Buenos días malditos herejes. Las cosas que me hace publicaros Rodri de verdad, con su mirada peculiar de los mundos de Fantasy, donde tiene la asombrosa idea de que el Imperio es el centro del mundo. Que imperialistas son estos imperiales...
Normalmente, hablar del Imperio es pensar en fornidos
hombres con bigote y arcabuces que juran por Sigmar y protegen su tierra por
honor. Pero no tiene por qué ser así. En mi imaginación, las ciudades del
Imperio se parecen mucho más a la Alianza de Warcraft, a las aldeas del Clash
of Clans o a una party cualquiera de Dungeon & Dragons. Es decir, están llenas
de especies no humanas, pero compatibles con los hombres.
El Imperio es el centro del mundo y dentro de sus fronteras
hay humanos, enanos y halflings. Pero no son los únicos. También hay ogros de
alquiler, hombres bestia en los bosques, elfos silvanos en santuarios, orcos y
goblins en las montañas, skaven bajo las alcantarillas, sectarios de Tzeentch
en templos clandestinos, vampiros en castillos, nigromantes en los cementerios…
Todo cabe en el Imperio y, precisamente por ello, es
realmente sencillo justificar cualquier enfrentamiento sobre el campo de
batalla. Lo que nos cuesta un poco más imaginar es que muchas de estas
criaturas, aparte de encontrarse dentro de sus fronteras, también participan de
su sociedad.
Razas en
las ciudades
¿Dónde podemos encontrar a estas razas? Como todo en la
vida, depende. Si pensamos en una Europa renacentista o ilustrada, que son los
periodos en los que enmarco el Imperio, convendréis conmigo que no es lo mismo
la Soria de la época que la efervescente París ni los pueblos dispersos del
Tirol que Sevilla y el ajetreo de su puerto en el Guadalquivir. Sucede igual en
el Imperio, donde tenemos ciudades-estado muy cosmopolitas en contraste con
capitales de provincia eminentemente agrarias y tradicionales.
Pongamos como ejemplo Altdorf, una ciudad monstruosa
edificada sobre pantanos, comunicada por puentes y viaductos, capital del
Imperio y en la que a nadie le importa tu vida porque todos andan demasiado
ocupados sacando adelante sus negocios o el de sus patrones. Según los
diferentes textos trasfondísticos de los libros de ejército y manuales de rol,
en esta ciudad “los mercados mayoristas más prestigiosos son aquellos que traen
sus mercancías desde tierras lejanas, Tilea, Arabia o incluso Ulthuan. En estos
mercados, los vendedores Elfos y Enanos son casi tan comunes como los humanos,
aunque los humanos predominan en los compradores”.
Con esto ya sabemos que tenemos las razas clásicas de fantasía en la capital. No es de extrañar, pues Altdof alberga los Colegios de Magia, donde habrá una presencia importante de hechiceros elfos, y la Escuela Imperial de Ingenieros, donde los enanos se arman de paciencia para enseñar a los torpes humanos a usar la pólvora. En ambos casos, con accidentadas y explosivas consecuencias.
¿Y qué tal conviven estas razas? Wikia vuelve a darnos la
respuesta al describirnos la típica tasca capitalina. “El interior de la
mayoría de las tabernas consiste en una simple habitación con una barra a lo
largo de una pared. Esta habitación es oscura, con humo y extremadamente
ruidosa, excepto en los momentos en los que entran extraños. En esos momentos
todo el mundo calla y mira fijamente a los recién llegados. En la mayoría de
las tabernas esto es más por curiosidad que por hostilidad, aunque hay algunas
excepciones, particularmente si, por ejemplo, un Elfo entra en una taberna de
Enanos”. En resumidas cuentas, coexisten, aunque no exentos de conflicto.
Así que ya sabemos que, si jugamos un ejército de Altdorf,
podemos usar la miniatura de un elfo como un gran hechicero o la de un enano
como maestro ingeniero. También podemos colar tapones entre los arcabuceros y
orejas picudas ente los batidores. Y si estamos mal de la cabeza, como un
servidor, podemos infiltrar elfos en las dotaciones de las máquinas de guerra y
darle una lanza a un enano para que nos enseñe de qué es capaz. Eso suponiendo
que haya una integración total de las razas, aunque bien pudiera pasar que
estas se encerraran en sí mismas al sentirse amenazadas por los humanos y se
enrocaran en sus respectivas culturas. En tal caso, quizá sea más interesante
crear regimientos formados íntegramente por cualquiera de estas razas, armarlos
según su especialidad, relegarlos a un flanco y mantenerlos lo más alejados
posible de conciudadanos con los que pudieran chocar.
Razas en el
campo
A la luz del epígrafe anterior, alguien podría pensar que
todas las razas de fantasía se hacinan en Altdorf y las provincias agrarias
están pobladas únicamente por tristes y anodinos humanos. Ni mucho menos.
Tenemos como muestra la misteriosa Stirland, “una tierra pobre” en la que “no
hay muchas ciudades que quepa mencionar”. Según Wikia, “los habitantes de
Stirland son granjeros, cazadores furtivos, sabios y otras profesiones
relacionadas con la tierra” y sus peores defectos “su hermetismo, su
desconfianza y su estrecha de miras hacia forasteros, Elfos y costumbres
modernas”.
-Pero un momento, Rodri –os diréis-. ¿No decías que era un sitio en el que era fácil encontrar otras razas?
Lo es en cuanto nos acercamos al norte, donde “hay una gran
comunidad de halflings, debido a la proximidad de Stirland al territorio de la
Asamblea”.
-¡Ah, halflings! ¡A todo el mundo le gustan los halflings!
Son graciosos, amables, hospitalarios, cocinan bien…
Pues a los stirlandeses no. De hecho, los ubicados en la
parte central de la provincia “todavía están ofendidos por la decisión de hace
mil quinientos años que les privó de sus mejores tierras de cultivo para
entregárselas a ‘los bajitos’. Aunque este resentimiento casi nunca desemboca
en violencia, la creencia de que los halflings son todos ladrones es más fuerte
aquí que en ninguna otra parte del Imperio”.
En este sentido hay un pasaje desternillante en Wikia que
narra cómo en Wörden, una de las principales ciudades de la provincia, “existe
la tradición de, al celebrar el cumpleaños de un niño, fabricar un hombre de
paja del tamaño de un halfling y rellenarlos con dulces y caramelos que ha
‘robado’ a los niños. Luego se cuelga de una rama y los niños, con vendas en
los ojos, lo golpean con varas hasta que lo revientan y ‘les devuelve’ los
caramelos. Los lugareños niegan que alguna vez los borrachos hayan colgado a un
halfling de verdad”.
Por tanto, si juegas un ejército de Stirland, quizá te plantees incorporar medianos a tus regimientos. Pueden ser unos buenos batidores, milicianos de las compañías libres o tener representación en las tropas estatales. Y si estás mal de la cabeza, como un servidor, quizás quieras montarlos en gallos y cerdos y utilizarlos como Órdenes de caballería. En cualquier caso, dudo que los stirlandeses los aceptaran como generales, pero nadie te impide usarlos. Mucho menos yo que, de hecho, te animo.
Me encanta que al final todo el artículo no es más que un gran excusa para justificarte xD Muy divertido, eso sí jajaja
ResponderEliminarComo todos los artículos en este blog, ¿no? :P
Eliminar¡Y no es mi peor idea!
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