¡Buenos días! Hace unos días tuvimos por aquí un poquito de trasfondo druchii, y esta semana toma el testigo otro de los relatos del torneo de Panzerhammer enfocado en sus primeros menos leales. Pero la verdad es que el enfoque que le ha dado Davids es bastante guay, así que os dejo directamente con sus palabras.
Arthalon estaba inquieto, no le gustaba alejarse de Ulthuan. Ni siquiera por petición de un viejo amigo... Teclis llegó a la isla hacía apenas dos semanas desde su partida al Viejo Mundo con Arthon, su hijo. El vórtice se estaba desestabilizando, y la labor del archimago era buscar el origen o la solución.
- Reúne a tus tropas, debes partir de Ulthuan de inmediato...
Esas fueron las únicas palabras de Teclis antes de desfallecer a las puertas de su hogar. Una nota manuscrita le daba a Arthalon las indicaciones del lugar de desembarco, junto con una breve "descripción" del motivo: Un centro de poder se acababa de manifestar, las otras razas ya se estaban poniendo en marcha para investigar. Ese misterio NO DEBÍA caer en malas manos.
Elgurn se acercó al príncipe y posó una mano en su hombro.
- No me gusta viajar, y menos con tan poca información de lo que nos vamos a encontrar. – dijo el príncipe al mago.
- Vais bien pertrechado mi señor. Tenéis valerosos hombres a vuestro servicio, nos tenéis a Miranya y a mí, y por supuesto, le tenéis a él...
Como respuesta a esa alusión, un ensordecedor rugido surgió de entre las nubes. Enraithil descendió de los cielos, rodeó el barco y volvió a ascender. Siempre vigilante, el anciano dragón testigo de La Secesión nunca bajaba la guardia.
-Voy bien pertrechado... - En verdad, en compañía de sus hombres, sus dos hechiceros más capaces y su fiel compañero escamoso no tenía de qué preocuparse. Ésta no sería su primera batalla, la de ninguno de los escogidos para la travesía. Tenían una misión que cumplir. Un nuevo rugido, con una cadencia conocida, puso fin a los pensamientos del elfo ya que era el modo que el dragón empleaba para informar a Arthalon de que su viaje por mar había terminado.
Cuando divisaron los acantilados que custodiaban la bahía indicada por Teclis, una figura a lomos de un corcel alado les esperaba. El sol reflejaba en la máscara dorada que cubría su rostro. Ya habían terminado el desembarco cuando el desconocido se acercó y permaneció a una distancia prudencial con la mano izquierda alzada, como esperando a ser invitado.
- ¿Quién sois, y qué queréis de nosotros? – Quiso saber Arthalon acercándose cautamente al desconocido.
- Saludos Lord Arthalon, vuestra llegada me había sido notificada por un amigo en común. Me llamo Balthasar Ghelt, Patriarca Supremo. - ¿El mismo Patriarca Supremo? ¿Qué estaba sucediendo en ese lugar?
- Sed pues bienvenido a nuestro campamento, hablemos de qué os ha hecho salir a nuestro encuentro.
- No hay tiempo, seguid el camino que sale al norte de esta playa, a dos días de camino llegaréis a un poblado donde hemos instalado un puesto militar avanzado. Lo que os trae aquí ha atraído también las miradas de fuerzas del Caos y la destrucción, y a otros enemigos de quien aún no conocemos las intenciones que motivan sus movimientos... Las razas leales al Orden debemos unir fuerzas o nos veremos arrastrados por una senda que puede desembocar en el Fin de los Tiempos. Necesitamos vuestra ayuda, la ayuda de los Asur, junto con la de los enanos, hombres, y unos aliados que vienen desde la lejana Lustria. Por favor, no os retraséis, el tiempo corre en nuestra contra. Allí os informaré a todos juntos de la situación.
Sabia Lileath... Gracias por guiar a Teclis por esta tierra... El Fin de los Tiempos, la profecía del fin del mundo conocido. La situación del vórtice era peor de la que se suponía en la Corte del Rey Fénix... Y al parecer recaía sobre Arthalon la responsabilidad de que la situación no llevase al mundo al desastre. Balthasar le había hablado de aliados de razas inferiores, este hecho casi abrumaba más que aliviaba, ya que las otras razas eran poco útiles en el mejor de los casos, y un importante estorbo en el peor. Casi estaba tentado de ignorar las indicaciones hacia ese puesto avanzado y ponerse en marcha cuanto antes en la búsqueda del centro de poder, pero Teclis había avisado al Patriarca Supremo para que los recibiera, y eso no era algo que Arthalon fuera a pasar por alto.
Al amanecer del segundo día de marcha la comitiva divisó el campamento militar, y el despliegue era bastante aceptable. Las diversas zonas estaban bien organizadas, y el príncipe pudo distinguir varios grupos de humanos de los dos reinos que esa raza controlaba. Un heraldo se acercó a caballo subiendo con paso ligero la loma que comunicaba el pueblo con los elfos.
- Mi señor, hemos preparado dependencias para usted y sus hombres y… bestias. – Enraithil gruñó y fijó la vista en el heraldo que retrocedió con expresión aterrada.
- Si esta noble criatura vuelve a escuchar, aunque sea en vuestros pensamientos, que os referís a él como “bestia”, lo único que encontrarán los vuestros serán cenizas en el suelo que antes ocupaban vuestros pies.
- ¡Mis más humildes disculpas! No pretendía ofender a su magnífico dragón. Por favor, sed tan amables de seguirme para que pueda acomodarlos. También debo informaros de que se espera que esta tarde lleguen los últimos comandantes, el Patriarca Supremo les convoca a vos y al resto de líderes a una reunión en su tienda al anochecer.
- Muy bien, os seguimos heraldo.
Arthalon llegó al lugar de reunión con las últimas luces del ocaso. Varios líderes humanos estaban presentes, pero contuvo el aliento cuando sus ojos se detuvieron en dos grupos distintos… A la derecha de los humanos se encontraba una comitiva de saurios de Lustria, el viaje que habían hecho esos guerreros era considerable. A la izquierda, levantando poco más de la altura de su pecho estaban varios señores enanos, apartados del resto, y mirando con recelo hacia él. Enanos… se fiaba de ellos lo mismo que de un sucio skaven. Ya podía ser importante lo que Balthasar les contase, o su convivencia en esa zona iba a durar muy poco.
El mago imperial apareció de entre el resto de hombres allí reunidos y se dirigió a todos con voz firme.
- Compañeros, estamos aquí porque en vuestros hogares os han advertido de un peligro incipiente… Los vientos de la magia circulan alterados, las tormentas del norte se vuelven más violentas, y recientemente, un altar ha aparecido a pocos kilómetros de aquí. No sabemos lo que significa, ni lo que implica para el Viejo Mundo, pero nuestros exploradores han alertado de movimientos enemigos: Parece que hasta la última raza que habita este continente ha enviado una comitiva hacia aquí. Hasta el momento conocemos la ubicación de varias manadas de bestias caóticas, demonios y servidores del caos, pielesverdes, ogros e incluso druchii. Además, varios cementerios cercanos se han visto vaciados de sus silenciosos habitantes, por lo que podemos suponer que también hay nigromantes cerca. – Varios rumores surgieron de los distintos grupos, si esta información era verídica, esta era una situación sin duda delicada.
- ¿A cuánto tiempo de aquí se encuentran estos enemigos? – Inquirió un enano.- Salid a su encuentro y acabad con ellos uno a uno. El Imperio debe estar en un mal momento si requieren la colaboración de nuestro pueblo y el suyo…- Y el dedo del interlocutor señaló a Arthalon.
- Cuidado barbudo… No he provocado a nadie, no tratéis de empezar un nuevo conflicto sin ningún motivo.
- Calma caballeros – Interrumpió Balthazar. – Nuestros enemigos esta vez son comunes a todos los presentes, semejante despliegue militar hostil no se ha visto en la memoria de los hombres de esta tierra. Si alguno se hiciera con el altar, las consecuencias serían catastróficas, y todos nosotros compartiríamos un triste destino…
- Sí, ya hemos oído hablar de ese cuento del Fin de los Tiempos… Historias para asustar a débiles y cobardes.
- No sssubestimesss los poderesss arcanossss enano – Un pequeño eslizón se adelantó interpelando al enano. – Ni la másss profunda cueva puede resguardaros de la tormenta del caosss que sssse puede desssatar…
- ¿Resguardarnos? ¿Crees que nosotros somos unos cobardes?
- Cobardesss no… pero sssí bassstante ignorantessss…
- Repite eso lagarto y te parto el cráneo – Escupió el enano echando mano a su hacha.
- No llegaríasss a caminar tressss passosss – El eslizón retiró la capa que lo cubría y movió las garras dejando ver destellos relampagueantes entre ellas. De pronto, un soldado apareció ante todos los presentes.
- ¡Patriarca! ¡Milord! Nuestro grupo de exploradores de la zona sur acaba de llegar, su líder ha insistido en que os de esto de inmediato.
Balthasar recogió la misiva, leyó y de pronto su expresión se ensombreció…
- Caballeros, uno de nuestros ejércitos que venía hacia aquí ha desaparecido. Se han encontrado rastros tanto de una tribu de bestias como de skaven, parece que han actuado de forma combinada. Esta “alianza” es nueva, y no una buena noticia precisamente. Parece que ha sido a unos 10 km al sur de aquí. Están más cerca de lo que pensábamos.
- ¡Alarma!¡Alarma! ¡Antorchas en el bosque! – La voz del vigilante llegó hasta los comandantes.
- ¿Esperamos más tropas Patriarca?
- No Arthalon… estos visitantes no creo que vengan con buenas intenciones. Caballeros, les recomiendo ir de inmediato a preparar a sus tropas, puede que nuestros aceros se vean desnudos el amanecer.
Cada comandante estaba ya con sus tropas, todo el campamento se estaba preparando para lo que pudiera pasar.
- ¡Alarma! ¡Enemigos tras la colina! ¡Enemigos tras la…! - La voz del explorador a caballo que bajaba por la ladera que había llevado a los elfos hasta ahí quedó silenciada por una flecha negra, de un estilo que Arthalon conocía perfectamente… Druchii. Sus soldados también se dieron cuenta. Al instante, un jinete oscuro surgió sobre la cima de la colina. Casi al mismo tiempo, más antorchas se vislumbraron al norte.
Arthalon miró tras de sí a sus tropas. Estaban listos, concentrados. Los arqueros tensaban sus arcos, los soldados enarbolaban sus armas, y los jinetes terminaban de comprobar las correas de sus monturas.
En el resto de áreas del campamento el panorama era el mismo. Humanos, enanos, saurios y elfos se preparaban para una batalla hombro con hombro sin siquiera haberse puesto de acuerdo. La necesidad se había impuesto pues se hallaban rodeados por incontables antorchas que iluminaban el horizonte por todos los frentes.
- Esto empieza…- pensó el príncipe, y Enraithil lanzó un bramido que silenció el campo en el que se encontraban. Como respuesta, segundos más tarde los aliados de los elfos imitaron al dragón. Por primera vez en esta era, una alianza del Orden se había forjado por un objetivo común, y esa noche era algo tan sencillo como sobrevivir.
Comandantes
- Príncipe élfico en dragón, con armadura pesada, arma a dos manos, escudo, Llama del Fénix y Yelmo del Destino, 510 puntos
Héroes
- Mago de nivel 1 con Honor Puro de Corazón y Pergamino de Dispersión, 115 puntos
- Mago de nivel 1 con Cristal de las Annuli, 135 puntos
Básicas
- 10 arqueros, 120 puntos
- 5 yelmos plateados con armadura pesada, escudo y músico, 122 puntos
- 5 yelmos plateados con armadura pesada, escudo y músico, 122 puntos
Especiales
- Carro de Tiranoc, 85 puntos
- 5 guardianes de Ellyrion con lanza y músico, 97 puntos
- 11 maestros de la espada de Hoeth con grupo de mando completo, 173 puntos
- 6 príncipes dragón de Caledor con grupo de mando completo y Estandarte de Ellyrion, 216 puntos
Singulares
- Escolta celeste con arco gigante, 140 puntos
- 10 leones blancos de Cracia con grupo de mando completo, 165 puntos
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