¡Buenos días! Siguen pasando las semanas y siguen fluyendo los relatos de trasfondo del V Torneo Leyendas en Miniatura, y es que estamos conociendo rincones del Viejo Mundo olvidados, que solo en algunos legajos aparecen. Hoy Nehekhara verá desenterrada la historia de una no tan pequeña ciudad, de la mano de los Reyes Funerarios que llevó Ungido.
En el año 2697 antes del nacimiento de Sigmar, en una tierra cerca del Río
Ceniza, entre las grandes ciudades de Numas y Quatar, existía una gran ciudad llamada
Hisha. En ella, sus habitantes hacían vida cordial, alejados de las grandes guerras. Se
dedicaban al cultivo, las artes y las ciencias. Eran expertos constructores y cada año
que pasaba, la ciudad engrandecía su belleza con novedosas edificaciones y
monumentos a la altura de la Gran Ciudad de Khemri.
Tras una gran guerra contra los Orcos de las Tierras Yermas, el Rey Thebashaer
quedó malherido, no pudiendo salvar su vida los sacerdotes del Culto Mortuorio,
sucediéndole en el trono Imkhassar.
Imkhassar fue el Rey más importante que tuvo la ciudad de Hisha. Su familia le
envió a Quatar a realizar sus estudios. Allí, un joven ambicioso quedó embelesado de
las magníficas estatuas, templos y monumentos de la ciudad, y juró que un día, la
ciudad de Hisha sería igual de grandiosa.
Al acceder al trono, lo primero que decretó, fue que los ciudadanos de Hisha no
irían a la guerra. En su lugar, construirían grandes colosos de piedra y se les daría vida
gracias a la magia del culto mortuorio. Gracias a ellos, pasaban los años y la población
crecía y crecía, y cada vez eran más sabios y conseguían más avances científicos ya que
empleaban sus recursos en la investigación, lejos de los campos de batalla. Sus
constructos cada vez eran más fuertes y más sofisticados. Se crearon templos y
monumentos grandiosos, protegidos por guardianes de piedra que lucharían en caso
de ver las reliquias amenazadas. Llegó a tal punto, que en toda la ciudad solo había
una escasa élite de aurigas en carro y caballeros de la necrópolis, que junto a los demás
constructos defendían la ciudad y luchaban por el reino sin poner en peligro a sus
ciudadanos. Entre aquellos guerreros, uno destacaba por ser el más valiente de todos,
concediéndole el Rey el honor de portar el Estandarte de la Legión No Muerta. Este
estandarte tenía la capacidad de devolver a los muertos a la vida y de regenerar hasta
las mayores heridas sufridas de los constructos.
En una batalla contra los Pieles Verdes junto al Príncipe Antarhak, el propio Rey
Imkhassar cargó montado en su Esfinge de Guerra abriéndose paso hasta llegar al
príncipe, el cual estaba rodeado por unos fieros Orcos negros. El Rey, portando un
gran mayal heredado de su padre, le asestó un golpe en la cabeza al Kaudillo de los
Orcos, siendo tan dura la cabeza de este que el mayal se partió sin sufrir el piel verde
ningún rasguño. Cuando el Kaudillo se lanzó a por el Rey, la Esfinge se interpuso y le
golpeó con sus garras, causándole heridas en su cara que hicieron que retrocediera.
Tras la batalla, el Príncipe le agradeció enormemente su ayuda al Rey, a su
Esfinge y a sus constructos, lamentando mucho la pérdida del Mayal, un arma de
generaciones que le había acompañado en muchas batallas. Por ello, el Príncipe
decidió regalarle su lanza, la lanza de Antarhak, una lanza capaz de absorber la vida de
su enemigo y ofrecérsela a su portador.
Hoy, poco queda de aquella gran ciudad. Sus templos y monumentos están
cubiertos por la arena y el polvo del desierto … Pero sus reliquias permanecen
intactas, no hay ser en el Viejo Mundo que haya intentado saquear sus tesoros y haya
vivido para contarlo.
Se dice que un noble corsario elfo oscuro y su regimiento llegó a adentrarse
hasta el Templo de Qu·Aph, el Dios de las Serpientes. Una vez en el interior, estos
saquearon varios Canopos e incluso la tumba de un Rey. Cuando estaban llegando a la
orilla del Río para embarcar, salieron de repente unos seres en forma de Serpiente.
Estos Acechantes se movían por debajo de la tierra ágilmente, causando el terror entre
las filas de los corsarios. De repente, salieron de las arenas y se colocaron justo delante
de ellos. Con su mirada transformadora, quedaron convertidos en arena sin poder ni
siquiera huir del lugar. Aquellos que lo intentaron fueron cortados por la mitad con sus
grandes armas.
Ahora el Rey Imkhassar el Constructor descansa en su Necrópolis, protegiendo
su Reino de aquellos que intentan saquearlo. Marcha a la batalla montado en su gran
Esfinge de Guerra y acompañado de sus constructos. Aquellos que mantuvieron en
vida a su pueblo, ahora les protegen en la muerte.
Comandantes
- Rey funerario en esfinge de guerra, con Lanza de Antarhak
Héroes
- Sacerdote funerario con Manto de las Dunas y Pergamino de Dispersión
- Portador del icono funerario en corcel esquelético, con Estandarte de la Legión No Muerta
Básicas
- 3 carros de guerra
- 3 carros de guerra
- 2 enjambres funerarios
Especiales
- 4 acechadores sepulcrales
- 4 caballeros de la necrópolis con portaestandarte y Reliquia del Ojo Sagrado
- Gólem escorpión
- Gólem escorpión
Singulares
- Necroesfinge
Una lista divertida pero muy torpe cuando hay mucha escenografía ya que no te deja avanzar bien.
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