¡Buenos días majos! No quisimos interrumpiros la apertura de regalos de ayer, pero aquí tenéis el adelanto del que os traemos nosotros. Antes de navidades organizamos una maratón de grabaciones con todas las precauciones posibles, y para abrir boca hoy os dejamos el trasfondo del primer videoinforme del año. Con la particularidad de que la partida tiene un tamaño no habitual...pero es el clásico atemporal: humanos contra orcos.
Para esta primera partida os traemos un enfrentamiento de patrullas, pero no os voy a dar los detalles todavía, porque hoy lo que toca es el trasfondo del choque, tanto en digital como escrito. Esta vez el autor es Narbek.
Gurgzuk trataba de controlar a su inquieto jabalí, el cual
no paraba de dar vueltas sobre sí mismo, gruñendo y levantando tierra con las
pezuñas. El jefe orco compartía la excitación del animal, ansioso por entablar
combate de una vez; y no era el único. El resto de sus chicos gruñía, reía o se
daban puñetazos más o menos amistosos entre ellos, mientras los orcos negros
sopesaban sus hachas, mirándolas con ojo crítico, afilándolas una y otra vez.
Todos esperaban la orden.
Habían pasado tres días desde que se habían separado del
whaaagh principal, enviados por el propio kaudillo como avanzadilla, para ir
creando un poco de pánico entre los sonrosaos. Tres días de quema de campos,
matando a todos los humanejos que encontraban por el camino. Pero uno se
terminaba aburriendo de perseguir pastores, sin nadie que les plantara cara y
les diera una buena pelea. Hasta ahora.
A los pies de la colina se veía el poblado de los sonrosaos,
y este no era uno de esos poblados de apenas dos casas y un granero. Aquí había
más edificios y se veían más humanos; humanos con armaduras. Desde lo lejos,
llegaba el tañido de una campana, relinchos de caballos, el llanto de los
niños, gritos de miedo y órdenes impartidas a voz en cuello. Gurgzuk levantó su
lanza por encima de la cabeza y lanzó un poderoso bramido, que corearon sus
muchachos, lanzándose todos a la carga.
Mientras espoleaba a su jabalí colina abajo, pudo ver como un
jinete humano salía a galope tendido por la otra punta del pueblo. Un
mensajero, sin duda en busca de refuerzos. El orco sonrió ferozmente. Para
cuando llegaran, solo encontrarían ruinas…
excelente!!
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