlo en alguna ocasión xD
Me he leído la campaña entera y la verdad es que ha quedado guapísima!
ResponderEliminarY el final muy épico, una pena que se hayan caído todos los hombres lagarto y que el único superviviente haya sido un mago mindundi imperial jajaja
Me ha hecho gracia ver tanta traición entre supuestos aliados, sobre todo los pobres elfos...eso les pasa por buena gente.
A ver que tal las fotos! seguro que me entrará un mono que no podré saciar por la cuarentena...