¡Buenos días! Ahora sí que sí, os comparto el último trasfondo de los presentados en el torneo de Panzerhammer, pero no iba a cerrar de cualquier forma. En esta entrada os presentamos el relato que se coronó como el Mejor Trasfondo, cortesía de Jonathan Galgo. Un relato bestial...pero en el que la historia desde el punto de vista de los hijos del Caos no es tan salvaje como suelen aparentar.
La daga cayó con rapidez. El soldado que yacía sobre el tosco
altar se retorció y quedó inmóvil mientras su grito se convertía en estertor.
El arma desgarró el pecho y unos dedos bestiales arrancaron su corazón aún palpitante.
Junto al homicida había cinco figuras. Uno era un beligor de
mediana estatura con un estandarte. Dos eran gors, retorcidos y deformes. El rostro
del primero indicaba inteligencia y tenacidad; los otros meramente ferocidad animal.
El cuarto era un shaggoth que contemplaba el ceremonial con expresión disgustada.
Y en verdad, Sheik de Sorga no estaba a gusto. Su propia gente
tenía extraños y oscuros rituales, pero nada parecido. Estaba solo con los gors
del Drakwald, una raza extraña. Acababa de ver una ceremonia
salvaje y aunque la brutalidad le era tan natural como a sus compañeros, los actos
sádicos no. El viejo chamán empezó a devorar el corazón. Sheik dirigió una
mirada al beligor del estandarte. ¿Acaso Branha Gran Cuerno creía que su chamán
podía influir en los dioses del Caos con un ritual tan absurdo?
—¡Los augurios son buenos! —exclamó el chamán.—Veo... ¡la
derrota para los de Sigmar! ¡El triunfo para los hijos del bosque!
Los gors murmuraron entre dientes y sonrieron.
—Id y preparad a la manada para la batalla —dijo Branha. Los
dos gors asintieron y se alejaron.
Sin prestar más atención al chamán que examinaba el cadáver
junto al altar, Branha hizo un gesto a Sheik. El shaggoth le siguió fuera del bosque.
Bajo las estrellas, respiró tranquilamente. Se encontraban en una colina de suaves
pendientes cubiertas de hierba. Cerca parpadeaban algunas hogueras dispuestas irregularmente.
Más al sur, había más, meros puntitos luminosos, pero incluso
a esa distancia podían ver que estaban dispuestas en un orden geométrico.
—Los fuegos de los hombres —musitó Branha —. Esos fuegos han
conquistado todo el Viejo Mundo y ahora, los hijos del bosque nos enfrentamos a
ellos. ¿Qué sucederá mañana?
—Que venceremos, al menos según tu chamán —respondió Sheik.
Branha hizo un gesto de impaciencia.
—Reflejos de luz sobre el agua, viento agitando los árboles.
¿Me crees tan necio como para creer en esas señales? Fue por Gron y Bocah por
los que permití a Morghur hacer la ceremonia. Lucharán mejor.
—¿Y Morghur cree? -preguntó Sheik.
—Es demasiado viejo para creer en nada.
—No sé cómo tomarme eso.
Branha rió.
-Cierto, pero aunque todo es joven comparado contigo, él ya
era viejo mucho antes de que naciera yo. Afirma descender del primer Morghur, el
primer chamán. Nadie sabe lo viejo que es... ¡Quizá sea el Morghur original!
—Branha —dijo burlón el chamán uniéndose a ellos—para conservar
la confianza de los gobernados hay que parecer tonto. Conozco misterios que os
volverían locos si los revelara, pero para que la manada nos siga, he de hacer simplezas
que consideran magia, como vociferar, agitar pieles y huesos y embadurnarme con
sangre y vísceras.
Sheik miró al chamán con nuevo interés. Nada recordaba al demente
de la ceremonia.
—Branha, ahí está tu duda —dijo señalando hacia un grupo de
hogueras.
—Sí —asintió el beligor.—La batalla depende de eso. Con Sheik
nuestra fuerza es grande, pero necesitamos una infantería pesada que aguante el
embate de la caballería imperial. Necesitamos a los minotauros, pero ahora que su
líder, Gragna, ha muerto, amenazan con irse.
Los tres caminaron por el campamento. Los gors dormían
alrededor de sus hogueras junto a los mastines. Salvo por los carros, iban
pobremente armados. Sus armas eran hachas y mazas de piedra y carecían de
armadura, salvo algún que otro escudo de madera y piel.
Finalmente llegaron a las hogueras de los minotauros. Uno de
ellos, muy corpulento, se levantó y avanzó a su encuentro.
—Bien, Garak —dijo el beligor—,¿qué habéis decidido?
—Danos un caudillo digno al que seguir para que luchemos por
ti.
Branha resopló y cruzó los brazos.
—¡Pídeme también que haga caer Morrslieb de paso! ¿No te seguirán
tus camaradas?
—No contra el Imperio —respondió Garak—. Un caudillo nos trajo
hasta aquí... Un caudillo debe liderarnos contra los humanos.
—Yo soy un caudillo —dijo Branha —. ¿Lucharéis por mí si lucho
junto a vosotros?
—Un caudillo digno —dijo Garak despectivamente—. Ni eres lo bastante
digno, ni rezas al abuelo Nurgle.
—Lo jurásteis, Garak.
—Juramos bajo Gragna. Cuando murió quedamos liberados. No seguiremos
más que a un caudillo.
Branha lanzó un rugido. Su rabia empequeñecía a los minotauros
frente a él.
—¡Miserables! Vuestras vidas me pertenecen; vinisteis para asolar
el bosque y os derrotamos. Jurásteis luchar una batalla contra los humanos bajo
mi estandarte. A cambio yo dejaría partir a los supervivientes con una buena
parte del botín que ganemos . Gragna habría mantenido su palabra pero tú, Garak,
siembras la discordia.
—No es así —gruñó el minotauro—. Danos un caudillo digno y lucharemos
por ti. Si no... nos iremos.
Por un instante Sheik pensó que Branha desenvainaría la espada
y atacaría al minotauro. La furia en sus ojos hizo que Garak retrocediera y llevara
la mano al cinto.
—¡Escoge! —dijo el beligor—.O lucháis por mí mañana... ¡o
morís ahora!
—Si no nos traes un caudillo digno... —insistió tozudamente Garak
— ¡…que sea la guerra!
—Calma, calma —dijo el viejo Morghur—. Branha, no digas más.
Garak, ¿lucharéis por nosotros si os guía un caudillo?
—Eso hemos jurado.
—Entonces esperad—replicó el chamán—. ¡porque os daré un caudillo
como no habéis conocido!
Hizo una señal a sus dos aliados para que lo siguieran.
—Hace eras, Branha —dijo el chamán—, cuando el mundo era joven
los nuestros eran poderosos guerreros y el más grande fue Brey Garra Mortífera,
el primero de tu linaje. Brey halló tu estandarte tras una batalla en una isla
nebulosa, y a lo largo de las eras ha llegado hasta nosotros; un símbolo de grandeza
destinado a ayudarnos en el crepúsculo del mundo.
—Mira. —señaló al frente— Amanece... ¿pero qué más sale junto
al sol?
Sheik y Branha se sobresaltaron. El sol acababa de alzarse sobre
el horizonte. Recortado bajo él había un beligor. Se alzaba imponente, con una
capa escarlata ondeando al viento. Los vio y avanzó a su encuentro, mientras los
gors que despertaban lanzaban gritos de asombro.
—¿Quién... o qué es? —exclamó Branha .
—Saludémosle. —respondió Morghur —. Es el caudillo que el estandarte
ha enviado para salvar al pueblo de Brey.
El ejército permaneció inmóvil mientras Branha, Sheik y Morghur
se acercaban al desconocido, que avanzaba rápidamente. Un parche tapaba su ojo
derecho y una mano reptiliana asomaba en el brazo izquierdo, apoyada en una
enorme arma de aspecto ogresco. Cuando empezó a hablar, usó un dialecto extraño
y arcaico.
—¡Este es el sueño más raro que jamás he tenido! ¡¿Quiénes sois?
—Soy Branha Gran Cuerno, líder de los Shefanhow. Este es Morghur,
mi chamán, y este es Sheik de Sorga, de la tribu del norte.
El extranjero sacudió la cabeza.
—Tu lengua es extraña. ¿Qué tierra es ésta?
—El Drakwald.
—¿Y esos gors que nos vigilan?
—Aquellos sobre los que gobierno. ¿Y tú eres…?
—¡Khoorum Jarley Irsey!
Al oírlo, Sheik miró rápidamente al chamán. Era el nombre de
un beligor que había realizado muchas incursiones, incluso en la mismísima
Lustria... hacía cinco siglos. Se decía que podía convocar demonios mirando con
su ojo maldito en el reino del caos y ordenándoles con su mano reptiliana que acudieran.
Ahí había magia poderosa.
—No rechaces los regalos de los dioses, Branha —murmuró Morghur—.
Te han enviado a este caudillo. Déjame hablar con él.
Branha asintió y dejó a Morghur hablar al extranjero:
—Oh, gran Khoorum, la vida es sueño sí, aunque quizá tu vida
anterior sea el sueño del que acabas de despertarte. En cualquier caso, también
la gente de los sueños tiene sus guerras y ahora mismo una hueste se acerca para
destruir al pueblo de Branha. ¿Nos ayudarás?
Khoorum sonrió.
—¡Sí! He luchado en sueños, he matado y he muerto. Y a veces,
como ahora, sabía que estaba soñando mientras soñaba. Sí, gente de mi sueño,
lucharé por vosotros.
—Pues para que disfrutes más del sueño —añadió el chamán—,
olvida que lo es y finge que mediante la magia del estandarte de Branha, has sido
transportado realmente a donde su pueblo lucha contra un enemigo más fuerte.
—¡Sea! Guíame, chamán.
Entonces Branha intervino.
—Khoorum, ¿ves a esos minotauros?
—¿Aquellos fuertemente armados?
—Sí... Nuestro éxito depende de ellos. Se irán si no les guía
un caudillo, ya que el suyo ha muerto. ¿Les guiarás al combate?
—Lo haré.
—Ven entonces.
El grupo se abrió paso hacia los minotauros, que se mantenían
aparte en un grupo cerrado. Sus ojos se clavaron en Khoorum, que les devolvió
la mirada, impertérrito.
—Garak —dijo Branha —, te hemos traído un caudillo. Te
recuerdo tu juramento.
—Deja que hable—dijo el minotauro ásperamente.
—No habla vuestra lengua —respondió Branha , sabiendo que los
minotauros aborrecían la magia—. Es un gran caudillo...
—¿Quién lo dice? —dijo—. Nos traes a un desconocido. No lo seguiremos.
—Garak —dijo Branha—, eres un miserable. Nos pusiste esta
tarea, creyéndola imposible. ¡Te hemos traído un caudillo y reniegas de tu
juramento!
—¡Luchemos! —aulló Garak haciendo girar sus hachas sobre su cabeza.—.
Si vence..., mi gente te seguirá. Si venzo, ¡nos dejarás ir!
—¡Bien!—dijo el chamán—. ¿Estáis de acuerdo, minotauros?
La respuesta fue un griterío salvaje y un entrechocar de armas
contra los escudos. Branha se volvió hacia Khoorum, que permanecía en silencio.
Aunque no comprendía lo que se había dicho, su ojo resplandecía con
entendimiento. Había visto muchas escenas parecidas y sabía lo que sucedía.
—Este minotauro dice que debes luchar con él por el liderazgo
—dijo Branha.
—Lo suponía. ¡Dejadnos sitio!
Los espectadores retrocedieron, formando un anillo alrededor
de los dos combatientes. Khoorum empuñaba su arma, que temblaba en su mano como
un ser vivo. Garak, arrojó su manto de piel a un lado y se aproximó amenazadoramente,
girando sus dos hachas.
De pronto, Khoorum saltó y su arma se estrelló contra un hacha
que el minotauro levantó rápidamente. Saltaron chispas y Garak golpeó con su
otra arma, pero el beligor se agachó, golpeó hacia arriba y se alejó nuevamente
de un salto. El filo del hacha de Garak mostraba un profundo tajo, y había un desgarrón
en su cota de malla, allí donde el monstruoso filo de Khoorum no había llegado
por poco a la carne.
Los dos rivales volvieron a atacar y sus armas entrechocaron.
El hacha izquierda de Garak cayó al partirla limpiamente el arma del caudillo, pero
este se tambaleó cuando la otra hacha, propulsada con toda la fuerza del
minotauro, golpeó su cabeza. El golpe hubiera debido penetrar su cráneo , pero
el arma rebotó sobre el duro hueso. El caudillo rugió y avasalló al minotauro con
un torbellino de golpes, propinados con tal celeridad y potencia que le echaron
hacia atrás con la fuerza de una riada. Incapaz de lanzar un ataque, el minotauro
intentó enganchar el arma del rival para detenerla, pero fue incapaz. Un golpe
le voló el otro hacha y un cuerno.
Garak cayó de rodillas; un hilo de sangre le surcaba el rostro.
Khoorum arrojó su espada y agarró al aturdido minotauro. Con un rugido de pura
furia, le alzó por encima de su cabeza y le arrojó sobre la hoguera. Garak cayó
de cabeza y quedó inmóvil.
—Minotauros —gritó Branha —, ¿mantendréis ahora vuestro
juramento?
Tras unos instantes de silencio, los minotauros exhalaron un
bramido atronador, al que se unieron los gors y el mismísimo shaggoth.
—¡Sí!¡Sea quién sea le seguiremos, a la victoria o al infierno!
Pero Khoorum no les prestaba atención. Miraba hacia el sur, donde
se veía una nube de polvo acercándose. Alzando el parche fijó su mirada en el
reino del caos y señalando con la mano reptiliana a sus habitantes exclamó: —¡Venid
a mí!
Comandantes
- Caudillo hombre bestia con Mazo Negro, Armadura de la Condenación, Escudo Hechizado y Marca del Caos Absoluto, 195 puntos
Héroes
- Beligor portaestandarte de batalla con armadura pesada, Pellejo del Caos y Marca de Tzeentch, 184 puntos
- Chamán del rebaño de nivel 2 con cayado de la manada, 2 Pergaminos de Dispersión y Marca del Caos Absoluto, 166 puntos
Básicas
- Carro de tuskgors, 85 puntos
- Carro de tuskgors, 85 puntos
- Carro de tuskgors, 85 puntos
- Carro de tuskgors, 85 puntos
- Manada de 14 gors con arma de mano adicional y grupo de mando completo, 133 puntos
- Manada de 15 gors con arma de mano adicional y grupo de mando completo, 140 puntos
- 5 mastines del Caos, 30 puntos
- 6 mastines del Caos, 36 puntos
Especiales
- 3 aulladores de Tzeentch, 99 puntos
- 5 diablillas montadas, 150 puntos
- 5 minotauros con arma a dos manos, armadura ligera, escudo, campeón y portaestandarte, y Marca de Nurgle 221 puntos
Singulares
- Shaggoth con arma a dos manos y armadura ligera, 306 puntos
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