¡Buenos días ignorantes habitantes de la superficie! Hoy sí, último lunes del mes, nos pondremos en manos de TitoMC para que concluya en esta cuarta parte su cobertura del IV Torneo Leyendas en Miniatura, y lo haremos por todo lo grande, descubriendo como los valientes averlandeses tratan de enfrentarse a un amenaza vil y deforme, una horda de hombres rata...bueno, esta vez más ratas que hombres, que comandó Garvec.
Buenas una vez más a todos y todas, y hoy por fin llegamos al
último de los relatos basados en las batallas que jugué en el IV torneo de Leyendas en miniatura, y al acabar la narración como había comentado, haré una
muy breve valoración del torneo.
Para este último escenario no podría haber tenido mejor rival, y
es que me tocó enfrentarme contra Garvec de Moria Wargames, que venía con ansias de venganza
después de nuestro anterior encuentro en Córdoba.
Desde aquí me gustaría agradecer a mi rival el que haya llevado
una lista tan peculiar contra la que he tenido la suerte de poder enfrentarme,
de verdad, echadle un ojo a su lista skaven del clan Moulder porque jugar
contra algo tan característico y tan distinto de lo habitual cuando te
enfrentas a skaven personalmente me encantó.
Esta partida no estuvo exenta de momentos hilarantes, si
pensabais que es difícil superar algunas de las situaciones anteriores como que
un cañón de salvas saque un 6 en la tabla de problemas en su primer disparo
borrando una unidad completa de orcos, o que en un solo turno unos milicianos
acaben con un rey funerario, un mago con un príncipe en un duelo gracias a San
VanHorstman y un destacamento de Ballesteros acribillen al Hierofante del ejército, ¡el día aun podía darnos muchas más sorpresas! La partida fue súper divertida, y
por no alárgame mucho, os dejo con el breve relato;
EL CAZADOR DE MONSTRUOS
El cementerio de Frosthal se encuentra a las afueras de nuestra ciudad, es un lugar grande, plagado de tumbas atravesado por un pequeño riachuelo que abastece a la población. En este lugar se rinde culto desde tiempos inmemoriales a Morr y a los caídos en combate y es donde tras el duro golpe recibido en las tierras del sur se han enterrado con honores los cuerpos de innumerables soldados que gracias a la valentía de nuestras tropas pudieron ser rescatados, por lo que en los últimos días, este santuario de paz y descanso se convirtió en un emplazamiento un tanto bullicioso.
Jolmur, un viejo cazador de estas tierras no es del gusto del
revuelo si no que más bien prefiere la tranquilidad del cercano bosque de
Pinesond para cazar, y fue allí, cuando empezaba a oscurecer y ya había
recogido todo para marcharse, donde encontró un rastro que no había visto en
toda su vida. En el barro del camino se distinguían con facilidad unas huellas
de alimaña enormes que no le eran familiares, por lo que decidió seguir con
cautela y al amparo de la oscuridad el rastro de las mismas, que parecían ser
recientes. Las interminables hileras de pisadas, salían del bosque y se adentraban
en el mar de tumbas cercano. Agazapado tras un panteón marmóleo pudo ver como
gran cantidad de unos extraños hombres bestia con aspecto de rata se
encontraban excavando, royendo huesos y cargando algunos cadáveres en carros
con algún fin perverso. Jolmur contuvo la respiración unos momentos tras ser
testigo de la dantesca escena e intentó salir de allí lo más sigilosamente que
pudo para informar de inmediato a las autoridades locales.
El hijo de Helmut, ahora al cargo de la guarnición de la ciudad tras la desgraciada muerte de su padre en combate, fue el encargado de hacer frente a la situación. Como bien había aprendido en la escuela de estrategia militar de Altdorf donde fue formado, es importante conocer a tu enemigo, y preparar el campo de batalla. Dada la inmediatez de la amenaza formó a las tropas tras las colinas cercanas y esperó unas horas al alba para sorprender a los invasores. El joven pensó que el radiante sol de Averland a su espalda y la posición elevada de sus tropas de proyectiles le darían una ventaja perfecta para masacrar a los intrusos, pero lo que no sabía es contra qué amenaza se enfrentaba, ni la naturaleza mezquina de aquellas sucias alimañas que infestaban el lugar.
Con la salida del sol y tras revelar su posición, los imperiales
pronto descubrirían que los hombres rata eran una amenaza mucho mayor de lo que
habían imaginado. Estaban acompañados por enormes criaturas mutadas por el
caos, ratas tan grandes como un lobo o tan pequeñas como un zapato se
arremolinaban en grandes números mientras los látigos de sus líderes infundían
coraje a base de miedo entre grupos enteros de los suyos engrilletados y
obligados a marchar en primera línea. Los valerosos hombres se apresuraban a
abrir fuego, cuando de entre las oscuras filas enemigas emergió un caudillo que
portaba un artefacto de inigualable poder capaz de teñir el cielo de un verde
oscuro casi negro, formando una tormenta sin igual. La oscuridad cubría
todo haciendo escasa la visibilidad, los
vientos apenas permitían moverse y la lluvia ácida empapó la pólvora de los
arcabuceros que a pesar de la enorme masa de enemigos que se les abalanzaban no
pudieron acertar apenas a ninguno de sus objetivos. Con las baterías de artillería
anuladas por la tempestad, los artilleros se prepararon para aguantar la
embestida de una enorme montaña viviente de carne deforme que avanzaba
retorciéndose hacia ellos por el centro del campo de batalla, cuando el
comandante imperial en un rápido movimiento, montado sobre un grifo joven que
no podía levantar el vuelo debido a los fuertes vientos, decidió interceptar a
la bestia cabalgando a toda prisa para
tratar de dar buena cuenta de ella.
Este gesto de valentía animó a los hombres, pero aquella deforme abominación no era el mayor de los peligros a los que se enfrentaban. Otro ser enorme con una forma que desafía cualquier lógica, arrasaba a su paso el flanco derecho, calcinando con fuego verde lanzado por cada una de sus múltiples cabezas a todo aquel que le hacía frente. Nuestro acero parecía no hacer efecto sobre su gruesa piel, y las armaduras de placas de los grandes espaderos formaban una trampa mortal al retorcerse bajo el calor de las llamas que dejaban solo los huesos de sus desgraciadas víctimas.
Mientras tanto, al otro lado del rio, los lanceros y los
herreruelos eran los encargados de contener la marea de esclavos que pretendían
saturar el flanco izquierdo y cruzar el río para envolver a las tropas del
conde. Al cargo de los efectivos situados en esta orilla, se encontraba un sacerdote de Sigmar, el cual protegía a
sus hombres de los ruinosos poderes con sus sagradas plegarias y lideraba desde
el frente infundiendo valor a las tropas. Oleadas de famélicas ratas caían pero
eran rápidamente remplazadas bajo las órdenes de su señor, quien desde una
posición segura dirigía lanzando sus latigazos contra los rezagados o los que
pretendían escaquearse. La defensa en este flanco era férrea, pero todo parecía
indicar que pese a la ingente cantidad de enemigos, el verdadero peso de la
ofensiva se encontraba al otro lado del río, donde cada vez más hombres perdían
la vida o huían a refugiarse en la ciudad.
En el fragor de la batalla, tras un épico combate que parecía interminable, el joven heredero logró finalmente con su martillo y gracias a su monstruosa montura acabar con la bestia a la que se enfrentaba, que cayó tras sus últimos espasmos retorciéndose como un gusano aplastando a todo el que se encontraba a su alrededor. Exhausto por el enorme esfuerzo realizado, no se percató de que una horda de ratas se le abalanzaba por detrás, subiéndose a su montura, royendo, mordiendo y arrancando su carne, lo que hizo que el noble animal cayese presa de sus heridas y mantuvo entretenido el resto del combate al valeroso líder humano cuando los escasos supervivientes a este lado del río más lo necesitaban.
Al no encontrar forma alguna de equilibrar la batalla, y con las tropas imperiales más importantes diezmadas, el joven conde asumió que era mejor una retirada a tiempo antes de que se produjese un desastre mayor, por lo que ordenó resguardarse tras los muros de la ciudad donde sería mucho más sencillo repeler cualquier ataque de aquellos seres.
Las unidades comenzaron su retirada ordenadamente apoyados por los batidores que disparaban sus arcos y atraían al enemigo hacia los bosques. Jolmur era parte de una de estas unidades, por lo que su misión era clara, pero el experimentado cazador, que había pasado todo el combate luchando contra los elementos, se percató de que el líder enemigo se encontraba sobre su monstruosa montura festejando la victoria y animando a sus tropas a aniquilar a los supervivientes, sin darse cuenta de que era un blanco fácil para un tirador de élite como él. Tensó su arco, aguantó la respiración y se concentró mientras intentaba tener en cuenta la dirección e intensidad del viento antes de soltar el proyectil, el cual al ser liberado voló justo en la dirección deseada, pero el vendaval oscuro no era natural, y sus fuerzas cambiaban a cada instante desviando el proyectil y salvando al señor de las ratas sin que este fuese consciente de lo ocurrido. No en vano, la flecha se desvió lo suficiente como para impactar en el brillante ojo de una de las cabezas de la imponente hidra peluda que se encontraba a pocos metros del caudillo, la cual comenzó a esputar llamas verdes sobre las otras cabezas que la componían, provocando que el animal acabase consigo mismo y con multitud de ratas que la rodeaban de manera inesperada.
La derrota fue amarga ese día aunque siempre quedará en la
memoria de los allí presentes el heroico disparo de Jolmur, “el cazador de
Monstruos” pues ya sea gracias a su puntería o a su suerte, aquellos híbridos
caóticos perdieron su mejor baza para asaltar las murallas tras su victoria y
acabaron dejando en paz nuestra humilde localidad, o al menos la superficie de
la misma…
Y bueno, aquí acaba esta serie de relatos cortos que narran mis encuentros en el IV torneo de Leyendas en Miniatura. Al acabar el torneo tenía claro que quería contar mis experiencias pero me pareció demasiado repetitivo escribir que el evento fue espectacular en todos los sentidos (ojo sobra decir que lo fue evidentemente), por lo que me decidí por realizar los análisis de las batallas de esta manera un poco en parte por mi amor como comentaba en el primero de los artículos a la narrativa emergente que nos ofrece Warhammer, pero también como agradecimiento a mis rivales y a los organizadores que hicieron posible este encuentro.
Sin más para todos aquellos amantes de Warhammer os recomiendo
que si tenéis la oportunidad participéis en eventos tanto de esta magnitud como
más pequeños, porque merecen mucho la pena. Un saludo a todos y todas las que
hayáis llegado hasta aquí, espero que os haya resultado ameno y cualquier
recomendación, opinión o crítica que se os ocurra no dudéis en comentar, ¡nos
vemos en los campos de batalla!
Gracias por haber compartido estos relatos, no he comentado en los otros artículos porque los fui leyendo a destiempo pero los he disfrutado, me han hecho recordar el torneo y esperar con ganas el siguiente ya xD
ResponderEliminarQue grande eres TitoMC! Un placer de última partida, de verdad que no se podía terminar mejor el torneo y ese día espectacular de hobby ;)
ResponderEliminarMe gusta que el disparo que acabó con la quimerata en realidad fuera sin querer 😂😂
Un abrazo muy fuerte!
(Pd: llevé los moulder a Almadén el otro fin de semana y sin duda se portaron muuucho pero que en Madrid jajaja)