¡Buenos días lectores! Se nos está acabando el mes, pero teníamos una importante misión en la escalada de los lectores encomendada a Julen tras los avances de los anteriores meses. Había una lustrosa unidad que terminar, y se ha asegurado de darle una introducción épica a la altura. La verdad es que los puñeteros tapones llegan a molar...
Desde que dejaron atrás el campamento principal situado en
las faldas de las Montañas Negras hará más de 12 días, Gunnar y el resto de su
cuadrilla había viajado a marchas forzadas rumbo sur para llegar a tiempo al
punto de reunión ubicado en algún lugar de las Colinas de Varenka. Durante esos
12 días los 5 enanos no se habían cruzado con ninguna caravana de humanos; ni
siquiera habían avistado una de las muchas patrullas de traicioneros pieles
verdes que se solían esconder detrás de los recodos de los caminos para atacar
las caravanas que transitaban aquellas rutas comerciales. “Asquerosos grobi”
maldijo Gunnar entre dientes mientras escupía en el suelo. El mero hecho de
pensar en esas viles criaturas hacía que le hirviera la sangre. Pero aquel no
era momento para dejarse llevar por agravios pendientes. Tenían una misión, y
cuando a un enano se le encomienda una misión este debe llevarla a cabo sin
desperdiciar ni un solo minuto. Observó a sus compañeros y pudo comprobar que
todos tenían el mismo pensamiento: aquella tranquilidad no era normal en estas
tierras que se veían constantemente atacadas por partidas de guerra de orcos y
goblins provenientes de las Tierras Yermas. Algo no marchaba bien.
“Drokki –susurró Gunnar–, sube a esa loma y comprueba que el
camino sigue despejado”. El enano, sin decir ni una palabra, dejó su mochila y
desapareció entre los árboles. Los componentes del resto de la cuadrilla tomaron
sus ballestas y esperaron.
No se oía nada. Los enanos estaban empezando a impacientarse.
Drokki tardaba demasiado. Algo no marchaba nada bien.
De repente escucharon el potente resonar de un cuerno que
conocían a la perfección. Los enanos se miraron entre ellos y se internaron
rápidamente en el bosque siguiendo la misma dirección que hubiera tomado Drokki
hacía ya un rato. Tras salir de la arboleda y comenzar la subida hacia la loma
pudieron distinguir la figura de un enano que les hacía señas para que se
acercaran lo más rápido posible. Una vez arriba los enanos pudieron apreciar la
cara de preocupación de Drokki. “Por las barbas de Grungni –dijo Gunnar–, se
puede saber qué es lo que has estado…”. La frase se quedó en el aire cuando
Gunnar miró en la dirección que apuntaba la mano de su compañero. A menos de doscientas
yardas de donde se encontraban había un grupo de enanos formando en círculo
listos para entablar combate con una patrulla de pieles verdes que les
superaban en diez a uno. En el centro, uno de ellos hacía soplar el cuerno que
habían escuchado antes. Era la cuadrilla de Brom, que había partido hacía más
de un mes hacia Karaz a Karak en visita oficial para reencontrarse más tarde
con el resto de la compañía en las Colinas de Varenka.
“Cuando subí aquí arriba vi a los grobi tomando posiciones y actuando
de forma extraña –les explicó Drokki–, por lo que decidí esperar para ver qué
estaban tramando. Al poco tiempo pude ver cómo la cuadrilla de Brom salía de
entre aquellas rocas y caía en la trampa de esos rastreros grobi”. “Que Valaya
les asista… –murmuró Gunnar apretando los dientes antes de continuar–.
¡Hermanos!, corred como si os fuera la vida en ello, porque si no llegamos a
tiempo para ayudar a nuestros camaradas, lo único que podremos salvar será
nuestro honor dando muerte al mayor número de esa basura grobi antes de caer
junto a los nuestros. ¡Por Grimnir!”
Los enanos cargaron pendiente abajo hacia los pieles verdes
blandiendo sus hachas con ambas manos mientras lanzaban todo tipo de
maldiciones a sus ancestrales enemigos. Los goblins, al verlos, detuvieron su
avance y trataron de recomponer su formación para evitar quedar atrapados entre
las dos fuerzas enanas; pero a pesar de sus cortas piernas, los enanos cayeron
sobre ellos como un torrente enfurecido cercenando brazos y cabezas allá por
donde pasaban hasta que consiguieron abrir brecha para unirse a sus hermanos.
“Gunnar –gruñó Brom. Gracias a los Dioses que os encontrabais
cerca. No sé cómo lo han conseguido, pero esos sucios grobi han surgido de la
nada. En mis más de 200 años nunca he visto nada igual. ¡Míralos! Ni siquiera
han roto la formación después de vuestra carga.
Era cierto. Los goblins habían vuelto a cerrar filas
alrededor de los enanos y parecía que no estaban dispuestos a conceder ni un
solo respiro más a los defensores. La batalla se reanudó al instante. Parecía
que los goblins, a pesar de su superioridad numérica, no iban a ser capaces de
quebrar la voluntad y resistencia de los enanos, pero sabían que tarde o
temprano los defensores comenzarían a caer a causa de las múltiples heridas
causadas por sus lanzas y cimitarras.
Gunnar miró a su alrededor. Tres de sus hermanos yacían en el
suelo. Sabía que, aunque habían conseguido reducir el número de sus atacantes a
algo más de la mitad, las fuerzas de los enanos estaban empezando a decaer.
Brom tenía razón. Aquello no era normal. A estas alturas lo grobi ya deberían
haberse retirado aunque sólo fuera para reorganizarse y atacar más tarde cuando
hubieran recompuesto sus filas. De seguir así era sólo cuestión de tiempo antes
de que todos los enanos cayeran aquel día. Gunnar sólo se arrepentía de una
cosa: no haber sido capaz de borrar la grave afrenta que les cambió la vida
cuando los grobi mataron a tantos de los suyos y quemaron la cervecería de su
señor. Su señor… Si tan sólo su señor
estuviera con ellos en aquel momento… Si tan sólo pudiera ver una vez más el
estandarte de su compañía antes de caer en batalla… Eso lo llenaría de orgullo
y le haría recuperar fuerzas para poder realizar un último esfuerzo con tal de
segar el mayor número de cabezas de esos asquerosos grobi...
Fue en ese preciso instante cuando algo surgió de entre los
árboles. Los grobi también lo vieron y, por primera vez, dudaron. Por primera
vez vacilaron en su empeño de eliminar al resto de los enanos que todavía se
mantenía en pie. Para Gunnar aquella fue una visión gloriosa. Una que
recordaría el resto de su vida. Porque iba a vivir. Él y el resto de sus
compañeros.
Buenos días, legendarios.
Y de esta forma la ilustre compañía de Bugman queda por fin
reunida. Me encanta leer las historias y el trasfondo que muchos de los
escaladores incluyen en sus entradas, por lo que en esta entrada me he animado
a escribir algo para celebrar que he podido terminar la unidad de cerveceros en
el tiempo que me había marcado (estamos que lo tiramos).
Este mes además de pintar las 5 miniaturas restantes que me
quedaban de mi unidad de montaraces, también me ha dado tiempo a pintar la
miniatura de Josef Bugman (justito, pero a tiempo).
Como en la anterior ocasión, no hay mucho que comentar
acerca de las miniaturas de tropa de línea. Así que pasaré a comentaros lo más
llamativo de la entrada: las miniaturas del campeón y del portaestandarte de la
unidad.
El campeón ha sido siempre una de las miniaturas a la que le
he tenido ganas desde el primer momento que la vi. “Un enano cojo, con pata de
palo, con parche en el ojo, con cara de malo”… ejem. Llena de carácter, ya me
entendéis. La verdad es que estoy muy contento con el resultado. Más aún al
tener en cuenta que la barba estaba bastante machacada al haber sido guardada
de una forma no muy cuidadosa mientras esperaba a ser pintada. No sabía si
debía ponerle un escudo en la mano (tras ver alguna miniatura pululando por
internet, me había entrado el gusanillo de probarlo), pero como “oficialmente”
la miniatura no lleva escudo, y no quería recargarla más de lo necesario, al
final decidí dejarla tal y como estaba.
En cuanto al portaestandarte, ya pudisteis comprobar en mi
anterior entrada que iba a usar uno de los estandartes de plástico de 7ª en
lugar del estandarte original de metal que venía con la miniatura. En mi
opinión este estandarte le va que ni pintado a mi unidad, ya que (de momento)
es la única en todo el ejército cuyos componentes tienen cuernos en los cascos.
Es por ese motivo que no le he añadido la clásica jarra con alas que tiene el
estandarte original. Además, se me hacía demasiado redundante el tener esa
jarra con alas junto a una jarra pintada en la tela (un poco está bien, pero
mucho, cansa); y el hecho de que Bugman también tuviera el mismo icono en su
estandarte tampoco ayudaba (porque este último sí que lo quería mantener).
Nota de Cordo: Perdonad, estoy ocupado flipando con la jarra...
He quedado muy satisfecho con cómo me ha quedado pintada la
tela azul del estandarte. No sé cómo, pero he conseguido un efecto de “tela
gorda y aterciopelada” en la parte que va unida al mástil que me gusta mucho.
Para ser fieles al trasfondo, Bugman y sus guerreros deberían tener pinta de
trotamundos con todas las telas desgastadas y llenos de suciedad, pero a mí me gustan
limpitos y acicalados. Licencias que se toma uno. En cuanto al dibujo de la
jarra, me hubiera gustado haberlo hecho un poco más grande, porque tal y como
está parece que se pierde un poco con tanta filigrana y detalles adicionales,
pero estoy contento con el resultado general.
Y ahora el plato fuerte del día. El propio Josef Bugman. El
mejor Maestro Cervecero del Viejo Mundo. Otra miniatura que me encanta.
Aquí el pintado ha seguido el mismo esquema que con el resto
de tropa, así que no tengo mucho que
comentar al respecto. Lo que sí puede destacar algo es la elección que he hecho
para su estandarte. Como en el caso del portaestandarte de la unidad, no quería
recargarle con demasiadas historias. Así que decidí ponerle unas tiras con
runas basándome en las que lleva Ungrim Puñohierro en su pintado oficial más
reciente por parte de Games Workshop.
Para hacer las telas usé tiras sacadas de esos
encuadernadores de latón que se usaban antes (y también ahora, aunque en mucha
menor medida) que seguramente los más venerables del lugar también conozcan por
haberlos usado como “remaches” a la hora de realizar marionetas de cartulina
cuando eran unos barbilampiños. Unos pliegues por aquí y un poco de masilla por
allá, y listo; nos quedan unas tiras bien majas para poder fabricar unos
pendones bastante resistentes.
A la hora de plantearme qué escribir en esas telas, decidí
que las runas tenían que formar una palabra que hiciera justicia al trasfondo
del personaje. No quería usar una palabra en khazalid, castellano ni inglés
para que no fuera reconocida por el gran público y poder darle así un toque de misterio.
Además, debía ser una palabra que contuviera un número de letras par para poder
partirla por la mitad, y así tener el mismo número de letras a cada lado.
Teniendo todo esto en cuenta, y como podréis imaginar por mi nombre, decidí
usar el euskera como idioma, siendo la palabra elegida “mendekua”; venganza.
Muy acorde con la historia de Bugman.
Eso ha sido todo por este mes. Os dejo unas fotos más con
toda la unidad al completo para que veáis cómo queda en mesa.
Para poder encajar todas las miniaturas dentro de la unidad,
la primera fila parece que queda muy apelotonada con tanto trapo colgando,
hachas y cuernos; y es una pena, la verdad, porque el hacha de Bugman casi no
se ve. Gajes del oficio. Además, me siento culpable por haberle dedicado tanta
atención a esta unidad y que todavía siga sin tener las bases terminadas…
Debería empezar a hacer pruebas para saber cómo quiero hacer las peanas y
ponerme a ello poco a poco.
Ahora toca resetear y empezar a meterle mano a la unidad de
atronadores (de marca alternativa y, para darle más emoción, de resina). Os
puedo adelantar desde ya que cuando escriba las próximas entradas relacionadas
con esta unidad voy a tener que tirar del libro de ejército de enanos en más de
una ocasión para buscar palabras malsonantes (por ponerlo así, finamente) y así
poder hacer la lectura apta para todos los públicos.
Hasta entonces… ¡Caña a los pinceles!
Julen
Gran trabajo, felicidades por acabar la unidad!
ResponderEliminarMuchas gracias, Alex. Ha llevado su tiempo, pero ya está. Sólo faltan las peanas. A ver si me animo.
EliminarBrutales. El nivel de pintura me sobrepasa, pero me apunto el truco de utilizar los corchetes de latón para hacer los pendones.
ResponderEliminarMe alegro de que te gusten, Arturo. Creo que los encuadernadores tienen un grosor muy bueno para este tipo de cosas; mejor que el de las latas de refrescos/cerveza, que para mí son demasiado finas.
EliminarLa leche Julen, son una obra de arte. Vaya nivelazo. Termina esas peanas pronto por favor que si ya están guapísimas así, con la peana ya va a ser de locura.
ResponderEliminarMuchas gracias, Javi. Tienes razón. Tengo que terminar de arrancar. Ahora ya he hecho alguna prueba y creo que me puedo poner a ello mientras estoy pintando los atronadores; porque, la verdad, es que necesito desconectar un poco de esas figuras...
EliminarMenuda preciosidad de unidad!!! el color azul turquesita queda genial con los enanicos estos.
ResponderEliminarfelicidades por esa unidad tan bonita ^^
¡Muchas gracias, Tono! Sí, la verdad es que el turquesa queda muy resultón al combinarlo con dorados y naranjas (que son los colores que más me gustan para pintar las barbas). A ver si consigo terminar de pintar este año lo que me he propuesto para la escalada y así poder tener pintado en +12 meses lo que tu te has marcado en 3 XD. Aunque después de ver tu entrada, me está picando muy mucho el currarme algo de escenografía...
EliminarUn trabajo brutal, Julen. ¿Tienes instagram o twitter? Para poder seguir tus trabajos ~
ResponderEliminarMuchas gracias, alpacalypsepaint (y perdona por no haberte respondido antes). No, no tengo fotos de mis miniaturas en ninguna de las redes sociales. La mejor manera de seguirme la pista es estar atento a mis entradas en leyendas en miniatura (al menos mientras dure esta escalada...).
Eliminar