domingo, 11 de diciembre de 2022

[Trasfondo] Un caudillo digno

  ¡Buenos días! Ahora sí que sí, os comparto el último trasfondo de los presentados en el torneo de Panzerhammer, pero no iba a cerrar de cualquier forma. En esta entrada os presentamos el relato que se coronó como el Mejor Trasfondo, cortesía de Jonathan Galgo. Un relato bestial...pero en el que la historia desde el punto de vista de los hijos del Caos no es tan salvaje como suelen aparentar.



La daga cayó con rapidez. El soldado que yacía sobre el tosco altar se retorció y quedó inmóvil mientras su grito se convertía en estertor. El arma desgarró el pecho y unos dedos bestiales arrancaron su corazón aún palpitante.

Junto al homicida había cinco figuras. Uno era un beligor de mediana estatura con un estandarte. Dos eran gors, retorcidos y deformes. El rostro del primero indicaba inteligencia y tenacidad; los otros meramente ferocidad animal. El cuarto era un shaggoth que contemplaba el ceremonial con expresión disgustada.

Y en verdad, Sheik de Sorga no estaba a gusto. Su propia gente tenía extraños y oscuros rituales, pero nada parecido. Estaba solo con los gors del Drakwald, una raza extraña. Acababa de ver una ceremonia salvaje y aunque la brutalidad le era tan natural como a sus compañeros, los actos sádicos no. El viejo chamán empezó a devorar el corazón. Sheik dirigió una mirada al beligor del estandarte. ¿Acaso Branha Gran Cuerno creía que su chamán podía influir en los dioses del Caos con un ritual tan absurdo?

—¡Los augurios son buenos! —exclamó el chamán.—Veo... ¡la derrota para los de Sigmar! ¡El triunfo para los hijos del bosque!

Los gors murmuraron entre dientes y sonrieron.

—Id y preparad a la manada para la batalla —dijo Branha. Los dos gors asintieron y se alejaron.

Sin prestar más atención al chamán que examinaba el cadáver junto al altar, Branha hizo un gesto a Sheik. El shaggoth le siguió fuera del bosque. Bajo las estrellas, respiró tranquilamente. Se encontraban en una colina de suaves pendientes cubiertas de hierba. Cerca parpadeaban algunas hogueras dispuestas irregularmente.

Más al sur, había más, meros puntitos luminosos, pero incluso a esa distancia podían ver que estaban dispuestas en un orden geométrico.

—Los fuegos de los hombres —musitó Branha —. Esos fuegos han conquistado todo el Viejo Mundo y ahora, los hijos del bosque nos enfrentamos a ellos. ¿Qué sucederá mañana?

—Que venceremos, al menos según tu chamán —respondió Sheik.

Branha hizo un gesto de impaciencia.

—Reflejos de luz sobre el agua, viento agitando los árboles. ¿Me crees tan necio como para creer en esas señales? Fue por Gron y Bocah por los que permití a Morghur hacer la ceremonia. Lucharán mejor.

—¿Y Morghur cree? -preguntó Sheik.

—Es demasiado viejo para creer en nada.

—No sé cómo tomarme eso.

Branha rió.

-Cierto, pero aunque todo es joven comparado contigo, él ya era viejo mucho antes de que naciera yo. Afirma descender del primer Morghur, el primer chamán. Nadie sabe lo viejo que es... ¡Quizá sea el Morghur original!

—Branha —dijo burlón el chamán uniéndose a ellos—para conservar la confianza de los gobernados hay que parecer tonto. Conozco misterios que os volverían locos si los revelara, pero para que la manada nos siga, he de hacer simplezas que consideran magia, como vociferar, agitar pieles y huesos y embadurnarme con sangre y vísceras.

Sheik miró al chamán con nuevo interés. Nada recordaba al demente de la ceremonia.

—Branha, ahí está tu duda —dijo señalando hacia un grupo de hogueras.

—Sí —asintió el beligor.—La batalla depende de eso. Con Sheik nuestra fuerza es grande, pero necesitamos una infantería pesada que aguante el embate de la caballería imperial. Necesitamos a los minotauros, pero ahora que su líder, Gragna, ha muerto, amenazan con irse.

Los tres caminaron por el campamento. Los gors dormían alrededor de sus hogueras junto a los mastines. Salvo por los carros, iban pobremente armados. Sus armas eran hachas y mazas de piedra y carecían de armadura, salvo algún que otro escudo de madera y piel.

Finalmente llegaron a las hogueras de los minotauros. Uno de ellos, muy corpulento, se levantó y avanzó a su encuentro.

—Bien, Garak —dijo el beligor—,¿qué habéis decidido?

—Danos un caudillo digno al que seguir para que luchemos por ti.

Branha resopló y cruzó los brazos.

—¡Pídeme también que haga caer Morrslieb de paso! ¿No te seguirán tus camaradas?

—No contra el Imperio —respondió Garak—. Un caudillo nos trajo hasta aquí... Un caudillo debe liderarnos contra los humanos.

—Yo soy un caudillo —dijo Branha —. ¿Lucharéis por mí si lucho junto a vosotros?

—Un caudillo digno —dijo Garak despectivamente—. Ni eres lo bastante digno, ni rezas al abuelo Nurgle.

—Lo jurásteis, Garak.

—Juramos bajo Gragna. Cuando murió quedamos liberados. No seguiremos más que a un caudillo.

Branha lanzó un rugido. Su rabia empequeñecía a los minotauros frente a él.

—¡Miserables! Vuestras vidas me pertenecen; vinisteis para asolar el bosque y os derrotamos. Jurásteis luchar una batalla contra los humanos bajo mi estandarte. A cambio yo dejaría partir a los supervivientes con una buena parte del botín que ganemos . Gragna habría mantenido su palabra pero tú, Garak, siembras la discordia.

—No es así —gruñó el minotauro—. Danos un caudillo digno y lucharemos por ti. Si no... nos iremos.

Por un instante Sheik pensó que Branha desenvainaría la espada y atacaría al minotauro. La furia en sus ojos hizo que Garak retrocediera y llevara la mano al cinto.

—¡Escoge! —dijo el beligor—.O lucháis por mí mañana... ¡o morís ahora!

—Si no nos traes un caudillo digno... —insistió tozudamente Garak — ¡…que sea la guerra!

—Calma, calma —dijo el viejo Morghur—. Branha, no digas más. Garak, ¿lucharéis por nosotros si os guía un caudillo?

—Eso hemos jurado.

—Entonces esperad—replicó el chamán—. ¡porque os daré un caudillo como no habéis conocido!

Hizo una señal a sus dos aliados para que lo siguieran.

—Hace eras, Branha —dijo el chamán—, cuando el mundo era joven los nuestros eran poderosos guerreros y el más grande fue Brey Garra Mortífera, el primero de tu linaje. Brey halló tu estandarte tras una batalla en una isla nebulosa, y a lo largo de las eras ha llegado hasta nosotros; un símbolo de grandeza destinado a ayudarnos en el crepúsculo del mundo.

—Mira. —señaló al frente— Amanece... ¿pero qué más sale junto al sol?

Sheik y Branha se sobresaltaron. El sol acababa de alzarse sobre el horizonte. Recortado bajo él había un beligor. Se alzaba imponente, con una capa escarlata ondeando al viento. Los vio y avanzó a su encuentro, mientras los gors que despertaban lanzaban gritos de asombro.

—¿Quién... o qué es? —exclamó Branha .

—Saludémosle. —respondió Morghur —. Es el caudillo que el estandarte ha enviado para salvar al pueblo de Brey.

El ejército permaneció inmóvil mientras Branha, Sheik y Morghur se acercaban al desconocido, que avanzaba rápidamente. Un parche tapaba su ojo derecho y una mano reptiliana asomaba en el brazo izquierdo, apoyada en una enorme arma de aspecto ogresco. Cuando empezó a hablar, usó un dialecto extraño y arcaico.

—¡Este es el sueño más raro que jamás he tenido! ¡¿Quiénes sois?

—Soy Branha Gran Cuerno, líder de los Shefanhow. Este es Morghur, mi chamán, y este es Sheik de Sorga, de la tribu del norte.

El extranjero sacudió la cabeza.

—Tu lengua es extraña. ¿Qué tierra es ésta?

—El Drakwald.

—¿Y esos gors que nos vigilan?

—Aquellos sobre los que gobierno. ¿Y tú eres…?

—¡Khoorum Jarley Irsey!

Al oírlo, Sheik miró rápidamente al chamán. Era el nombre de un beligor que había realizado muchas incursiones, incluso en la mismísima Lustria... hacía cinco siglos. Se decía que podía convocar demonios mirando con su ojo maldito en el reino del caos y ordenándoles con su mano reptiliana que acudieran. Ahí había magia poderosa.

—No rechaces los regalos de los dioses, Branha —murmuró Morghur—. Te han enviado a este caudillo. Déjame hablar con él.

Branha asintió y dejó a Morghur hablar al extranjero:

—Oh, gran Khoorum, la vida es sueño sí, aunque quizá tu vida anterior sea el sueño del que acabas de despertarte. En cualquier caso, también la gente de los sueños tiene sus guerras y ahora mismo una hueste se acerca para destruir al pueblo de Branha. ¿Nos ayudarás?

Khoorum sonrió.

—¡Sí! He luchado en sueños, he matado y he muerto. Y a veces, como ahora, sabía que estaba soñando mientras soñaba. Sí, gente de mi sueño, lucharé por vosotros.

—Pues para que disfrutes más del sueño —añadió el chamán—, olvida que lo es y finge que mediante la magia del estandarte de Branha, has sido transportado realmente a donde su pueblo lucha contra un enemigo más fuerte.

—¡Sea! Guíame, chamán.

Entonces Branha intervino.

—Khoorum, ¿ves a esos minotauros?

—¿Aquellos fuertemente armados?

—Sí... Nuestro éxito depende de ellos. Se irán si no les guía un caudillo, ya que el suyo ha muerto. ¿Les guiarás al combate?

Lo haré.

—Ven entonces.

El grupo se abrió paso hacia los minotauros, que se mantenían aparte en un grupo cerrado. Sus ojos se clavaron en Khoorum, que les devolvió la mirada, impertérrito.

—Garak —dijo Branha —, te hemos traído un caudillo. Te recuerdo tu juramento.

—Deja que hable—dijo el minotauro ásperamente.

—No habla vuestra lengua —respondió Branha , sabiendo que los minotauros aborrecían la magia—. Es un gran caudillo...

—¿Quién lo dice? —dijo—. Nos traes a un desconocido. No lo seguiremos.

—Garak —dijo Branha—, eres un miserable. Nos pusiste esta tarea, creyéndola imposible. ¡Te hemos traído un caudillo y reniegas de tu juramento!

—¡Luchemos! —aulló Garak haciendo girar sus hachas sobre su cabeza.—. Si vence..., mi gente te seguirá. Si venzo, ¡nos dejarás ir!

—¡Bien!—dijo el chamán—. ¿Estáis de acuerdo, minotauros?

La respuesta fue un griterío salvaje y un entrechocar de armas contra los escudos. Branha se volvió hacia Khoorum, que permanecía en silencio. Aunque no comprendía lo que se había dicho, su ojo resplandecía con entendimiento. Había visto muchas escenas parecidas y sabía lo que sucedía.

—Este minotauro dice que debes luchar con él por el liderazgo —dijo Branha.

—Lo suponía. ¡Dejadnos sitio!

Los espectadores retrocedieron, formando un anillo alrededor de los dos combatientes. Khoorum empuñaba su arma, que temblaba en su mano como un ser vivo. Garak, arrojó su manto de piel a un lado y se aproximó amenazadoramente, girando sus dos hachas.

De pronto, Khoorum saltó y su arma se estrelló contra un hacha que el minotauro levantó rápidamente. Saltaron chispas y Garak golpeó con su otra arma, pero el beligor se agachó, golpeó hacia arriba y se alejó nuevamente de un salto. El filo del hacha de Garak mostraba un profundo tajo, y había un desgarrón en su cota de malla, allí donde el monstruoso filo de Khoorum no había llegado por poco a la carne.

Los dos rivales volvieron a atacar y sus armas entrechocaron. El hacha izquierda de Garak cayó al partirla limpiamente el arma del caudillo, pero este se tambaleó cuando la otra hacha, propulsada con toda la fuerza del minotauro, golpeó su cabeza. El golpe hubiera debido penetrar su cráneo , pero el arma rebotó sobre el duro hueso. El caudillo rugió y avasalló al minotauro con un torbellino de golpes, propinados con tal celeridad y potencia que le echaron hacia atrás con la fuerza de una riada. Incapaz de lanzar un ataque, el minotauro intentó enganchar el arma del rival para detenerla, pero fue incapaz. Un golpe le voló el otro hacha y un cuerno.

Garak cayó de rodillas; un hilo de sangre le surcaba el rostro. Khoorum arrojó su espada y agarró al aturdido minotauro. Con un rugido de pura furia, le alzó por encima de su cabeza y le arrojó sobre la hoguera. Garak cayó de cabeza y quedó inmóvil.

—Minotauros —gritó Branha —, ¿mantendréis ahora vuestro juramento?

Tras unos instantes de silencio, los minotauros exhalaron un bramido atronador, al que se unieron los gors y el mismísimo shaggoth.

—¡Sí!¡Sea quién sea le seguiremos, a la victoria o al infierno!

Pero Khoorum no les prestaba atención. Miraba hacia el sur, donde se veía una nube de polvo acercándose. Alzando el parche fijó su mirada en el reino del caos y señalando con la mano reptiliana a sus habitantes exclamó: —¡Venid a mí!


Comandantes

  • Caudillo hombre bestia con Mazo Negro, Armadura de la Condenación, Escudo Hechizado y Marca del Caos Absoluto, 195 puntos

Héroes

  • Beligor portaestandarte de batalla con armadura pesada, Pellejo del Caos y Marca de Tzeentch, 184 puntos
  • Chamán del rebaño de nivel 2 con cayado de la manada, 2 Pergaminos de Dispersión y Marca del Caos Absoluto, 166 puntos

Básicas

  • Carro de tuskgors, 85 puntos
  • Carro de tuskgors, 85 puntos
  • Carro de tuskgors, 85 puntos
  • Carro de tuskgors, 85 puntos
  • Manada de 14 gors con arma de mano adicional y grupo de mando completo, 133 puntos
  • Manada de 15 gors con arma de mano adicional y grupo de mando completo, 140 puntos
  • 5 mastines del Caos, 30 puntos
  • 6 mastines del Caos, 36 puntos

Especiales

  • 3 aulladores de Tzeentch, 99 puntos
  • 5 diablillas montadas, 150 puntos
  • 5 minotauros con arma a dos manos, armadura ligera, escudo, campeón y portaestandarte, y Marca de Nurgle 221 puntos

Singulares

  • Shaggoth con arma a dos manos y armadura ligera, 306 puntos

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