¡Buenos días, especialmente si aún no habéis desayunado! Hace unos meses quizás recordéis que publicamos una entrada con trasfondo y lista que nos envió Gragh, después de que nos enfrentáramos en el torneo que Battlebunker organizaba en Vitoria. Pues bien, el mes pasado estuvo por el torneo de Panzerhammer, y ha decidido hacer lo mismo. Hoy vamos a ver el trasfondo, y dentro de dos días, la lista con el resto de fotos y explicación.
Las afiladas cumbres se asemejaban a un laberinto nevado
mientras la monstruosa comitiva avanzaba lentamente. A la cabeza de esta, Krugg
luchaba por mantener vivo el recuerdo de las indicaciones de Gragh para
encontrar el camino de vuelta. El déspota había empleado una exagerada cantidad
de explicaciones y tiempo en transmitir al matón dónde encontrarse, sabedor de
que su subordinado era de todo menos espabilado. Sin embargo, su perfil era el
más adecuado para llevar a cabo el reclutamiento ya que sus habituales trances
repletos de místicas visiones, por mucho que lo hicieran impredecible y
olvidadizo, eran altamente respetadas y consideradas una bendición y un
inequívoco signo de que había sido tocado por su voraz dios por todos sus
semejantes. De hecho, aunque el déspota aún no pudiera saberlo, enviar al matón
como su emisario ante los jinetes de bestias de las cumbres, había resultado de
lo más provechoso. Los salvajes jinetes, poco interesados en las riquezas de
que proveían las incursiones, habían encontrado en Krugg una especie de líder
espiritual al que seguir, no por su oratoria, más bien deficiente, ni si quiera
por su brutalidad, síntoma claro de liderazgo. Era más bien una especie de
certeza de que los pasos del matón los acercarían sin duda al camino que las
grandes fauces tenían dispuesto para ellos.
Por su parte, Krugg había hecho lo que solía hacer. Llegó
hasta las cumbres con su habitual marcha errática, destruyendo a cada bestia, a
cada partida de emboscadores goblins, orcos y enanos, e incluso a los primeros
ogros que salieron a encontrarse con su comitiva. Cuando los pálidos ogros de
las cumbres aparecieron montados sobre enormes bestias con colmillos tan largos
como un hombre se había desatado una feroz lucha en la que Krugg había hecho
gala de una insólita habilidad con su enorme maza justo antes de detenerse
prácticamente en seco, como congelado, mientras balbuceaba profecías de
sangrientas bacanales y festines sin fin mientras las vísceras salpicaban su
inmóvil cuerpo. En ese momento, un cuerno anunció la llegada de un miembro
destacado de los jinetes y estos retrocedieron y formaron un semicírculo frente
a los guerreros de Krugg. Precedido por el temblor de sus pisadas, una
descomunal figura se intuyó entre la ventisca, al principio parecía que la
sombra de una montaña se estuviera haciendo corpórea mientras se acercaba.
Pronto la bestia emergió de entre los copos de nieve agitados por feroces
vientos, su pelaje era rojo y sus dos cuernos de piedra negra, varias veces más
grandes que un ogro, brillaban con tonos verdes en sus aristas. De su boca y
extremidades asomaban protuberancias de diamante a modo de dientes y garras, y
en su grupa, un enorme ogro guiaba sus pasos. El recién llegado observó de
cerca al ensimismado matón que ni siquiera parecía ser consciente de su llegada
y, en respuesta a uno de sus gestos, uno de los jinetes desmontó y se acercó al
Tripas, el matarife que acompañaba a Krugg. Gragh le había dado instrucciones para
velar por las negociaciones en el momento en que las visiones del matón dieran
la oportunidad de hacerlo. El Tripas fue rápido, sabía que debía serlo, o de lo
contrario el matón desataría una nueva batalla en cuanto regresara a la
realidad. El jinete volvió apresuradamente junto a los suyos, y tras una breve
gesticulación, la gran bestia dio media vuelta desapareciendo en la ventisca,
seguida por los jinetes. Los tripasduras guiaron al matón tras sus benefactores
mientras las blancas y esbeltas figuras de un grupo de yetis los escoltaban a
cierta distancia, casi imperceptibles entre los riscos nevados.
Cuando Krugg recuperó la consciencia, vió la sonrisa torcida
del Tripas, y se percató de que ahora lideraba un grupo mayor y muy diferente.
Tras los tripasduras, los jinetes de dientesmartirio escoltaban a un rinobuey
que tiraba de un extraño trineo sobre el que un grupo de gnoblars construía una
especie de catapulta. Sus ogros toro flaqueaban a una descomunal bestia guiada
por un ogro que se afanaba en apremiar a los gnoblar que lo seguían, y aunque
el matón no los veía, sentía la presencia de los yetis abriendo la marcha,
seguidos por los tramperos gnoblar que les hacían de guía. El camino de vuelta
no era largo, pero sí confuso, especialmente para él, y probablemente no
estaría libre de conflictos. Pero Gragh esperaba sus refuerzos, y Krugg no le
iba a fallar.
Joé Gragh, están brutales, las minis y el trasfondo, ¡Mucha envidia de tu dominio del altocontraste!
ResponderEliminar