¡Buenos días nuestros pobres lectores! Ya vamos a acabar el mes, pero en estos últimos días nos ha llegado una escalada de los lectores más, y es que Khargrim ha encontrado la oportunidad para seguir advirtiéndonos del pronto alzamiento del Clan Bellum...
Queridos lectores del ínclito blog de Leyendas en Miniatura:
Comparezco ante el Consejo de los Trece para rendir cuentas
sobre la escalada de mayo y junio.
La verdad es que, a pesar de las dificultades del trabajo y
demás complicaciones de nuestra vida extra-warhammera, he conseguido pintar
algunas cosas. Ahí va lo pintado durante estos dos meses:
Sacerdote de plaga con incensario de plaga, y 24 monjes de plaga con grupo de mando completo.
Tres peanas de Hordas de ratas.
En total, si no me equivoco, suman alrededor de 430 puntos, y cada vez está más cerca el primer hito de los 1500 puntos pintados. Como veréis, el nivel no es nada del otro mundo, pero la idea era pintar cuanto antes un ejército jugable.
Estos meses tampoco he comprado ninguna miniatura (¡¡milagro¡¡), y por tanto, desde enero, el total acumulado es de -63 minis.
Después de muchas horas (muchas), he conseguido inventariar todo lo que tengo, así que habrá que rebajar ese número todavía más vendiendo algo de entre la montaña de plomo y plástico que hay en casa.
Sin más, os dejo con otro mini capítulo del trasfondo del clan. Que disfrutéis del verano, ¡y nos vemos en septiembre¡
Miranda empezaba a aburrirse con
la lectura de aquellos manuscritos, que le recordaban los cuentos de terror que
las amas de cría y las sirvientas contaban a los niños del Imperio para
asustarlos.
No tenía tiempo para tamaños
dislates. Tenía una boda que preparar, ¡nada menos que con el sobrino de la
condesa de Nuln! Si bien la familia de Miranda pertenecía a la nobleza local,
un pariente cercano de la condesa era un partido que sobrepasaba, ampliamente,
el nivel de riquezas e influencia del que gozaban sus propios padres y
hermanos.
No podía permitir que nada
arruinara el enlace. Nada. Llamó a voces a los criados de su tío, que estaban
empaquetando los objetos de valor para llevarlos a su propia mansión, antes de
vender la casa del antiguo cazador de brujas. Nadie respondió. Quería que
terminaran cuanto antes, y también quería que alguno viniera a avivar el fuego.
Aquellos mequetrefes debían de estar tan sordos y viejos como su difunto tío. No
podía demorarse mucho, puesto que tenía cita para probarse, de nuevo, el
vestido de novia, en una importante sastrería del centro. Siguió hojeando aquellos
viejos pergaminos, pero empezaba a impacientarse.
Me encantan esas ratillas, espero verlas pronto por mesa contra mi clan scurvy
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